En este artículo analizo (1) la situación de abandono de los fósiles y la paleontología de vertebrados del Perú durante el siglo XX; (2) el cambio radical ocurrido en los últimos 25 años que está marcando su inesperado y vertiginoso crecimiento y; (3) qué debemos hacer de aquí en adelante para consolidar su desarrollo.
Hasta fines del siglo XX, salvo algunos insignes científicos como Carlos Lisson, Jorge Broggi o Hernando de Macedo, casi ningún otro peruano se preocupó por el estudio y el rescate de los fósiles de vertebrados existentes en nuestro territorio. En otras palabras, no había paleontólogos de vertebrados en el Perú. En consecuencia, los vertebrados fósiles eran estudiados por extranjeros y llevados a museos del hemisferio norte, donde se formaron importantes colecciones científicas, mientras los museos y universidades del Perú no contaban con áreas dedicadas para su estudio ni con colecciones. En el mejor de los casos, se guardaban empolvados algunos restos descubiertos accidentalmente. En el Perú se desarrollaba ampliamente la arqueología, no la paleontología. Aunque incongruente con el origen biológico-geológico de los fósiles, en 1996 el Estado incluyó a los restos paleontológicos en la Ley de Patrimonio Cultural para evitar su salida del país.
El primer punto de quiebre a esta penosa situación fue la creación del Departamento de Paleontología de Vertebrados en el Museo de Historia Natural de la Universidad de San Marcos (DPV-MUSM) en 1999. Con la misión de formar la primera colección de fósiles de vertebrados en el Perú, se trabajó activamente en recolectar material fósil en todo el país –restos de perezosos gigantes, mastodontes y otros animales prehistóricos. El DPV-MUSM también reunió a jóvenes peruanos de diferentes disciplinas decididos en desarrollar la paleontología, entre ellos Mario Urbina, Marcelo Stucchi y el suscrito. Gracias a la colaboración con renombrados paleontólogos extranjeros, tales como Christian de Muizon, Thomas DeVries y muchos otros, los peruanos aprendimos a colectar y conservar los fósiles, pero sobre todo a estudiarlos. Así, empezamos a participar en las investigaciones y, en los últimos 10 años, a dirigirlas y publicarlas en destacadas revistas científicas internacionales. Este segundo punto de quiebre fue catalizado por la formación en el extranjero de los primeros paleontólogos peruanos con doctorado y el acceso a fondos para la investigación en ciencia básica (todavía pequeños pero muy útiles) que brinda el Estado a través de Prociencia y Concytec.
La colección del DPV-MUSM, ahora con más de 10000 especímenes, alberga restos únicos de gran valor científico pertenecientes a fantásticas criaturas del pasado que son admiradas a nivel mundial, como el perezoso marino Thalassocnus, el pesado Perucetus y el gran delfín protoamazónico Pebanista. El Perú es pues, un país con una gran paleodiversidad y muy rico en fósiles en la costa, la Amazonia y los Andes, aunque esta última región está aún poco explorada. Y lo más importante: los fósiles de vertebrados no se van más fuera del país porque haya una ley que lo prohíba, sino por la actividad científica de los peruanos y peruanas. Era pues hora de corregir el restrictivo marco legal que consideraba a los fósiles patrimonio cultural y que les otorgaba más valor patrimonial que científico. Es así como el tercer punto de quiebre ocurre en el 2021 con la promulgación de la nueva Ley General del Patrimonio Paleontológico del Perú, la cual designa al Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico como ente rector y establece correctamente que los fósiles no son más bienes culturales –sino naturales– y propone protegerlos a través del desarrollo de la investigación científica en universidades y museos, un cambio sustancial que debería reflejar avances en la paleontología peruana a corto plazo. El mismo año también fundamos el Laboratorio de Paleontología y Evolución de Vertebrados de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (PalEo-V), un nuevo centro de investigación para la formación de paleontólogos, y que cuenta con una creciente colección de fósiles.
Sin embargo, aún hay mucho pan por rebanar. Aunque siguen formándose más paleontólogos y paleontólogas, tenemos que garantizar su retorno o permanencia en el Perú para que puedan desarrollar dignamente su carrera científica. Esto significaría tener una masa crítica mínima para poder iniciar estudios de especialidad en paleontología en universidades peruanas, rescatar y valorizar los fósiles con independencia científica y formar nuevas colecciones paleontológicas en instituciones académicas de todo el país. Necesitamos más laboratorios y más técnicos para la conservación de fósiles.
En julio de este año, tuve la oportunidad de publicar el primer libro de paleontología de vertebrados del Perú con el firme objetivo de que peruanos y peruanas sepan que el Perú es un país rico en fósiles y que, aunque no lo crean, su estudio es de gran trascendencia en nuestro mundo moderno. A través del registro fósil, esta ciencia ha documentado cómo se diversifican y extinguen las especies y qué efectos en la vida del planeta produjeron, por ejemplo, las glaciaciones y los periodos de calentamiento global extremos del pasado. En el contexto de cambio climático y deterioro del medio ambiente, esta información es crucial para tomar decisiones sobre la base de situaciones similares que realmente ocurrieron. Además, como se demuestra en el libro, gracias a la paleontología podemos entender qué procesos, qué historia está detrás de la riqueza del mar peruano, de la formación de los ecosistemas Andinos y de la enorme biodiversidad amazónica. Este conocimiento hoy está disponible y será crucial en las escuelas y universidades.
El mensaje que ofrece la paleontología peruana es potente: se puede iniciar y desarrollar una ciencia básica en el Perú. Con poco presupuesto, esta ciencia puede brindar conocimientos útiles para la sociedad y revelarnos una historia que contribuye a forjar respeto y aprecio por nuestro territorio.