La tragedia del vuelo 222 de TANS Perú: el avión que se estrelló contra un cerro y causó la muerte de 46 personas

Ninguno de los 46 ocupantes sobrevivió y, tras el accidente, se revelaron serias fallas en los procedimientos de la tripulación. Este accidente dejó una cicatriz imborrable en la historia de la aviación civil.

La colisión del vuelo 222 de TANS Perú en el Cerro Coloque en 2003 dejó a Perú en luto. El accidente no solo cobró 46 vidas, sino que también destapó graves deficiencias en la gestión y operación de la aerolínea, marcando un hito en la seguridad aérea. (Wikimedia Commons).

En el Perú, los accidentes aéreos han sabido tejer su propia historia de muerte que solo dejaron un dolor infinito entre los familiares de cada una de las víctimas de cada triste episodio.

Ese es el caso del vuelo 222 de TANS Perú, que se cobró la vida de todos a bordo y que, a pesar de los años, resuena en la memoria por la serie de factores humanos y técnicos que confluyeron en el trágico desenlace.

Fue el 9 de enero de 2003, cuando un Fokker F28 Fellowship-1000 se estrelló contra el Cerro Coloque, cerca de Chachapoyas, y dejó un vacío imborrable en la historia de la aviación civil del Perú.

Historia de la nave

Con 27 años de servicio, el Fokker F28 del vuelo 222 fue testigo de un fin trágico, dejando atrás su pasado como transporte presidencial y marcando una página oscura en la aviación peruana. En la imagen, el primer oficial, Enrique Arrieta Kramer. (Caretas)

La aeronave accidentada era un Fokker F28 Mk-1000, un modelo bimotor de corto alcance, fabricado en Países Bajos en 1975. Inicialmente, este avión formó parte de la Fuerza Aérea del Perú, donde sirvió hasta 1990 antes de ser vendido a una aerolínea estadounidense.

Regresó al Perú en 1996 para reincorporarse a la Fuerza Aérea, y en 1999 pasó a manos de la empresa TANS Perú, donde continuó operando vuelos comerciales hasta el día del accidente.

Este Fokker F28 no era un avión cualquiera. Durante su tiempo en la Fuerza Aérea, fue utilizado como transporte presidencial en vuelos internos, especialmente configurado para transportar dignatarios en misiones de corta distancia. A pesar de sus 27 años en servicio y más de 3,100 horas de vuelo, el avión aún era parte fundamental de la flota de TANS Perú.

El trágico vuelo

El vuelo 222 partió de Chiclayo, pero encontró su trágico final en el Cerro Coloque, dejando 46 vidas truncadas y una herida en la historia de la aviación peruana. Así lucía el cerro en donde se estrelló el avión. (AirDisater.com)

El vuelo 222 partió de Chiclayo en la mañana del 9 de enero de 2003, con 46 personas a bordo, incluidos pasajeros y tripulación. Tras despegar, el avión fue autorizado a ascender al nivel de vuelo 190, manteniendo un rumbo inicial de 075.

A medida que se acercaba a su destino, Chachapoyas, la tripulación comenzó a descender y reducir la velocidad, preparando el avión para el aterrizaje.

Sin embargo, a las 8:46 de la mañana, el Fokker F28 chocó contra la cara vertical de una colina, apenas 35 metros por debajo de su cima, en una zona conocida como Cerro Coloque.

La colisión fue devastadora: la aeronave quedó completamente destrozada, y todos los ocupantes perecieron en el impacto. Los restos del avión fueron localizados dos días después, tras una intensa búsqueda en las escarpadas montañas andinas.

Todo mal

La falta de comunicación efectiva y la relajación de la tripulación fueron factores clave en la tragedia del vuelo 222, donde cada error sumó a un desenlace fatal. El avión siniestrado cuando todavía era parte de la Fuerza Aérea de Perú. (JetPix)

El Ministerio de Transportes y Comunicaciones de Perú lanzó inmediatamente una investigación para determinar las causas del accidente. Pronto se recuperaron las cajas negras del avión, incluyendo el registrador de voz de cabina (CVR) y el registrador de datos de vuelo (FDR), los cuales arrojaron luz sobre los eventos que llevaron al desastre.

Los análisis revelaron que la tripulación no había seguido los procedimientos establecidos durante la aproximación al aeropuerto de Chachapoyas. La falta de comunicación efectiva entre los miembros de la tripulación y el incumplimiento de la lista de verificación de aterrizaje contribuyeron significativamente al accidente.

La tripulación sabía la dirección del aeropuerto gracias al VOR (radiofaro omnidireccional de muy alta frecuencia) disponible en Chachapoyas, pero la ausencia de un equipo de medición de distancia (DME) les impidió determinar con precisión cuán lejos se encontraban de la pista.

Además, la visibilidad era extremadamente limitada en ese momento, lo que hizo que la tripulación comenzara el descenso antes de lo seguro. Esta combinación de factores llevó al avión a colisionar con la ladera de la colina, a unos 10 kilómetros al norte del aeropuerto.

¿Qué decía el informe final?

El informe final destacó la falta de comunicación en el vuelo 222 como causa principal del accidente, junto a un ambiente de trabajo insatisfactorio que influyó en la fatídica cadena de errores. Mientras en Chachapoyas, todavía se puede ver este recordatorio en memoria de los 46 fallecidos. (Juan Carlos Díaz Tenorio)

El informe oficial concluyó que la causa principal del accidente fue un “vuelo controlado contra el terreno” debido a la “excesiva confianza” y la “falta de comunicación efectiva” entre los pilotos.

Sin embargo, el análisis también sugirió que otros factores pudieron haber influido en la tragedia. Se mencionó que el copiloto había perdido a su padre apenas cuatro días antes del accidente, lo cual podría haber afectado su concentración y desempeño durante el vuelo.

Además, se descubrió que el ambiente laboral dentro de TANS Perú estaba lejos de ser ideal. La tripulación operaba bajo una atmósfera de insatisfacción, exacerbada por los continuos cambios en la administración y el retraso en el pago de salarios y bonificaciones. Estas condiciones laborales probablemente contribuyeron al deterioro en la moral y la disciplina, aumentando así la probabilidad de errores críticos en momentos cruciales.

El accidente del vuelo 222 de TANS Perú es un recordatorio sombrío de cómo una cadena de pequeños errores y condiciones adversas puede culminar en una catástrofe de enormes proporciones.

La tragedia no solo dejó un dolor inmenso entre los familiares de las víctimas, sino que también marcó un punto de inflexión en la aviación peruana, subrayando la importancia vital de mantener altos estándares operativos y de comunicación en todas las fases de vuelo.