En pleno Centro Histórico de Lima, la avenida Dos de Mayo se ha convertido en un escenario de caos y desorden. Cada día, comerciantes informales y tricicleros ocupan sus calles, desafiando los esfuerzos de la Municipalidad de Lima por desalojarlos. Los vecinos del lugar denuncian que esta situación lleva años sin solucionarse y sienten abandonados por las autoridades.
A partir del mediodía, el jirón Miguel Baquero, una vertiente de la avenida Dos de Mayo, se transforma en un mercado informal. Los tricicleros venden frutas, golosinas y verduras utilizando megáfonos que generan un ruido ensordecedor, la contaminación sonora se ha vuelto insostenible. A pesar de que la Municipalidad de Lima intentó intervenir, los ambulantes se resisten a dejar el lugar.
La Gerencia de Fiscalización de la Municipalidad de Lima emitió informes que confirman que los niveles de ruido exceden lo permitido. Sin embargo, los operativos de control son esporádicos y no logran solucionar el problema de fondo.
Otros problemas que afectan la tranquilidad de los vecinos
Kevin Vázquez, coordinador general del sector 10, señala que las quejas de los vecinos son constantes. Denuncian la proliferación de cantinas, el exceso de ambulantes y el ruido constante. Piden a la municipalidad que regule las licencias de bares y cantinas, y que clausure aquellos establecimientos que operan ilegalmente.
Las calles también están invadidas por el transporte informal. Combis y cústers convierten las esquinas en paraderos improvisados, sumando al caos y la bulla. Los vecinos aseguran que esta situación se agrava con el tiempo y que la intervención de las autoridades es insuficiente.
Aunque la zona tiene una zonificación especial por su valor histórico, la realidad es muy distinta. Las cantinas y bares operan en locales que deberían ser residenciales, y muchas veces se convierten en puntos de venta de drogas y prostitución.
“Las cantinas y restaurantes funcionan como fachadas. A determinada hora, se convierten en bares y lugares de venta de drogas,” denuncia otro vecino.
En un recorrido hecho por Panamericana televisión, por la calle Baquero, se puede observar la transformación de los locales. Durante el día, operan como restaurantes, pero en la noche se convierten en cantinas. Las fachadas ocultan la verdadera actividad que ocurre en su interior.
Los vecinos han colocado carteles que dicen “el ruido también mata” en un intento de llamar la atención sobre su situación. Viven en edificios multifamiliares y el ruido constante afecta su vida diaria.
Enfrentamiento con fiscalizadores
Sumándole un problema más es el enfrentamiento entre fiscalizadores de la municipalidad y los comerciantes informales, que es una escena recurrente. Hace dos semanas, un grupo de fiscalizadores se enfrentó a numerosos vendedores que se negaban a abandonar la zona. En medio del conflicto, se reportaron agresiones por ambas partes. Algunos comerciantes, incluso, utilizaron hachas y piedras contra las autoridades. La violencia dejó varios heridos y la situación sigue sin resolverse.
“Los comerciantes responden agresivamente y esto crea un ambiente de violencia,” comenta un fiscalizador.
La realidad de las calles del Cercado de Lima es preocupante. Los comerciantes informales se han adueñado de las calles, el transporte informal agrava el desorden y las cantinas operan sin control. Los vecinos levantan su voz y piden a la Municipalidad de Lima una solución efectiva y permanente. Mientras tanto, la vida en el Centro Histórico sigue marcada por el ruido, la violencia y la falta de autoridad.
Los vecinos apoyan los esfuerzos de fiscalización, pero rechazan la violencia contra el personal. “Pedimos a la Municipalidad de Lima que mantenga los operativos constantes y que asigne más personal de fiscalización. Ha habido un gran recorte de personal y necesitamos más apoyo,” comenta otro residente.