Es sabido que el conjunto del patrimonio histórico arquitectónico de Lima se encuentra entre los más grandes de América Latina. Los siglos de colonización y mestizaje dejaron valiosas casonas, paseos, villas y monumentos; de igual manera, la etapa republicana contribuyó a incrementar este número de edificaciones patrimoniales. La preservación de estas casonas y monumentos es importante no solo porque mantienen viva la historia de la fundación de Lima, sino porque las casonas con balcones coloniales, las fachadas de grandes pórticos y las calles con enormes paredones y ventanas de herrería artística, con presencia de molduras, órdenes y decoración historicista, todo el conjunto mantiene viva la identidad del Perú.
Se trata de una parte viva de la ciudad donde se identifican todos los peruanos. Este patrimonio es un valor ligado a la ciudad - en cuanto escena urbana - que registra el paso del tiempo. En el caso de Lima, disminuyendo cada vez más. En la actualidad, según el Programa para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima), se tienen registrados 735 inmuebles declarados como monumentos históricos, donde se estima que se alojan 188 mil personas, muchas veces en condiciones precarias, con hacinamiento y falta de condiciones higiénicas.
Sin embargo, se puede afirmar que, al día de hoy y contra lo que muchas personas creen, la presión del desarrollo urbano no es la causa principal que ha afectado a este parque arquitectónico monumental. Tampoco es la desidia o el abandono la razón por la que muchas de estas edificaciones se convierten en talleres, almacenes o fábricas o – a veces - se espera a que se derrumben solas para luego venderse como predio urbano (y urbanizable) sin valor patrimonial. En mi opinión la causa principal es una combinación de factores:
- La primera y más importante es el criterio que sigue la reglamentación para intervenir en el patrimonio histórico.
- Las edificaciones están ocupadas con hacinamiento de familias.
- Las edificaciones están en un estado ruinoso y se están derrumbando por la falta de mantenimiento.
- Se disponen para otros usos no urbanos como, por ejemplo, talleres, almacenes, comercios, entre otros.
Antes de continuar y considerando la importancia de la problemática; así como, de la solución que planteamos, conviene revisar la “Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación” (Ley N°28296)”, en sus artículos:
Articulo 7°.- Propiedad de los bienes muebles
7.3 Toda acción orientada a la restauración o conservación del bien debe ser puesta en conocimiento del organismo competente.
Artículo 20°.- Restricciones a la propiedad
Son restricciones básicas al ejercicio de la propiedad de bienes muebles e inmuebles integrantes del Patrimonio Cultural de la Nación:
b) Alterar, reconstruir, modificar o restaurar total o parcialmente el bien mueble o inmueble, sin autorización previa del Instituto Nacional de Cultura en cuya jurisdicción se ubique.
Artículo 22°.- Protección de bienes inmuebles
22.1 Toda obra pública o privada (…) o cualquier otra que involucre un bien inmueble integrante del Patrimonio Cultural de la Nación, requiere para su ejecución de la autorización previa del Instituto Nacional de Cultura.
Es decir que, para intervenir un inmueble protegido se debe de consultar y tener la aprobación de Instituto Nacional de Cultura. En mi opinión, la excesiva reglamentación es la causa del deterioro del parque patrimonial. Y es esta es la más importante porque las tres siguientes que menciono líneas arriba tienen como origen la falta de intervención del propietario para restaurar la vivienda.
Considero que, el criterio que rige la normativa y que establece que cada casona no se puede intervenir sino solo para restaurarla y devolverla exactamente a su estado original cuando los usos de los ambientes y dependencias han cambiado, es la fuente de todos los problemas. Estoy de acuerdo en que hay que proteger el patrimonio por las razones que se han expuesto arriba, pero debería de flexibilizarse el criterio de intervención para poder buscar alternativas que sean rentables para el propietario como, por ejemplo, adaptar el espacio interior para vivienda y/o otros usos comerciales dentro de la misma, manteniendo o restaurando los elementos arquitectónicos que le dan carácter y valor a la vivienda. En este punto podría fijarse un porcentaje en función de su grado de conservación o deterioro, además, de restaurar la fachada exactamente a su estado original, dado que el máximo valor patrimonial común es la calle. Tal vez estas opciones eviten la estadística que señala que “cada fin de semana se destruye una antigua edificación en el Centro Histórico de Lima con valor patrimonial”, según el Colegio de Arquitectos del Perú.
La puesta en valor de un centro histórico patrimonial genera riqueza, turismo para conocer la ciudad, actividades diurnas y nocturnas; así como, la posibilidad de pernoctar una o más noches en el centro histórico. Si comparamos con ciudades como Cartagena, Panamá o Ciudad de México, Lima no estaría a la altura, por no mantener esta herencia cultural cuyo valor intrínseco pertenece a todos. Estas otras ciudades han trabajado mucho en restaurar, mantener y conservar sus edificios más emblemáticos y sus monumentos.