Dentro de la historia criminal del Perú, hay algunos personajes que han pasado a la posteridad no solo por los delitos cometidos, sino también, por lo que pasó con ellos después de pasar algún tiempo en prisión.
Tal vez el más célebre de todos los asesinos que han aparecido en esta tierra sea el popular Mario Poggi, quien solo se volvió una especie de se ‘superstar’ que se paseaba por los canales de televisión con su cabello pintado de verde, contando sus curiosas historias.
Pero muy poco se ha explorado sobre cómo fue su vida y qué lo motivó al cometer el crimen que, paradójicamente, lo llevaría a la fama.
Primera etapa
Mario Augusto Poggi Estremadoyro, nacido en Lima el 3 de marzo de 1943 y fallecido el 26 de febrero de 2016, fue un artista, psicólogo, escultor y humorista peruano. Su vida estuvo marcada por múltiples facetas, desde su niñez hasta sus últimos años, pasando por etapas de fama y controversia.
Este personaje tuvo una infancia de la que se conoce poco, salvo que estudió en el colegio privado “San Julián” en Barranco, Lima, y se graduó en 1960. A los 15 años, comenzó a trabajar como fonomímico con reconocidos payasos locales como Carlos Castro Pat, Cayo Pinto y Rulli Rendo.
Más tarde, ingresó a la Universidad Ricardo Palma para estudiar psicología, obteniendo su primer título de Bachiller. Posteriormente, viajó a Europa, donde recorrió España, Francia e Italia, y estudió criminología en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.
Poggi también fue escritor, publicando dos libros: “Mi primer pajazo” en 1970 y “Yo solo sé que soy un imbécil” en 1997. Durante los años setenta, trabajó en Piura, Perú, en una dependencia local del SINAMOS, una institución creada por la dictadura militar de la época. Se casó con la periodista Carmen Manrique Argüelles, con quien tuvo dos hijas, Karla Estela y Lorena, aunque el matrimonio terminó en divorcio.
Todo cambió
A principios de los ochenta, Poggi trabajó como psicólogo en la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y comenzó a aprender ventriloquia, destacándose por su estilo de vestir llamativo y excéntrico.
En 1986, Lima vivía bajo el temor de un asesino en serie conocido como “El Descuartizador de Lima”, responsable de varios asesinatos brutales. El 6 de febrero de ese año, la policía detuvo a Ángel Díaz Balbín, un hombre de 30 años, como principal sospechoso.
Poggi fue llamado para evaluar la condición mental del detenido y verificar si sufría de paranoia. Durante el interrogatorio, el especialista prometió a los periodistas de la revista Caretas que haría confesar al asesino bajo hipnosis.
El 9 de febrero de 1986, Poggi, en un momento de controversia y supuesta desesperación, estranguló a Díaz Balbín con una correa, alegando que lo hacía para evitar que continuara matando. Por eso fue juzgado por asesinato premeditado y condenado a 12 años de prisión, aunque solo cumplió 4 años y 8 meses en el penal de San Jorge.
Nace el personaje
Tras su liberación en 1991 por buena conducta, Poggi se alejó de la psicología y adoptó una imagen más excéntrica, tiñéndose el cabello de verde y ganando popularidad como una especie de celebridad “freak”. Durante la década de 1990, fue un invitado frecuente en programas de televisión, donde su comportamiento fuera de lo común le aseguraba un lugar en la pantalla.
En 1997, publicó su autobiografía “Yo solo sé que soy un imbécil”, una obra llena de errores ortográficos y tipográficos, deliberadamente preservados para mantener su autenticidad. La obra contiene citas delirantes, pasajes de su vida y críticas de arte sobre sus esculturas.
Al llegar el año 2000, Poggi participó en la filmación del largometraje “Mi crimen al desnudo”, basado en el asesinato de Díaz Balbín. El proyecto, dirigido por Leónidas Zegarra, se estrenó en 2001 y contó con un presupuesto muy limitado. La película no recuperó su inversión y generó un remake titulado “Vedettes al desnudo”.
La política fue un campo que también se atrevió a explorar al intentar formar un partido político llamado “Partido La Reconchatumadre” para postularse a la presidencia del Perú en las elecciones del 2006.
Pero a medida que su popularidad disminuía y los medios de comunicación se cansaban de su histrionismo, Poggi terminó trabajando como vendedor ambulante en el parque Kennedy de Miraflores, donde cantaba y vendía sus libros.
La última travesura de Poggi fue en el 2007, cuando causó un revuelo nacional al presentar a un supuesto hijo del periodista Jaime Bayly, aunque la noticia resultó ser falsa. En sus últimos años, militó en el Partido Nacionalista Peruano, aunque más por notoriedad que por convicciones políticas.
Finalmente, Mario Poggi falleció el 26 de febrero de 2016 a causa de un infarto cardíaco. Su velorio se realizó en la iglesia Virgen de Fátima en Miraflores. Su vida y obra, marcadas por la controversia y el arte, dejaron un legado singular en la historia peruana.