Memorias colectivas: Un vínculo con la historia

A través de historias, cuerpos y culturas, construimos identidades bajo ataques frecuentes, asegura la antropóloga María Eugenia Ulfe

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Foto referencial.  EFE/ Enrique G. Medina
Foto referencial. EFE/ Enrique G. Medina

El olor de la comida casera, un dolor en el cuerpo, una fotografía carné, una película, una canción que gusta, un color preferido, una sensación, un pensamiento, tienen la capacidad de despertar un recuerdo. Traen al presente esa experiencia que nos dejó una marca, una huella. Es más, algunas vidas quedan marcadas por estas y se convierten en filtros por los que pasa el resto de su existencia. Darle sentido a ese recuerdo es una práctica social, es poder contar una historia. En algunos lugares, la memoria se expresa a través del cuerpo; por ejemplo, en las danzas o representaciones artísticas. Podemos hablar de esas memorias colectivas y sus interacciones necesarias para consolidar una forma de conocer y aprehender el mundo. Pero cuando hablamos de memoria, también lo hacemos de las cicatrices en el cuerpo, de los dolores profundos aún latentes, de momentos que transformaron vidas (y también familias) enteras.

Entonces, la memoria se piensa desde el presente para traernos sucesos anteriores. Es un ejercicio de selección: qué queremos contar, cómo queremos contarlo, qué precisamos, con urgencia, para que perdure. Aun en tiempos cuando la verdad está en disputa, la memoria es el ejercicio de darle sentido, una interpretación y explicación a una vivencia. Y es que la memoria siempre cuenta con una dimensión política: cómo queremos que ciertos hechos del pasado queden recordados y hasta escritos. También tiene una dimensión pública, pues muchas veces es un campo de batalla. E Incluye una dimensión cultural que atraviesa mucho de lo que somos y nuestras identidades.

Estas dimensiones de la memoria las vemos siempre bajo ataque. Nada más propicio que la diversidad para incomodar. La memoria es como ese resto que se resiste. Ni los intentos más duros de borraduras totales, como es el caso de la desaparición forzada, son completos. Siempre queda algún rastro, cicatriz o dolor que puede dar cuenta de que esa persona existió. Nuestro país tiene muchas historias como estas y también de buscadoras y buscadores que persisten para recuperar algo de su ser querido.

Es importante reflexionar sobre el tema cuando el Congreso ha aprobado una ley para la impunidad de quienes cometieron crímenes de lesa humanidad. Frente al negacionismo, es más necesario que las personas tengan los recursos necesarios para construir sus memorias. Si la memoria se concibe desde una dimensión política y pública, esta es también un derecho: es la lucha por la verdad y por construir sociedades que hagan las cuentas con sus pasados.

María Eugenia Ulfe
María Eugenia Ulfe
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