Cuando la tierra tiembla, más de una persona siente un escalofrío recorrer su espalda, un miedo primigenio que vincula el rugir del suelo con el oleaje amenazante del mar. La mente, especialmente de quienes viven cerca de la costa, podría llenarse de imágenes de aguas tumultuosas que devoran todo a su paso. En cada sacudida telúrica de gran intensidad, el pensamiento se convierte en una oscura premonición.
Los recuerdos de catástrofes pasadas y las advertencias de expertos, transmitidas una y otra vez en documentales y noticieros, refuerzan esta asociación. Es el ciclo de la naturaleza que de manera implacable conecta la ruptura de las profundidades terrestres con el ascenso marino. Una onda sísmica empuja el agua hacia la costa, y esa misma costa, habitada por seres humanos vulnerables, se ve envuelta en una danza de destrucción.
Destrucción fue la palabra que rondaba las calles de varias ciudades del Perú luego del devastador terremoto de magnitud 7.9 que asoló Pisco. Antes del violento movimiento telúrico, las familias se reunían alrededor de la mesa, los amigos compartían risas en las plazas y otros regresaban a sus hogares tras un día de trabajo. La rutina de un día cualquiera parecía concluir en armonía. Sin embargo, de repente, el suelo bajo sus pies comenzó a sacudirse con una furia inusitada.
Eran las 6:40 de la tarde cuando las provincias de Ica, Pisco y Chincha, junto con otras regiones del país, comenzaron a sumirse en la desesperación. Los gritos de pánico se mezclaban con el estruendo de los edificios que se desplomaban. La calma había sido reemplazada por una inquietante certeza de que la destrucción era inminente. Días después del devastador sismo, las autoridades confirmaron con pesar que 596 vidas se habían perdido en el violento embate de la tierra.
A raíz del terremoto, un tsunami se desató con furia implacable, inundando cientos de casas y, trágicamente, cobrando la vida de tres personas. Esta catástrofe, que tuvo lugar minutos después del devastador sismo en Pisco, permanece en gran medida desconocida para la población peruana. Es menester, por tanto, dar a conocer los pormenores de este trágico acontecimiento. Solo a través de una comprensión de tales eventos se puede fortalecer la conciencia y mejorar la preparación ante futuros desastres.
El último tsunami en la costa del Perú
El 15 de agosto de 2007, un devastador terremoto sacudió Perú y provocó un tsunami que arrasó diversos lugares ubicados en la costa central del país. La furia del maremoto golpeó varias localidades, con olas que llegaron en diferentes momentos y con alturas impactantes. Los residentes de algunas localidades, como caleta Lagunillas, sufrieron las trágicas consecuencias de la falta de comunicación y coordinación para la evacuación.
En la caleta Lagunillas, ubicada al sur de la península de Paracas, tres personas fueron arrastradas por las olas del tsunami y sus cuerpos fueron hallados aproximadamente a 1,800 metros tierra adentro. La ausencia de alertas y puestos de guardacostas cercanos contribuyó a la tragedia. Las autoridades señalaron que a pesar de la presencia de terreno elevado a menos de 100 metros, la falta de conciencia sobre los riesgos impidió una evacuación efectiva.
El tsunami se desencadenó minutos después del terremoto en Pisco. Este detalle está registrado en el boletín del Instituto Geofísico del Perú, que incluye un estudio realizado por Sheila Yauri, Hernando Tavera, Geremias Moncca y Bilha Herrera. “Este tsunami se originó 15-20 minutos después de ocurrido el sismo, alcanzando por el norte las playas de Lima y por el sur Paracas, siendo esta última localidad la más afectada con una alturas máximas de inundación (run-up) de 6 metros y distancia máxima de inundación de 2000 metros en la playa Lagunillas”, reza el documento.
Las marejadas más devastadoras del tsunami se registraron en playa Yumaque, al sureste de la caleta Lagunillas, donde el nivel del mar aumentó hasta 10 metros por encima del promedio, propiciando una inundación de 70 metros tierra adentro. Afortunadamente, no se reportaron víctimas en esta área desértica.
No obstante, en Lagunillas, la catástrofe inundó hasta 2 kilómetros tierra adentro y causó severos daños materiales. Más de 20 barcos fueron arrastrados hasta 1.3 kilómetros tierra adentro, y las comunidades costeras vieron sus viviendas y cultivos anegados.
En la ciudad de Paracas, se observaron daños en un embarcadero debido a la licuefacción del suelo. Los soportes del muelle descendieron hasta 0.3 metros, mientras que la plataforma flotante se elevó a 2.5 metros por el impacto de las olas. Los daños incluyeron también la destrucción de la base del mirador de aves frente al museo de Paracas y el desplazamiento de parte de su estructura a 54 metros de distancia. Además, una sección del muelle artesanal ‘El Chaco’ quedó suspendida a 3.40 metros de altura.
La inundación promedio en el interior de las viviendas costeras, desde Tambo de Mora hasta el Balneario de Paracas, alcanzó los 70 centímetros, dañando severamente propiedades y pertenencias personales como colchones, ropa y electrodomésticos.
Respecto a Tambo de Mora, es pertinente señalar un suceso que sorprendió a los lugareños. “La prisión de Tambo de Mora fue parcialmente inundada, las paredes de la prisión colapsaron debido al terremoto, por lo que se tuvo que liberar a 600 presos antes del impacto del tsunami”, se lee en el boletín de la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra del Perú.
En playa Lagunillas, las cuatro viviendas existentes quedaron reducidas a escombros y se confirmaron las muertes de tres personas debido a las inundaciones y el impacto del tsunami.
Yauri, Tavera, Moncca y Herrera tomaron en cuenta los testimonios de los lugareños, quienes indicaron que después de 25 minutos de ocurrido el terremoto en las calles Miramar y el Muelle (costas de Tambo de Mora), llegaron dos olas que alcanzaron una altura máxima de inundación (Run-up) de 3 metros y una distancia máxima de inundación de 520 m a la altura de la plaza Grau.
Es preciso señalar que la velocidad promedio a la que se desplazó la onda del tsunami fue de 135 Km/h, con periodos de 15 a 20 minutos y una longitud de onda de 35 Km. Así lo dio a conocer la dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra del Perú (DHN).
El Callao no estuvo exento de la catástrofe. Los investigadores señalaron en su artículo que “el arribo de la primera ola del tsunami al Callao fue a las 19 horas y 34 minutos; es decir, después de 54 minutos de ocurrido el evento sísmico”.