Entre 2006 y 2008, la selva central permanecía aterrorizada ante la posibilidad de cruzarse con Mail Malpartida Achón. Al principio, nadie sabía su nombre verdadero ni su apariencia; únicamente se conocía la existencia de un individuo que degollaba a varias personas, pedía rescate y las mutilaba sin clemencia.
Debido a sus crímenes, tanto la población como las autoridades lo identificaron como el “Degollador de Oxapampa” o el “Carnicero de Oxapampa”. Sus principales objetivos eran agricultores, mineros y empresarios locales, con la intención de exigir sumas elevadas por la liberación de los secuestrados.
Primeros pasos de Mail Malpartida Achón
En cuanto a sus antecedentes, antes de perpetrar su primer asesinato formó parte del grupo terrorista MRTA en los años 90. Además, contaba con experiencia en actividades paramilitares, lo cual lo preparó para llevar a cabo sus macabros planes.
Así, a los 36 años, desató su macabra sed de violencia. El 3 de junio de 2006, seleccionó a su primera víctima: Lenin Francisco Balerio Alcántara, un empresario minero de 23 años.
Malpartida ejecutó su plan siguiendo a Balerio y disparándole para luego robarle 280 gramos de oro extraídos de la mina Santa Ticlia en Huánuco. Balerio se encontraba con su primo, quien se vio obligado a cargar el cadáver hasta el río. Sin embargo, el crimen no terminó ahí. Malpartida optó por abrirle el abdomen y extraerle los órganos para que el cuerpo pesara menos.
Fue arrestado y trasladado al penal de Oxapampa. Sin embargo, en lugar de ser un castigo, esto se convirtió en otra oportunidad para matar.
El 14 de diciembre se fugó, dejando una estela de muertos. En complicidad con Isaías Angeles Tambino y Macelino Tolentino Guerra, ambos de 30 años y también presos en la misma cárcel, asesinaron al suboficial PNP Humberto Vásquez Pérez y al recluso Guzmán Canerioqui Porras.
Además, hirieron al suboficial de tercera Cristóbal Choque Flores y escaparon de la prisión llevando consigo uniformes de comando y armamento, incluyendo dos fusiles AKM, tres pistolas, una granada y municiones.
Armado y sin compasión
El robo, secuestro y asesinato eran la especialidad de Malpartida y sus cómplices criminales.
Para mayo de 2007, el empresario Roberto Shuller Shaus y su hija fueron secuestrados, exigiéndose 50 mil dólares por su liberación. Tras algunas negociaciones, los rehenes fueron puestos en libertad por 10 mil soles. Afortunadamente, las víctimas sobrevivieron al Degollador de Oxapampa.
En octubre, una horrible noticia ensombreció la selva. Liboria Rivera Carhuaricra (50) había sido asesinada, y al encontrar su cuerpo, la escena fue espeluznante: su lengua había sido cortada. El 12 de octubre, las autoridades creyeron enfrentarse a una banda criminal; sin embargo, después de varios análisis, se dieron cuenta de que no era así.
Malpartida reclutó a su hermano menor, Enias Malpartida Achón, y volvieron a atacar. Esta vez, la víctima fue Griselda Curi Huayta, una empresaria maderera. Por su liberación, pidieron 20 mil dólares, pero la familia pagó la mitad y Griselda fue liberada.
Los delincuentes decidieron pedirle la otra mitad del rescate al esposo de la víctima y acordaron recoger el dinero en Cueva Blanca, Junín. Este encuentro era crucial, ya que el “Degollador de Oxapampa” sería emboscado sin que lo esperase.
El fin del infierno en la selva central
El también conocido como “Carnicero de Oxapampa” tenía los días contados. Aunque creía que se mantenía oculto de las autoridades, estas seguían sus pasos de cerca. Tres días antes de su captura, personal especializado en la División Antisecuestros se trasladó al lugar con la misión de apresarlo.
La búsqueda no fue sencilla, pues se prolongó por nueve horas. Sin embargo, finalmente lograron ubicar al asesino.
Fue el fin de sus actividades criminales y sanguinarias. A los 39 años, fue sentenciado a cadena perpetua por tenencia ilegal de armas, cuatro asesinatos y secuestro. Su cómplice, Marcelino Tolentino Guerra, de 32 años, también recibió la misma sentencia. Mientras que el hermano menor del degollador logró escapar.
“Se hizo justicia, que se pudran en la cárcel”, fue la frase que resonó en la sala de justicia de La Merced, pronunciada por los familiares de las víctimas.
Por su parte, el asesino hizo una espeluznante confesión, afirmando que cortaba la lengua de sus víctimas “para que sus almas no lo delataran”.