No era un día cualquiera para los empleados de la empresa norteamericana Occidental Petroleum. Aquel martes, la lluvia caía con fuerza sobre la selva, envolviendo el fuselaje del Boeing 737-200 en una capa húmeda y resbaladiza. Mientras en Lima, la mayoría de los trabajadores se preparaban para disfrutar de una cena tranquila o un rato agradable en la sala de sus hogares, en Iquitos, un grupo de personas se disponía a abordar un vuelo que, sin saberlo, sería el último para la mayoría de ellos. La tragedia aguardaba, silenciosa y letal, en el corazón de la Amazonía.
La mayoría de los integrantes de este grupo era de Iquitos, y aquella noche del 5 de mayo de 1998, se preparaban para emprender un viaje que no llegaron a completar. La compañía había trazado un objetivo claro, pero el destino se cruzó con un trágico accidente que puso fin a sus planes. El avión de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), que debía llevarlos a salvo, se encontró con un obstáculo fatal en su trayecto.
Un rayo alcanzó la aeronave, según informaron los bomberos locales. Lo cierto es que aquella noche, 87 personas, entre ellas 73 empleados de compañías subcontratistas de Occidental, casi todos provenientes de Iquitos, abordaron el avión con destino a la localidad petrolera de Andoas, en el norte de Perú. Su objetivo era claro: realizar las actividades que les permitirían asegurar un sustento y brindar tranquilidad a sus familias.
En los últimos momentos del vuelo, una llovizna caía sobre la selva peruana y el fuselaje del avión. De repente, la calma entre los tripulantes se desvaneció cuando la aeronave comenzó a volverse incontrolable. Minutos más tarde, el vehículo aéreo se estrelló en plena selva, dejando un saldo trágico de 74 muertos. Solo unos pocos sobrevivientes, todos de nacionalidad peruana, lograron escapar de la tragedia.
A partir de este fatídico suceso, resulta importante desentrañar lo que ocurrió durante y después del accidente, recordado como uno de los que dejó más sobrevivientes. Como bien se sabe, los sinestros aeronáuticos, por su naturaleza devastadora, rara vez permiten que muchos salgan con vida. La combinación de altas velocidades, altitud extrema y el impacto abrupto generalmente resulta fatal para la mayoría de los pasajeros y la tripulación.
La caída del avión Boeing 737 de la FAP en la selva peruana
Un avión Boeing 737-200 de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), alquilado por una subsidiaria de Occidental Petroleum Corporation (OXY), partió desde el aeropuerto de Iquitos el martes a las 20:45, pero se estrelló a pocos minutos de llegar al poblado peruano de Andoas. La tragedia ocurrió cuando faltaban pocos kilómetros para aterrizar en el aeropuerto de Andoas, cerca de la frontera con Ecuador.
El accidente, que dejó al menos 13 sobrevivientes entre los 87 ocupantes del avión, ocurrió en una zona selvática del norte de Perú. José Salazar, piloto del vehículo aéreo, intentó un aterrizaje forzoso para evitar chocar con dos tanques de combustibles, lo que habría puesto en peligro a asentamientos cercanos. Tras pisar tierra firme de manera abrupta, se incendió.
Los rescatistas enfrentaron malas condiciones climáticas, lo que dificultó las tareas de búsqueda y rescate. Según las autoridades del aeropuerto de Iquitos, en las operaciones participaron dos helicópteros de una empresa privada y dos avionetas de la FAP.
Los 13 sobrevivientes fueron trasladados en un helicóptero a la base de la petrolera OXY en Andoas, informó un ejecutivo de la empresa, José Díaz, a las agencias internacionales. Con el transcurrir del tiempo, se pudo conocer que los sobrevivientes fueron atendidos por médicos que llegaron a pie hasta el lugar del accidente, Tintiyacu, para luego ser llevados a Andoas por brigadas de socorro.
Entre los pasajeros había dos ingenieros, uno venezolano y otro estadounidense, según comentó Díaz. La Occidental Petroleum Corporation, la empresa de Estados Unidos que fletó el avión, no quiso especular sobre las posibles causas del accidente, aunque su superintendente en Iquitos, aludió a las condiciones del tiempo que aparentemente no impedían el aterrizaje antes del siniestro.
El vuelo, originalmente programado para el lunes, fue aplazado al martes debido a mal tiempo. Ese día, aunque el tiempo estuvo en su mayoría estable, el accidente ocurrió. El llanto, el dolor y la desesperación inundaron un rincón de Iquitos cuando la noticia se difundió a través de los medios de comunicación. Las familias, paralizadas por la tragedia, enfrentaron una marea de emociones al enterarse del devastador accidente.
Dados estos acontecimientos, la empresa Occidental dio a conocer que el criterio de traslado, de día o de noche, es exclusivamente decisión de la Fuerza Aérea del Perú (FAP). Luego de que se difundiera esta información, la opinión pública y, sobre todo, los familiares de las víctimas mortales señalaron que la organización extranjera intentó deslindar su responsabilidad.
Finalmente, es menester señalar que el aparato de fabricación Boeing, destinado al transporte del personal de la petrolera estadounidense, había recorrido 355 kilómetros desde su despegue hasta su caída.