A 17 años del letal terremoto que devastó Pisco: así fue el día que remeció al Perú durante más de tres minutos

La tarde del 15 de agosto de 2007, la tranquilidad de la ciudad se transformó en caos y la vida de cientos de peruanos también se apagó

El 15 de agosto de 2007 se produjo un devastador terremoto de magnitud 7.9 en Perú. (Andina)

Miércoles, 15 de agosto de 2007. Eran las 6:40 de la tarde en Pisco y el sol descendía suavemente sobre la ciudad. Los últimos rayos del astro iluminaban las fachadas de las casas, teñidas con una luz cálida. Los habitantes, absortos en sus actividades cotidianas, disfrutaban de la calma mientras la jornada llegaba a su fin.

Familias se reunían en torno a la mesa, amigos compartían risas en las plazas, y otros retornaban a sus hogares tras un día de trabajo. La rutina de un día cualquiera parecía concluir en armonía, hasta que, de repente, el suelo bajo sus pies comenzó a sacudirse violentamente.

En un instante, la tranquilidad de la ciudad se transformó en caos. Las paredes que habían protegido a sus habitantes durante años comenzaron a crujir, y las luces titilaron antes de apagarse, sumiendo a Pisco en una oscuridad inquietante. Los gritos se mezclaban con el estruendo de los edificios que se desplomaban, mientras el temblor implacable parecía no tener fin. El terror se apoderó de cada rincón, y en cuestión de minutos, lo que había sido un apacible atardecer se convirtió en una lucha desesperada por sobrevivir.

Imagen panorámica de la ciudad de Pisco. (Andina)

El día que Pisco tembló: un vistazo a los hechos durante y después del terremoto

El 15 de agosto de 2007 se produjo un devastador terremoto de magnitud 7.9 en Perú, movimiento telúrico que afectó gravemente a las provincias de Ica, Pisco y Chincha, así como a otras zonas del país. El sismo, con una intensidad de IX en la escala de Mercalli, ocurrió a las 18:41 horas, justo cuando los trabajadores regresaban a sus hogares tras una jornada laboral.

Según las cifras oficiales del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), el terremoto de Pisco dejó una cicatriz no solo en Ica, sino también en Lima, Ayacucho, Huancavelica, Junín y Callao. Sin embargo, fue Pisco la que sufrió el mayor impacto, ya que el epicentro se ubicó a tan solo 40 kilómetros al oeste de esta ciudad. La devastación en la región fue implacable, dejando tras de sí un rastro de miedo y desolación que aún persiste en la memoria de sus habitantes.

De las más de 434 mil personas damnificadas, el 83,7% se encontraba en la región de Ica. El terremoto afectó a unas 221 mil personas y dejó pérdidas humanas irreparables: 596 vidas quedaron atrapadas bajo los escombros de los edificios colapsados, según informaron las autoridades.
En Pisco, incluso las casas construidas con material noble sucumbieron. (Andina)

El fuerte movimiento telúrico también destruyó completamente 76 mil viviendas en las provincias de Pisco, Chincha, Ica y Cañete, junto con daños en Yauyos (en Lima) y en las zonas de Huaytará y Castrovirreyna en la región de Huancavelica.

En un artículo de la Dirección de Sismología del Instituto Geofísico del Perú, que lleva como título “Parámetros de la fuente del terremoto de Pisco (Perú) del 15 de agosto de 2007″, Hernando Tavera e Isabel Bernal señalaron que “más de 230,000 viviendas fueron dañadas y 52,150 totalmente destruidas principalmente por problemas de licuacion de suelos en un radio de 150 km alrededor de la ciudad de Pisco”.

Ante esta situación adversa, las autoridades adoptaron medidas inmediatas; por ejemplo, declararon en emergencia las provincias afectadas por un periodo de 60 días. El Indeci, con el apoyo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, lideró las acciones de ayuda logística.

El Indeci, con el apoyo de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, lideró las acciones de ayuda logística. (Photo by JAIME RAZURI / AFP)

La ayuda que recibieron los damnificados logró mitigar, aunque sea en parte, el dolor insoportable de aquellos que perdieron a sus seres queridos. Sin embargo, el paso del tiempo no ha borrado las cicatrices de esa fatídica tarde del 15 de agosto de 2007. El recuerdo sigue vivo, latente en la memoria de los pisqueños. Prueba de ello es el testimonio de Luis Casma, un habitante de Pisco que compartió su testimonio con TV Perú. Su relato es un reflejo del dolor que aún persiste.

“Los postes de luz y de teléfono se habían caído. La gente gritaba y algunos pedían auxilio entre los escombros. Todas las luces se apagaron y, como la mayor parte de las construcciones de la ciudad eran de adobe, la polvareda se levantó a tal extremo que, como una neblina densa, no nos dejaba ver siquiera unos metros adelante”, expresó, visiblemente sorprendido.

Ahora bien, enfoquémonos en la solidaridad que se desplegó en los días posteriores al terremoto, que en más de tres minutos destruyó la armonía de una ciudad caracterizada por la tranquilidad de sus calles. La población, junto con empresas privadas y entidades educativas, organizaron donaciones y ayuda humanitaria para los afectados. En el Estadio Nacional de Lima, se concentró gran parte de la ayuda. Asimismo, se habilitó nuevos puntos de recepción gracias a la colaboración de municipalidades, parroquias y organizaciones como Cáritas. La asistencia incluyó medicamentos, ropa, carpas, alimentos, donaciones de sangre y dinero, entre otros artículos.

La tragedia unió a comunidades enteras, que respondieron con una solidaridad ejemplar y una capacidad de reconstrucción admirable. (Andina)

A nivel internacional, la ayuda llegó rápidamente una vez conocida la gravedad de la situación. Los consulados del Perú en diversas ciudades internacionales abrieron cuentas bancarias para facilitar las donaciones monetarias. También se habilitaron módulos de vivienda temporal para los damnificados, y se enviaron hospitales de campaña, plantas potabilizadoras de agua, medicinas, sueros, frazadas, carpas, alimentos y agua, entre otros. Además, profesionales como médicos, psicólogos, trabajadores sociales y brigadistas de rescate fueron enviados desde diferentes partes del mundo.

El terremoto de Pisco en 2007 dejó lecciones duraderas en la población peruana. La devastación que sufrió la provincia reveló la fragilidad de la vida y la importancia de la preparación y la resiliencia ante desastres. La tragedia unió a comunidades enteras, que respondieron con una solidaridad ejemplar y una capacidad de reconstrucción admirable. La experiencia enseñó la necesidad de fortalecer los sistemas de alerta y respuesta, y de construir infraestructuras más seguras.