En pleno 2024, podemos ver una Lima con más de 10 millones de habitantes, una infraestructura avanzada, y una vida cultural y económica dinámica que refleja su rol como el corazón del Perú moderno.
Pero el país de 1821, era una nación en formación, con apenas un millón doscientas mil personas, mayormente indígenas, bajo una estructura social rígida.
Y al llegar ese sábado 28 de julio, en una mañana soleada y de nuevos aires, el general José de San Martín, conocido como “el Aníbal de los Andes” en referencia al militar cartaginés que cruzó los Alpes montado en elefantes, se presentó en la plaza de Armas de Lima y proclamó la independencia del Perú ante una multitud expectante.
Todas las sangres
Los registros históricos indican que cerca del 60% de la población eran indígenas, comúnmente llamados “indios” en la época. Era una sociedad de castas y jerarquías muy marcadas. En una carta de despedida escrita en 1820, el virrey Pezuela destacaba que indios, negros y criollos vivían en una constante animosidad mutua.
Socialmente, el Perú comenzó su vida independiente como una república dominada por propietarios y hacendados criollos, así como por campesinos mestizos, pastores indígenas y esclavos negros.
Según el historiador Raúl Palacios Rodríguez en su obra “Construcción política de la nación peruana”, el cambio de colonia a república no alteró significativamente la estructura social del país. Los criollos blancos tomaron los privilegios que antes tenían los españoles, manteniendo el statu quo.
Los mestizos, que habían sido despreciados durante el virreinato, ganaron legitimidad y se convirtieron en el soporte de la nueva aristocracia criolla. Sin embargo, la situación de los negros e indígenas no mejoró; en muchos casos, incluso se agravó, a pesar de su participación en las guerras de independencia.
Siempre la agricultura
El Perú de 1821 era principalmente rural, agrario y disperso, con más de 5,000 comunidades y numerosas haciendas y chacras. El analfabetismo era prevalente. Según el investigador Ítalo Sifuentes en su libro “Penas y gozos. 200 hechos que no conoces del Perú”, el censo de 1818 indicaba que las haciendas en los valles de Bocanegra y Carabayllo albergaban a más de 700 esclavos. En 1822, el precio de una criada era de 200 pesos.
A pesar de que en 1821 la minería generaba ingresos de tres millones de pesos y la agricultura duplicaba esta cantidad gracias a la exportación de productos como azúcar, cascarilla, lana y cueros, la naciente república ya mostraba una tendencia que perduraría: la falta de apoyo al sector agrario.
El diputado Ismael Contreras en el primer Congreso Constituyente se opuso a cualquier medida para fomentar la agricultura, argumentando que el país no disponía de los recursos necesarios para repartir tierras.
Ahora vengo yo
La costa peruana contaba con aproximadamente 300 haciendas, todas propiedad de grandes familias y de la Iglesia católica. Tras la independencia, los oficiales que participaron en la gesta emancipadora recibieron propiedades, convirtiéndose en nuevos terratenientes.
Los comerciantes españoles y realistas que se marcharon fueron reemplazados por anglosajones, mientras que marineros italianos y franceses se establecieron en el Callao y Lima, dominando sectores económicos clave.
Las ciudades peruanas eran pequeñas y, durante los años de la independencia (1821-1826), ninguna tenía una estructura urbana consolidada, ya que no estaban vinculadas a la actividad industrial.
Otro detalle a tomar en cuenta es que la comunicación entre las ciudades era escasa. Las recuas de mulas y sus arrieros indígenas recorrían la difícil geografía peruana. No fue sino hasta 1840 que el primer barco a vapor llegó al Callao, transformando el transporte y permitiendo el cabotaje entre puertos. Para 1851, el ferrocarril también revolucionó las comunicaciones.
En ese sentido, los viajes entre ciudades eran poco frecuentes y costosos. Una persona desde Iquitos tenía que salir por Brasil, navegar por el Atlántico hasta Panamá, y luego desembarcar en el Callao para llegar a Lima. Para ingresar a los pueblos liberados se requerían pasaportes y los controles patriotas eran estrictos.
Así era la capital
En 1821, Lima era la ciudad más importante de América del Sur, con una población de alrededor de 60 mil habitantes. El día de la proclamación de la independencia, unas 16 mil personas se reunieron en la plaza Mayor para vitorear a San Martín.
La ciudad estaba dividida en 10 distritos y 46 barrios, con 34 plazas públicas y 56 iglesias y conventos. El ruido de las campanas era tan persistente que en 1822 el gobierno emitió un decreto para regular los horarios de los repiques.
Economía en transición
El Perú llegó a la independencia con una economía inestable debido a la guerra prolongada entre patriotas y realistas, y la necesidad de España de financiar su conflicto contra Napoleón Bonaparte. La evasión de capitales por parte de españoles que regresaron a Europa también afectó las finanzas del nuevo país.
En ese sentido, la dependencia económica de Gran Bretaña se consolidó, y la falta de estabilidad financiera se evidenció en el primer informe de gestión del ministro de Hacienda, Hipólito Unanue, en 1822.
Durante su periodo, logró mantener la economía mediante donativos, préstamos y contribuciones, sin imponer excesivos impuestos a la población. Además, reorganizó las aduanas y fomentó la minería y el comercio exterior.
Lo que sí se convirtió en un verdadero problema fue el contrabando, que floreció debido a las altas tarifas aduaneras, y la ocupación del Real Felipe por Rodil hasta 1826, que dificultó el uso del puerto del Callao, obligando a habilitar caletas para el tráfico marítimo. La agricultura y la minería sufrieron por la guerra, y la falta de mano de obra fue un problema persistente.
La creación del Banco Nacional de la Emisión fue una respuesta a la escasez de moneda circulante. Diversas monedas americanas y productos como cacao, coca y algodón se utilizaban como medio de intercambio en las provincias. Así se gestó el Perú en sus primeros años de independencia.
Tal como se puede ver, el Perú ha experimentado muchos cambios a lo largo de su historia republicana. Aunque a veces parece haberse quedado en el tiempo.