“Si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”: la gloria del gran almirante del Perú, Miguel Grau

El 27 de julio de 1834 marca el nacimiento de Miguel Grau, un líder cuyo espíritu indomable y acciones heroicas en el Huáscar son recordadas como ejemplos de coraje y humanidad

Guardar
Miguel Grau nació en Piura
Miguel Grau nació en Piura en 1834, hijo de Juan Manuel Grau Berrío y Luisa Seminario del Castillo. Su infancia en Paita despertó su vocación marina. (Composición: Infobae)

Un día como hoy, el 27 de julio de 1834, nació en Piura el contraalmirante Miguel Grau Seminario. A lo largo de su vida, este notable marino y político peruano dejó una marca imborrable en la historia del Perú. Hijo del coronel colombiano nacionalizado peruano Juan Manuel Grau Berrío y de la piurana Luisa Seminario del Castillo, “El caballero de los mares” pasó su infancia en el puerto de Paita, donde nació su vocación marina. Desde muy joven, a los nueve años, se embarcó como aprendiz de grumete en un buque mercante, aunque su primer viaje se vio truncado por el naufragio de la nave frente a la isla Gorgona en 1843. Lejos de desanimarse, se embarcó nuevamente al año siguiente y durante la siguiente década navegó en doce distintas embarcaciones, recorriendo puertos de Asia, Estados Unidos y Europa, completando incluso una circunnavegación antes de retornar al Callao en 1853.

En 1854, Grau ingresó a la Marina de Guerra del Perú como guardiamarina, desempeñándose en el vapor Rímac, el pailebot Vigilante y el vapor de ruedas Ucayali. En 1856, ya con el grado de alférez de fragata, pasó a servir en la fragata Apurímac, integrándose plenamente al cuerpo de oficiales de la marina. Ese mismo año, se unió a la revolución conservadora de Manuel Ignacio de Vivanco contra el presidente Ramón Castilla, participando activamente en la sublevación con el teniente segundo Lizardo Montero, su coterráneo.

Tras la derrota de la revolución vivanquista, Grau fue expulsado de la Armada en 1858, lo que le llevó a volver a la marina mercante, donde navegó a lo largo de la costa peruana y ecuatoriana y viajó a la Polinesia en 1862.

Un favor del Congreso

Miguel Grau es admitido en
Miguel Grau es admitido en la armada nacional en 1854, cuando tenía tan solo 20 años y lo incorporan en la Guarda Marina.

Favorecido por una ley del Congreso, en 1863 Grau fue readmitido al servicio naval como teniente segundo, y poco después fue ascendido a teniente primero y enviado a Inglaterra para negociar la compra de unidades navales y supervisar su construcción. Regresó al Perú como comandante de la corbeta Unión, adquirida en Francia, y durante el trayecto fue ascendido a capitán de corbeta. Una vez en aguas peruanas, se unió a la revolución restauradora de Mariano Ignacio Prado, siendo ascendido a capitán de fragata en 1865.

Durante la guerra hispano-sudamericana, permaneció al mando de la Unión y participó en el combate de Abtao, librado el 7 de febrero de 1866 contra la escuadra española del Pacífico.

En 1867, Grau fue acusado de insubordinación junto con otros marinos por protestar contra la decisión del gobierno de contratar al comodoro estadounidense John R. Tucker como comandante de la armada peruana en una expedición naval proyectada para liberar Filipinas del dominio español. Tras ser apresado y sometido a juicio, fue declarado inocente, pero una vez más regresó a la marina mercante, donde navegó al mando de dos vapores de una compañía inglesa durante casi un año. En 1867 se casó con Dolores Cabero y Núñez, con quien tuvo diez hijos, y fue uno de los fundadores del Club de la Unión, un importante club social peruano, así como miembro del Club Nacional.

El amor por el Perú y su pasión por el Huáscar

A principios de 1868, Grau fue reincorporado al servicio naval como comandante del monitor Huáscar, siendo ascendido poco después al grado de capitán de navío. Desempeñó un papel destacado en la defensa del orden constitucional durante la rebelión de los coroneles Gutiérrez en 1872. En 1873, al mando del Huáscar, realizó un crucero por el sur peruano y el litoral boliviano ante la amenaza de un conflicto armado entre Chile y Bolivia. En 1874 fue comandante de la Escuadra de Evoluciones, recorriendo el litoral peruano entre el Callao e Iquique y colaborando en la debelación de la intentona golpista de Nicolás de Piérola.

En 1875, Grau fue elegido diputado por la provincia de Paita, por el Partido Civil. Su labor parlamentaria se interrumpió temporalmente para ejercer la Comandancia General de Marina entre 1877 y 1878, desde donde elevó un informe al Congreso de la República sobre el estado deficiente de los buques de guerra y las carencias de la Marina, formulando advertencias que resultarían proféticas.

La Guerra del Pacífico, iniciada el 5 de abril de 1879, encontró a Perú con una flota reducida y anticuada. Al estallar el conflicto, “El cabello de los Mares” obtuvo licencia del Congreso para volver al servicio activo y retomar el mando del Huáscar, siendo nombrado jefe de la primera división naval. Durante los siguientes cinco meses, desarrolló una intensa actividad naval que mantuvo en jaque a la poderosa flota chilena. Su primera gran victoria fue el combate naval de Iquique el 21 de mayo de 1879, donde hundió la corbeta Esmeralda y ganó el respeto unánime por su acción humanitaria de rescatar a los náufragos chilenos y enviar a la viuda del capitán de corbeta Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, una sentida carta con los efectos personales de dicho jefe.

En los meses siguientes, Grau realizó varias incursiones en aguas controladas por Chile, atacando sorpresivamente, hostilizando sus líneas de comunicación y bombardeando instalaciones militares en los puertos. El 27 de julio de 1879 fue ascendido a la alta clase de contralmirante. Finalmente, el 8 de octubre de 1879, frente a Punta Angamos, el Huáscar fue cercado por dos divisiones enemigas y se trabó un desigual combate. El valeroso peruano murió en los primeros minutos de la lucha, debido a una granada disparada por el acorazado Almirante Cochrane que destrozó su cuerpo. Sus oficiales y marineros continuaron la lucha hasta ser eliminados o puestos fuera de combate.

Solo con la eliminación de Grau y el Huáscar, que había actuado como una verdadera muralla móvil del Perú, los chilenos pudieron invadir territorio peruano tras seis meses de iniciada la contienda.

Dejó la vida por el Perú

Grau mantuvo en jaque a
Grau mantuvo en jaque a la flota chilena con acciones estratégicas y humanitarias, incluyendo el combate naval de Iquique en 1879. Su ascenso a contralmirante y su trágica muerte en la batalla de Angamos son puntos culminantes de su vida. (Lourdes Flores)

Los restos de Grau, inicialmente enterrados en Santiago de Chile, fueron repatriados en 1890 y trasladados a la Cripta de los Héroes en 1908. El 26 de octubre de 1946 fue ascendido póstumamente al grado de almirante. En su calidad de ex diputado, conserva una curul permanente en el Congreso de la República del Perú.

Durante la guerra, el Huáscar, bajo el mando de Grau, se convirtió en un símbolo de resistencia y heroísmo. La frase pronunciada por el almirante en un banquete en su honor, “Si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”, refleja su determinación y compromiso. La carta enviada a Carmela Carvajal de Prat, entregándole los valores encontrados en el cadáver del héroe chileno Arturo Prat junto con su espada, muestra la grandeza de Grau. En otra ocasión, escribió al capitán del Matías Cousiño, justificando la destrucción del buque chileno y destacando que su conducta fue inspirada por un sentimiento de humanidad.

Raúl Porras, en “Fuentes Históricas Peruanas”, resalta las palabras de Jacinto López sobre la campaña del Huáscar: “Mientras este solo buque peruano, el Huáscar, subsistiese, mientras el Huáscar estuviera en el mar, mientras Grau estuviera en el Huáscar, Chile no desembarcaría un solo soldado en territorio peruano”.

La frase de Jorge Basadre, “Como del carbón sale el diamante, así de la negrura de esta guerra sale Grau”, encapsula la admiración y respeto que la posteridad le debe al comandante del Huáscar. A pesar de la adversidad y los desastres de la guerra, Grau se convirtió en un símbolo de honor y sacrificio para el Perú, acompañado por las inmolaciones de héroes como Bolognesi y Ugarte.

Guardar