En una fatídica mañana del 9 de agosto de 1970, el vuelo 502 de LANSA Perú se elevó de la pista del aeropuerto de Quispiquilla en Cusco, ahora conocido como el Aeropuerto Internacional Alejandro Velasco Astete.
La aeronave, un Lockheed L-188A Electra con matrícula OB-R-939, perdió uno de sus motores poco después del despegue, provocando una tragedia que quedaría marcada en la historia de la aviación peruana. A bordo viajaban 9 tripulantes y 91 pasajeros, entre ellos familias, turistas y ciudadanos locales que se dirigieron hacia Lima.
El accidente ocurrió en segundos, llevando a la aeronave a estrellarse cerca del aeródromo. De los 100 ocupantes, solo uno logró sobrevivir, mientras que dos personas en la tierra también fallecieron. La tragedia puso en evidencia las críticas sobre la calidad del servicio de la aeronave, cuyo lema era “Con LANSA el Perú avanza”, y agregó un sombrío capítulo a la historia del transporte aéreo en el país.
¿Qué ocurrió con el vuelo 502 de LANSA?
Alrededor de las 2:55 pm, el vuelo 502 de LANSA despegó del aeropuerto de Quispiquilla, dirigiéndose hacia el este. Apenas había comenzado su ascenso inicial cuando el tercer motor falló y se incrementó. La tripulación trató de mantener el control siguiendo los procedimientos establecidos, utilizando la potencia de los otros tres motores, pero la situación se tornó cada vez más crítica.
El piloto informó de la emergencia a la torre de control, que de inmediato autorizó un aterrizaje de emergencia. Mientras el motor número tres ardía intensamente, el piloto tomó la decisión de retraer los flaps, un error crucial que redujo significativamente la sustentación del avión. La aeronave, incapaz de mantener la altitud, descendió rápidamente y se estrelló en un terreno montañoso, aproximadamente a 4 km al este de la pista, cerca del pueblo de San Jerónimo.
¿Quiénes eran los ocupantes?
El 9 de agosto de 1970, el vuelo 502 de LANSA despegó con 9 tripulantes y 91 pasajeros a bordo. Entre aquellos ocupantes, 67 eran estudiantes norteamericanos que habían llegado a Perú para disfrutar de sus vacaciones y conocer las maravillas de Machu Picchu. Estos jóvenes formaban parte del programa de intercambio cultural International Fellowship.
De acuerdo con información proporcionada por el medio El Comercio, “entre los desafortunados pasajeros figuraban 67 estudiantes norteamericanos que estaban pasando vacaciones en el Perú y habían llegado al Cusco el miércoles 5 de agosto para conocer las ruinas de Machu Picchu. La mayoría era del programa Beca Internacional de Intercambio Cultural”.
Junto a estos estudiantes, también viajaba un pequeño grupo del colegio Sophianum de Lima: dos alumnas norteamericanas del mismo programa, Paula Hankis y Ann Stancell, quienes habían llegado al país el 20 de julio; además de Amada Bell Gamero, estudiante de tercer año, y María Luisa Puyó, de quinto año, ambas del Sophianum. La hermana de María Luisa, exalumna del mismo colegio, también se encontró en el vuelo. Entre las víctimas se encontraba Marisol Bedoya de Vivanco, hija menor del exalcalde de Lima, Luis Bedoya Reyes, de apenas 16 años.
En el fatídico accidente perecieron todos los ocupantes salvo el copiloto, quien fue hallado en estado de shock, con graves quemaduras en buena parte de su cuerpo. Además, dos campesinos que se encontraban en tierra también perdieron la vida a causa del impacto. La tragedia del vuelo 502 de LANSA dejó una marca imborrable en la memoria de las familias y en la historia de la aviación peruana.
El único sobreviviente
Juan César Loo Lock, el copiloto del Lockheed L-188A Electra con matrícula OB-R-939, fue el único superviviente del trágico accidente ocurrido el 9 de agosto de 1970 en Cusco.
En una nota publicada en Blog PUCP , Loo Lock narró su propia experiencia para despejar las dudas y rumores que circulaban sobre su supervivencia. Aclaró que no salió despedido del avión, como muchos pensaban, sino que logró salir por su propia cuenta a través de la ventanilla de la cabina de mandos.
En medio del caos y el fuego, el sobreviviente caminó sobre las llamas, sufriendo quemaduras de primer, segundo y tercer grado. Su recuperación fue ardua: pasó 5 meses y 10 días internado, recibiendo atención médica en la Clínica Internacional y el Hospital del Empleado. Este testimonio destaca la valentía y la agonía que vivió el único sobreviviente de una de las tragedias más memorables en la aviación peruana.