El Ministerio de Cultura de Perú logró la recuperación de 1.891 hectáreas de la Ciudad Sagrada de Caral, terreno que había sido ocupado ilegalmente por más de una década y destinado al cultivo de paltos. Gracias a esta intervención, el terreno, que es intangible, imprescriptible e inalienable, fue restituido al Estado peruano.
El operativo se llevó a cabo con el respaldo del Ministerio del Interior, la Policía Nacional del Perú, el Poder Judicial, la Procuraduría Pública del Ministerio de Cultura y la Procuraduría General del Estado (PGE). La diligencia estuvo a cargo del titular del Juzgado Civil de Supe y participaron 120 agentes de la Policía Nacional, quienes recuperaron el terreno de manera pacífica, según indicó el Ministerio de Cultura.
El Ministerio recordó que la ocupación de áreas intangibles constituye un delito sujeto a sanciones penales y multas. La Ciudad Sagrada de Caral, reconocida como el principal centro urbano de la Civilización Caral —la más antigua de América—, fue inscrita en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2009, lo que confirma su valor universal excepcional.
Ubicada en el kilómetro 184 de la Panamericana Norte, a aproximadamente cuatro horas de Lima, en el valle de Supe, provincia de Barranca, Caral abarca cerca de 68 hectáreas y fue construida hace 5000 años (3000 – 1900 a.C.). El sitio incluye una zona nuclear con 32 edificios públicos y varias residencias, así como dos zonas periféricas, una de las cuales limita con el valle de Supe.
La ciudad más antigua de América y patrimonio mundial
Según declaraciones de la doctora Ruth Shady, directora de la zona arqueológica de Caral, este sitio de 66 hectáreas es uno de los más grandes de América y representa la civilización más antigua del continente. Las investigaciones revelan que su economía se basaba en la agricultura y la pesca, estableciendo redes de intercambio con asentamientos y poblaciones distantes desde el 3000 a.C.
La construcción de la ciudad monumental se desarrolló entre los años 2700 y 2550 a.C., y nuevas urbes surgieron en los valles de Supe y Pativilca entre 2550 y 2400 a.C. La influencia de Caral abarcó vastas regiones, desde el norte en Ventarrón, Lambayeque, hasta los valles sureños del Chillón, Rímac y Asia.
Ruth Shady explica que la sociedad Caral alcanzó altos conocimientos científicos y tecnológicos, intercambiando recursos como el molusco Spondylus de Ecuador y sodalita de Bolivia. Además, adoptaron prácticas funerarias de la cultura Chinchorro de Chile, lo cual subraya sus extensas interacciones culturas.
La arquitectura de Caral, libre de muros defensivos y ubicada sobre una terraza para evitar desastres naturales, incluye seis pirámides con escaleras orientadas hacia estrellas y altares con fuego central. Destacan sus dos plazas circulares hundidas, posiblemente usadas en ceremonias religiosas.
El equipo arqueológico de Shady trabaja en 12 asentamientos con el propósito de entender el sistema social y la evolución de Caral a lo largo de mil años, hasta su colapso por un cambio climático severo que desertificó el valle de Supe y provocó el abandono de las ciudades hacia 1900 a.C.
La doctora Shady destaca que fenómenos extremos como terremotos, lluvias intensas y sequías prolongadas devastaron esta civilización, que eventualmente sufrió hambrunas hasta su desaparición. Caral es un testimonio de una cultura avanzada que logró grandes avances en su época pero sucumbió a los caprichos de la naturaleza.