Aún no podemos envejecer

La juventud puede ser el motor principal para generar un cambio social, económico y crear un futuro sustentable, más inclusivo y equitativo. Sin embargo, hoy en América Latina más de 50 millones de jóvenes no tienen empleo decente y su inserción de calidad al mundo adulto está en crisis

(LinkedIn)

América Latina está viviendo una profunda transformación demográfica que terminará de conformarse en las próximas tres décadas. Nuestras sociedades están envejeciendo. “Lo que tradicionalmente ha sido un continente conocido como la región de jóvenes, va a convertirse en una región fundamentalmente de personas mayores a los 60 años”, explica Juan Velasco, Oficial Senior de Información de la OIT para el Cono Sur.

En esta proyección hacia un futuro cercano, la población que hoy es joven será determinante. Por un lado, será esencial en la construcción de los próximos sistemas sociales y económicos. Y, sobre todo, sentará las bases para el crecimiento o no de las economías nacionales. ¿Es posible tipificar a toda una generación? La respuesta más sincera es que no. Pero sí podemos sacar una foto a una gran parte de esa población joven, la más numerosa y precisamente la que está atravesando con mucha dificultad el paso hacia la adultez.

Según los datos más actuales de la OIT, en Latinoamérica el 30% de los jóvenes son pobres y cerca de 50 millones no tiene un trabajo decente. El desempleo juvenil es tres veces superior al de los adultos. Por cada 3 jóvenes con alguna ocupación hay uno que no estudia ni trabaja (OIT, 2023). De los que estudian, sólo 6 de cada 10 termina la escuela media (CEPAL, 2022), y de los que lo hacen, sólo 1 cuenta con las habilidades mínimas requeridas para seguir en la educación superior o ingresar a un empleo formal (BID, 2022).

Creer en los jóvenes de hoy y pensar en ellos es un buen punto de partida para proyectar un futuro diferente. Es determinante escucharlos, entenderlos y trabajar junto a ellos para encontrar puentes que acerquen sus expectativas, su forma de ver y vivir la vida y sus capacidades, con las necesidades de un mundo que está transformándose a gran velocidad.

Es un escenario complejo que nos obliga a pensar nuevas soluciones e impulsar iniciativas para la inserción de millones de jóvenes al mundo productivo y que fomenten su participación como protagonistas capaces de construir un futuro mejor, considero sano asumir que —generaciones como la mía— no hemos alcanzado a impactar todo lo que hubiéramos querido para ser parte de un mundo mejor. Es necesario seguir trabajando por esos sueños, pero debemos entender que el camino es junto a los y las jóvenes y que seguramente ellos ofrecerán miradas nuevas que nos acerquen a esa sociedad que tanto deseamos.

Algunos pilares que presentan mayores dilemas:

Jóvenes, educación y tecnología. Si bien la tecnología ofrece nuevas oportunidades de aprendizaje, el principal desafío sigue estando en la capacidad de garantizar que todos los estudiantes, independientemente de su origen socioeconómico, puedan aprovechar las ventajas de la educación digital. Hoy en muchos ámbitos se está debatiendo la prohibición del uso del celular en el aula. Sin dudas es necesario regularlo y encontrar la manera de integrarlo para que potencie las oportunidades educativas. Hoy el celular es parte de nuestras vidas. Tenemos que aprender a utilizarlo a favor de las personas y su desarrollo. No podemos negar su existencia ni permitir que sus aplicaciones estén guiadas solo por la codicia de algunos. Tenemos que pensar en regulaciones que promuevan el bien común.

Jóvenes, trabajo y nuevas habilidades. La automatización de tareas, la IA generativa, la globalización y la constante evolución tecnológica están transformando radicalmente el mundo del trabajo, demandando nuevas competencias y habilidades para integrarse y sostenerse en el tiempo. Los sistemas educativos tienen un gran desafío para cumplir su cometido y el mundo empresario debe profundizar e incorporar nuevas variables a la hora de tomar definiciones. Sería muy transformador que genuinamente y como parte del negocio se incorporen en sus definiciones clave cuestiones de largo plazo en términos humanos y ambientales. Hay muchos ejemplos que muestran empresas de gran éxito económico y que se comportan socialmente responsables. Necesitamos más de esas. En este contexto, los jóvenes no solo necesitan contar con una sólida formación académica, sino también desarrollar un conjunto de habilidades socioemocionales que les permitan adaptarse a entornos laborales cambiantes, colaborar de manera efectiva con otros y resolver problemas de manera creativa

Jóvenes y futuro. Nuestras ideas están envejeciendo y las respuestas que antes funcionaban nos están demostrando que no podrán llevarnos al lugar que deseamos. Como declara el Programa de la Juventud de la UNESCO, “la juventud tiene la creatividad, el potencial y la capacidad necesaria para desencadenar cambios para ellos, para sus comunidades, y para el resto del mundo”.

Quienes dejamos la juventud atrás, al menos en términos cronológicos, tenemos la oportunidad de colaborar generando contextos de oportunidad que le permitan a las nuevas generaciones tener un punto de apoyo para mover al mundo. Tenemos que encontrar nuevos caminos que nos permitan trabajar junto a los jóvenes para generar un cambio social, actuar sobre la pobreza y la desigualdad y construir un futuro más justo, más parecido al que soñamos.

Rodrigo Kon, director general de Fundación Forge.