A pesar de que la Guerra del Pacífico significó una dolorosa derrota para el Perú, hubo varios momentos durante el trascurso de esta en que el ingenio nacional se impuso ante la superioridad bélica de los chilenos.
Una de esas fue cuando un grupo de valientes patriotas decidió asestar un golpe al orgullo invasor. Eso ocurrió el 3 de julio de 1880, cuando el crucero auxiliar chileno “Loa” fue destruido por una trampa explosiva en la bahía del Callao.
Este evento, conocido como el hundimiento del “Loa”, se convirtió en un símbolo de ingenio y resistencia para los peruanos y en una dolorosa lección para los chilenos.
Llegó desde el Reino Unido
El “Loa”, originalmente un buque de transporte armado, había sido construido por John Reid & Co. en Glasgow y arrendado a la armada chilena en mayo de 1879 junto con el “Rímac” y el “Itata”. Este convenio, que costaba 18 mil pesos mensuales, permitió a Chile utilizar el “Loa” durante el conflicto bélico.
El buque, con un casco de hierro y propulsión a hélice, estaba equipado con dos cañones Armstrong de 6 pulgadas y uno de 150 libras, lo que lo convertía en una formidable embarcación de guerra. El 22 de junio de 1880, el “Loa” arribó al Callao desde Arica, transportando 510 heridos peruanos de las batallas de Alto de la Alianza y Arica.
Este acto humanitario fue llevado a cabo bajo la bandera de la Cruz Roja, lo que en un primer momento pareció suavizar las tensiones. Sin embargo, las circunstancias cambiarían dramáticamente en cuestión de días.
Ha llegado el final
Durante el bloqueo del puerto del Callao, el “Loa” operaba como barco de carga y batería flotante. El 3 de julio, mientras patrullaba la bahía del Callao, los marineros del “Loa” divisaron una pequeña embarcación abandonada cargada con víveres.
A pesar de las advertencias recibidas de que el marino peruano Manuel Cuadros estaba preparando torpedos en Ancón, la oportunidad de capturar suministros resultó tentadora. Los marineros abordaron la nave sospechosa y comenzaron a cargar los víveres.
Desafortunadamente, para ellos, la embarcación era una trampa mortal. Oculto bajo un falso piso cargado de víveres, un mecanismo de detonación esperaba ser activado. Al remover el último saco de arroz, la trampa se accionó, desatando una explosión que abrió un agujero de 14 pies de largo por 2 pies de ancho (aproximadamente 4,26 por 0,60 metros) en el casco del “Loa”.
El barco se hundió en cuestión de cinco minutos, resultando en la muerte de 119 tripulantes, incluido el capitán de corbeta Guillermo Peña.
Este ataque, que resultó en una pequeña victoria para los peruanos en medio de la ocupación chilena de Lima, demostró la capacidad de los defensores peruanos para idear tácticas ingeniosas y efectivas.
Cuadros había preparado la trampa utilizando una lancha cargada con comestibles y carneros, diseñada para explotar al remover la última carga, aprovechando el conocimiento de que los marineros chilenos eran aficionados a los productos frescos y no distinguían claramente entre los botes mercantes y los peruanos.
Lo vieron en todo el puerto
La explosión fue tan potente que estremeció las casas del Callao y fue visible desde la costa. Los buques neutrales cercanos, incluyendo el británico “Thetis”, el francés “Decrés” y el italiano “Garibaldi”, fueron los primeros en acudir al rescate de los sobrevivientes. Entre los 181 tripulantes del “Loa”, solo 40 fueron rescatados, muchos de los cuales sucumbieron posteriormente a sus heridas.
La posterior investigación chilena reveló que el capitán Peña estaba al tanto de la preparación de explosivos en lanchas cargadas de víveres. Sin embargo, la reciente misión humanitaria del “Loa” había llevado a un falso sentido de seguridad. Este trágico error subrayó la cruda realidad de la guerra y las consecuencias de subestimar al enemigo.
El impacto del hundimiento del “Loa” fue significativo tanto en el ámbito militar como en el psicológico. Para los peruanos, fue una demostración de su capacidad para resistir y luchar con ingenio contra un invasor superior.
Para los chilenos, fue un recordatorio de los peligros constantes y la necesidad de vigilancia continua. El costo de la pérdida del “Loa” ascendió a £57,000 que Chile tuvo que pagar a la Compañía Sudamericana de Vapores.
El hundimiento del “Loa” sigue siendo una lección perdurable sobre la importancia de la astucia y la preparación en tiempos de guerra, recordando a las futuras generaciones la complejidad y el costo humano de los conflictos armados.