El empleo formal es la vía más segura para reducir la pobreza y la desigualdad, de acuerdo con el Banco Mundial. En ese sentido, los responsables de formular políticas deben intensificar sus esfuerzos para hacer crecer las economías, de manera que se creen puestos de trabajo y empleo de alta calidad, asegura la entidad internacional. Asimismo, enfatiza que los países no pueden reducir el nivel de pobreza sin mejorar también el bienestar de las personas de manera integral, lo que incluye un acceso más equitativo a la salud, educación, infraestructura en general y los servicios básicos.
La organización multinacional, que trabaja con países en desarrollo con la finalidad de reducir la pobreza y aumentar el bienestar de sus poblaciones, no califica a los programas sociales como una herramienta para combatir la pobreza, contrariamente a la “estrategia” que implementaría el Gobierno peruano en 2025. Según lo expuesto en el Mensaje a la Nación por 28 de julio, el próximo año se entregaría una transferencia monetaria bimestral a hogares urbanos en condición de pobreza extrema, para contribuir con su canasta alimentaria.
En el Perú, en 2023, la pobreza extrema definida como aquella población que vive en hogares que no pueden cubrir el costo de la Canasta Básica de Consumo de Alimentos que asciende a S/ 251, fue de 5.7%. Poco más de 1.9 millones de personas, de acuerdo con estimaciones del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). La pobreza extrema en el área urbana fue de 3.2%, habiendo sido de un 2.2% en 2022 y 1% en 2019, año previo a la pandemia.
Los hogares y las personas en condición de pobreza extrema presentan múltiples necesidades. En cuanto a los hogares, por ejemplo, el 66.5% no cuentan con acceso a desagüe; un 14.8% evidencian condiciones de hacinamiento; y solo un 14.9% cuentan con acceso a internet. Mientras que, en las personas, por ejemplo, un 22.2% de los jóvenes entre 12 y 16 años no asisten a la escuela; un 13.4% no cuenta con el Seguro Integral de Salud (SIS); y el 97% del empleo es informal.
Si bien el asistencialismo apoyaría de manera temporal una población particular, no es suficiente para superar sostenidamente la pobreza. Ya lo dice el proverbio chino: “Dale un pescado a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”. Las políticas para reducir la pobreza deben apuntar a programas productivos, que desarrollen capacidades, para mañana más tarde no depender del asistencialismo del Estado.
En esa línea, la colaboración público-privada es fundamental para generar incentivos para los beneficiarios, sea en la forma de negocios propios, o sumándose a un mercado laboral formal y competitivo. De una u otra manera, percibirían ingresos y desarrollarían habilidades, lo que mejoraría permanentemente su capacidad adquisitiva y el consumo de sus familias.
No olvidemos también los desafíos que traen consigo las condiciones climáticas adversas, más aún en zonas poco o nada preparadas para mitigar sus impactos. Aumentos del precio de los alimentos, deterioro de las condiciones de salud y exposición a desastres naturales, como las inundaciones, son algunas de las consecuencias de tales condiciones, de acuerdo con el Banco Mundial. Dicha situación la conocemos, y bastante bien, porque describe perfectamente los efectos que generó el Fenómeno El Niño en nuestro país durante 2023.
Tengamos siempre presente que la inversión, más aún la privada, genera mayores oportunidades y es la principal herramienta contra la pobreza. El pueblo no quiere asistencialismo, sino que le enseñen a pescar.