Miguel Gutiérrez, el escritor que retrató la sociedad peruana de manera cruda: las pérdidas que lo marcaron y la vida del autor de “La violencia del tiempo”

Infobae Perú conversó con los familiares del literato sobre su vida y obra. Cuando la vida le arrebató a su primera esposa e hijo, él continuó dedicándose incansablemente a la literatura.

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El literato dejó un legado invaluable a la literatura peruana, caracterizado por su exploración de temas sociales, históricos y políticos. 
(Casa de la Literatura)
El literato dejó un legado invaluable a la literatura peruana, caracterizado por su exploración de temas sociales, históricos y políticos. (Casa de la Literatura)

Miguel Gutiérrez ingresó al café Haití con la parsimonia que caracteriza a las personas de la tercera edad, pero con la energía y el ánimo de un joven entusiasmado por un nuevo proyecto. Unas pocas canas, como hilos de plata entrelazados en su cabello oscuro, resaltaban junto a sus ojos brillantes, llenos de vida y esperanza. Arrastraba los años en sus pasos lentos, pero su espíritu parecía desafiar el peso de la edad, impulsado por la emoción de un proyecto literario que le había robado horas de sueño. La piel curtida, mapa de años y experiencias, se tensaba con cada sonrisa que esbozaba, mientras sus pensamientos volaban, siempre centrados en esa idea que ocupaba su mente día y noche.

No estaba solo en medio del establecimiento, donde personas bien vestidas conversaban como si no tuvieran problemas en una sociedad llena de desigualdades e injusticias. El escritor no prestó atención a las charlas de los comensales, quienes sonreían al igual que él, pero por motivos muy distintos. Mientras él celebraba sus proyectos literarios, los demás probablemente lo hacían por los éxitos de sus empresas, sus vacaciones en el extranjero o los nuevos autos del año que habían adquirido. Había una distancia abismal en las razones de su felicidad, como si reflejaran mundos completamente diferentes bajo el mismo techo.

Al costado del novelista y ensayista se encontraba Mendis Inocente, una mujer que se había acostumbrado a ver a un hombre dibujar sobre el papel historias que ella pintaba con colores intensos como el rojo. También se había habituado a presenciar el preciso momento en que una sonrisa se dibujaba en su rostro. Lo que sucedió en aquella noche quedó grabado en su memoria, puesto que fue la última que compartió con él en un lugar donde, sin importar el motivo, todos eran felices.

Miguel Gutiérrez con sus mejores amigos en una conferencia. 
(Aníbal Meza)
Miguel Gutiérrez con sus mejores amigos en una conferencia. (Aníbal Meza)

Aquella mujer no era únicamente su amiga, ni su cómplice, ni su amante; era todo eso junto y más, fortalecido por el lazo conyugal que los unía en una relación duradera. Ella, junto a Anne-Marie Hocquenghem, escuchó a Gutiérrez Correa hablar con gran entusiasmo sobre el nuevo libro que publicaría y con el cual completaría su trilogía sobre el periodo de la guerra interna. Ya había publicado las novelas “Confesiones de Tamara Fiol” y “Kymper”, y solo faltaba un libro que se llamaría “Apuntes sobre Deyanira Urribarri”.

En el libro “Miguel Gutiérrez (1940-2016): Libro de homenaje” de Aníbal Meza, Mendis contó que esa noche brindaron con algunas copas de vino y comieron piqueos hasta las 10 de la noche. Mientras bebían, la muerte parecía acechar, pero el espíritu vivaz del autor de “La violencia del tiempo” la habría espantado. Lo cierto es que esa fue la última vez que habló de literatura como si no existiera un mañana.

“Mi adorado esposo fue el que más habló y se le veía saludable, alegre y sin presagiar que esa noche se le iba la vida, retornamos a casa”, escribió la eterna compañera del autor peruano.

Ocho años después de la partida del escritor, el recuerdo de esa noche permanece vívido como si el tiempo no hubiera pasado. Infobae Perú recogió las declaraciones de Mendis Inocente, la esposa de Miguel Gutiérrez, y pudo comprobar que lo que ella plasmó en el papel cobra vida cada vez que le preguntan por los gratos momentos que pasó con el escritor.

Al literato se le catalogó como uno de los representantes del realismo. 
(Andina)
Al literato se le catalogó como uno de los representantes del realismo. (Andina)

“Extraño escucharlo. Por ejemplo, hablaba de su novela en desarrollo y los problemas con tal o cual personaje. Vivía en el mundo de la novela, y sus pocas distracciones eran conversar, comprar libros, disfrutar de una película, una pelea de box o un partido de fútbol. Siempre fue un ser humano muy sensible; sufría por el dolor ajeno y le daba mucha rabia ver las noticias sobre la miseria”, expresó Mendis.

Efectivamente, el escritor vivía en el mundo de la novela y se acercó a ella de manera formal en la pubertad, etapa en la que fue testigo de la pobreza, las diferencias sociales y el racismo. En un barrio de Piura, Gutiérrez dedicaba tiempo a los estudios y a jugar con sus amigos; sin embargo, su vida tomó otro rumbo desde que leyó “Crimen y castigo”, un libro que le ofreció una nueva perspectiva de la vida y del que no se desprendió hasta terminarlo. Con el pasar del tiempo, leyó otras obras de Fiódor Dostoyevski, sin imaginar que este autor jugaría un rol importante en su futura carrera literaria.

Este medio de comunicación también se contactó con Dimitri Gutiérrez, hijo del ilustre literato, con el fin de conocer pasajes poco conocidos del escritor y ofrecer una visión más íntima y personal de su vida.

“Durante mi infancia, mi padre tenía un gran sentido del humor, siempre haciendo bromas con un toque socarrón. En mi adultez, noté que la intensidad de sus alegrías se redujo. La pérdida de mi madre y mi hermano le afectó mucho”, indicó Dimitri, visiblemente conmovido. Es menester señalar que Vilma Aguilar, la madre de mi entrevistado, murió en 1992, año en el que el Perú estaba dividido y el conflicto armado interno mantenía en zozobra a la población.

A pesar de estos sucesos tristes que enlutó a su familia y al Perú, el egregio escritor continuó escribiendo, e incluso tenía proyectos literarios en sus últimos años de vida. De esto fue testigo Dimitri. “Él quería seguir dedicándose a escribir ensayos y novelas. Nos compartía sus planes, diciendo: ‘Primero voy a publicar una colección de ensayos, luego retomaré este tema para una novela’. Tenía numerosos proyectos y grandes ambiciones literarias. Creo que estaba, quizás, en el mejor momento de su carrera tanto literaria”, sostuvo.

El novelista acompañado de sus amigos. 
(Aníbal Meza)
El novelista acompañado de sus amigos. (Aníbal Meza)

A menudo se dice que los escritores convierten su dolor en arte, y Miguel Gutiérrez hizo precisamente eso. Sus experiencias personales y el dolor que lo acompañaban se convirtieron en el motor de su creatividad. La escritura fue su válvula de escape y su forma de dar sentido a las adversidades de la vida. Mendis se dio cuenta de esto unos años más tarde, cuando se acercó a él con sus sentimientos genuinos, aquellos que se habían incubado en su corazón desde los días universitarios.

“Me enamoré calladamente a los 17 años y ahora lo confieso, y no por puritana sino por respeto a Vilma, pues ya había ‘indagado’ que era casado y que tenían un hijo y era Dimitri; sin más que hacer, había que, como ya lo dije, ‘huir del amor prohibido’ y para no ‘enamorarlo’ (le dije bromeando un día) me alejé por largos años, siguiendo sus pasos a la distancia y a través de sus libros (...) pero mi soledad seguía su curso hasta que, por fin, esa soledad terminó en noviembre-diciembre del 97, cuando nos reencontramos y desde entonces compartimos una vida juntos, entre libros y libros y fui muy feliz a su lado”, relató.

Luego de que su amor se sellara con el matrimonio, Mendis se convirtió en su fiel compañera y lo escuchaba en cada momento con la atención de dos enamorados en plena efervescencia del amor. Ella fue la primera lectora de sus creaciones literarias.

“Entendí perfectamente que para ser feliz mi vida con el escritor, yo no tenía que competir con la novela sino más bien incorporarme en su trabajo, compartir su pasión. Nunca me cansé de escucharlo hablar siempre de sus autores preferidos, no cesaba de hablar de Dostoyevski, Tolstoi, Balzac, Stendhal, Joyce, Kafka, Faulkner, Hemingway, Borges, Rulfo, García Márquez y también de autores peruanos como Alegría, Arguedas, Vargas Llosa y muchos otros contemporáneos”, mencionó.

Nuestro compatriota también se dedicó al ensayo. 
(Andina)
Nuestro compatriota también se dedicó al ensayo. (Andina)

El nacido en Piura no solía preparar esquemas cuando se enrumbaba en proyectos literarios. La historia que anhelaba contar la iba hilando en los recovecos de su mente. En el libro de “Miguel Gutiérrez (1940-2016): Libro de homenaje”, la cónyuge se lamentó de no haber tenido una grabadora cuando el ‘fabulador infatigable’ tomaba la palabra para contar historias que plasmarían en el papel.

“Cómo lamento ahora no haberme provisto de una grabadora de alto nivel, porque debí haber grabado las historias que ya las tenía completas y registradas en su memoria. lamento que se haya perdido, por ejemplo, ‘Eternamente LuSin’ o ‘Buscando a Fedra’, títulos provisionales. (...) Esa novela era de otro corte, erótico-satírica, me decía, ya la tenía toda, como siempre, en su mente y que cada vez lo fue contando por capítulos con algunas variantes; tonta, tonta de mí que nunca imaginé siquiera que la muerte lo iba alcanzar en cualquier momento”, sostuvo.

El también ensayista no necesitaba una grabadora para registrar sus historias porque conocía a muchas personas (amigos y familiares) que sabían escuchar con atención. Ellos asimilaban los relatos, recordaban las tramas y luego daban su opinión. Tal es el caso de Aníbal Meza, doctor en Psicología y profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Infobae Perú conversó con el docente, quien recordó con nostalgia a su amigo. “Yo tuve el privilegio de tener las primicias. Él me llamaba a las 6:30 de la mañana, ya que a las 7 se acostaba. Mi amigo empezaba a trabajar a las 11 de la noche”, señaló. En esas llamadas, ambos conversaban sobre literatura. No solo hablaban de libros y ficciones; en sus tertulias también había espacio para un deporte en particular.

El 13 de julio de 2016, Miguel Gutiérrez falleció. 
(cpalc.org)
El 13 de julio de 2016, Miguel Gutiérrez falleció. (cpalc.org)
“Lo llamaba para informarle que había una pelea en un canal de TV. Él era un fanático del box, admiraba a Muhammad Ali”, indicó.

Pero lo que más recuerda Aníbal, y con lujo de detalles, es un acontecimiento que le entristeció al escucharlo, pero que a la vez le llenó de alegría al saber que su amigo confiaba en él.

“Yo recuerdo textualmente sus palabras. Él me dijo: “Si algo me llegara a pasar, publica mi novela”, dijo el profesor de San Marcos. Lo que le había entregado el escritor era el manuscrito de la novela “La violencia del tiempo”, un libro que ha recibido elogios de los lectores y la crítica. Es preciso señalar que el amigo del literato mencionó los temas que abordó Gutiérrez en sus creaciones literarias.

(…) Sus novelas y ensayos son materiales imprescindibles para reflexionar sobre muchos aspectos críticos: la educación moral centrada en el miedo y el castigo como la educación religiosa, una educación que fomenta la heteronomía (El viejo saurio se retira), el problema de la identidad nacional (La violencia del tiempo, Poderes secretos), el problema del mestizaje (La violencia del tiempo, Poderes secretos), el de la discriminación racial y socioeconómica (Hombres de caminos, La destrucción del reino, La violencia del tiempo, Una pasión latina), el de la violencia de género y el feminicidio (Una pasión latina), la complejidad y los avatares de la vida política (Confesiones de Tamara Fiol y Kymper), las concepciones de la historia peruana (La violencia del tiempo y Poderes secretos), escribió Aníbal es su libro que rindió homenaje al padre de Dimitri.

Respecto a “La violencia del tiempo”, Dimitri señaló que su progenitor empezó a escribir este libro lejos de su patria. “Recuerdo que en China había borradores de algunos capítulos que más adelante tomarían forma dentro de la novela. Lo recuerdo porque solía husmear en sus escritos y, normalmente, en su escritorio estaban las carillas de lo que él ya había escrito. A veces, en tertulias con colegas o amigos, se animaba a leer pasajes de su obra en progreso”, contó.

Portada del manuscrito de "La violencia del tiempo". 
(Aníbal Meza)
Portada del manuscrito de "La violencia del tiempo". (Aníbal Meza)

“La violencia del tiempo”, una novela total

“La violencia del tiempo” es una novela que examina la historia del Perú desde la independencia hasta mediados del siglo XX, a través de la perspectiva del joven estudiante y escritor Martín Villar, quien busca reconstruir sus orígenes familiares tras descubrir su condición de mestizo.

La obra, de más de mil páginas, permite al autor transitar por diversos acontecimientos históricos tanto locales como internacionales, tales como la Comuna de París, la Semana Trágica de Barcelona y la construcción del Canal de Panamá. A medida que Martín Villar profundiza en su genealogía, ofrece una reflexión sobre la identidad, la memoria y el mestizaje en Perú.

Sobre esta novela, el crítico literario Alexis Iparraguirre y autor de la novela “El inventario de la naves” dio su apreciación a Infobae Perú. “Es una construcción de la ficción de la historia del Perú en la que existe un grupo de personas que no puede contar su historia. Quieren recordar el pasado, pero este siempre parece estar borrándose. Martín Villar, uno de ellos, se da cuenta de que allí donde la historia se ha borrado para él y su familia, ha habido actos de opresión, injusticia o discriminación brutal, incluyendo asesinatos y otras formas de violencia”, sostuvo.

Este manuscrito fue entregado a Aníbal Meza, amigo del ilustre escritor. 
(Aníbal Meza)
Este manuscrito fue entregado a Aníbal Meza, amigo del ilustre escritor. (Aníbal Meza)

En otro momento de la entrevista, el literato señaló que en sus páginas se retrata la violencia que padecen los oprimidos. “En la novela hay una progresiva toma de conciencia. “Parece obvio que la familia Villar no olvidará las ofensas que se cometieron contra su linaje”, señaló.

Al igual que muchos críticos literarios y lectores peruanos, el intelectual destacó “La violencia del tiempo” por su complejidad:

“Para leer este libro, es necesario ser un lector de literatura. No puedes abordarlo de la misma manera que, por ejemplo, una novela de Jaime Bayly. Para aprovechar plenamente la novela y extraer todo su significado, es importante tener conocimiento del boom latinoamericano, la novela francesa realista del siglo XIX, la novela rusa del mismo período”.

Finalmente, es menester señalar que el trabajo de Gutiérrez ha sido objeto de intensos debates debido a su filiación marxista. A pesar de nunca haber pertenecido formalmente a ningún partido u organización política, en varios momentos de su vida estuvo a la sombra de esta ideología. La controversia en torno a su obra ha derivado, en muchos casos, en su descalificación literaria. Sin embargo, no podemos negar que sus ficciones tuvieron una calidad y reflejaron los problemas de la sociedad peruana de manera cruda.

“Me parece que a la gente le gusta mucho enfocarse en su periodo ensayístico, una etapa en la que el escritor muestra opiniones radicales. Con el tiempo, aparecen sus mejores ficciones y, a la vez, las críticas sobre su ideología. Algunos quisieron encontrar en sus ficciones la confirmación de su extremismo, pero sus novelas tomaban otra dirección”, sentenció Iparraguirre.

Miguel Gutiérrez dejó un legado invaluable a la literatura peruana, caracterizado por su exploración de temas sociales, históricos y políticos. A través de sus obras, el literato abordó la complejidad de la sociedad peruana, retratando tanto sus sufrimientos como sus resiliencias. Novelas como “La violencia del tiempo”, “Confesiones de Tamara Fiol” y “Kymper” exploran la lucha de clases, el impacto de la violencia y la identidad cultural del Perú. Es preciso señalar que “El viejo saurio se retira” fue incluido al Plan Lector de los colegios nacionales. Esto sucedió gracias a un lector anónimo que recomendó la compra de 55 mil libros.

Como colofón de esta nota, presentamos el anhelo de Dimitri, el hijo del destacado literato peruano:

“Me gustaría que lo lean en principio y también que su obra sea mucho más difundida, no solo dentro del Perú sino en todo el mundo. Mi padre fue un hombre de convicciones, que no temió a la autocrítica. Su obra continuará imponiéndose con el tiempo, más allá de las mezquindades que presenció durante su vida”.

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