A pesar de su laicismo oficial, Perú se destaca como uno de los países con mayor arraigo al catolicismo. La devoción religiosa es parte integral de la vida cotidiana y las festividades, lo que refleja una herencia de la colonización española que ha moldeado la identidad cultural peruana durante siglos. Imponentes catedrales se alzan en plazas principales de las ciudades, y las procesiones multitudinarias establecen el ritmo del calendario anual.
En este contexto, es importante señalar que la nación peruana cuenta con numerosos feriados de carácter religioso. Celebraciones como la Semana Santa, el Día de la Inmaculada Concepción y el Día de San Pedro y San Pablo son ejemplos de cómo la fe continúa siendo un cimiento esencial en la vida de muchas personas.
Entre los feriados de carácter religioso, hay uno que destaca especialmente por su relación con la identidad nacional. Esta celebración es importante por dos motivos: primero, porque honra a una figura nacida en Lima, y segundo, porque esa figura es la patrona de la Policía Nacional del Perú (PNP) desde el 18 de septiembre de 1989. Se trata del feriado del 30 de agosto, dedicado a Santa Rosa de Lima.
¿Por qué las autoridades establecieron el feriado del 30 de agosto?
Según el Decreto Legislativo 713, cada 30 de agosto es feriado nacional en honor a Santa Rosa de Lima, la primera mujer de América en ser canonizada por la Iglesia católica. A lo largo de su breve vida, dedicó su existencia al cuidado de los enfermos y los niños; también practicó rigurosas disciplinas ascéticas y realizó penitencias por los pecados ajenos.
Al revisar la historia, se observa que en 1668 el papa Clemente IX beatificó a Santa Rosa de Lima en reconocimiento a su filantropía, milagros y premoniciones. Al año siguiente, se la proclamó patrona de Lima y del Perú.
Luego, en 1670, el papa Clemente X la consagró como patrona principal de América, Filipinas y las Indias Orientales. Finalmente, el 12 de abril de 1671, fue canonizada por el mismo pontífice, estableciendo el 30 de agosto como el día de su festividad, una fecha en la que múltiples naciones le rinden homenaje con la reverencia que merece su santidad.
Años después, las autoridades peruanas decretaron el 30 de agosto como feriado nacional, una fecha que, aunque no corresponde ni al nacimiento ni a la muerte de Isabel Flores de Oliva, conocida internacionalmente como Santa Rosa de Lima, se ha convertido en un tributo a su legado.
Santa Rosa de Lima y su vida dedicada a Dios
El 24 de agosto de 1617, Santa Rosa de Lima falleció en la ciudad peruana que lleva su nombre. Isabel Flores de Oliva, quien más tarde sería conocida como Santa Rosa, nació en Lima en 1586. La transformación de su nombre se debió a su madre, María de Oliva, quien la apodó así al notar que su rostro se sonrojaba con gran belleza. Su padre, Gaspar Flores, era un español mientras que su madre era huanuqueña.
A los 12 años, la familia de Santa Rosa se mudó a la ciudad de Quives, ubicada a unos 60 kilómetros de la capital peruana, debido al trabajo de su padre. Allí, la joven se dedicó al cuidado de ancianos, momento en que comenzó a sufrir una serie de dolencias como el reuma. Tras regresar a Lima, optó por una vida aislada del mundo social, ya convencida de su vocación religiosa.
En 1611, Santa Rosa se unió a la Tercera Orden de Santo Domingo, dedicándose fervientemente a la oración y la penitencia. Posteriormente, vivió en el santuario que lleva su nombre en el centro de Lima, lugar construido entre los siglos XVII y XVIII, donde comenzaron a registrarse milagros atribuidos a su intercesión. Entre ellos, se destacan sus supuestas curaciones milagrosas y el don de la profecía.
Un evento que sorprendió a los religiosos y fieles de la época ocurrió durante el desembarco de barcos piratas en el Puerto del Callao. Ante el peligro inminente, la mujer laica reunió a un grupo considerable de mujeres para orar por la salvación de la ciudad. Días después, el capitán de los invasores falleció misteriosamente a bordo de su barco, lo que provocó la huida de los enemigos. Este suceso milagroso reforzó su figura entre la población.
Se cuenta que curaba a los enfermos mediante una estampita de Jesús, a quien llamaba “niño doctorcito” y le rezaba diariamente. Según relatos, también se menciona que originó una lluvia de flores perfumadas ante el Papa Clemente, quien en principio era escéptico respecto a sus poderes y milagros.
En los últimos años de su vida, Santa Rosa ayudó en las tareas del hogar de don Gonzalo de Massa, un empleado del Gobierno, cuya esposa tenía gran afecto por ella. Su muerte a los 31 años, dejó un gran legado que, hasta la fecha, es reconocido y valorado por numerosos devotos alrededor del mundo.