Cuando el país entero padecía por la violencia ejercida por Sendero Luminoso y el MRTA, en Lima, emergía una realidad alterna que resguardaba a todos aquellos que vivían sin miedo a ser ellos mismos en las calles. Los escenarios, las luces, las mallas ajustadas, maquillajes recargados y bailes hipnotizantes llenaban de colores las noches de la capital, que de día, solo mostraba las torturas y matanzas que ejecutaban esas agrupaciones terroristas que llenaban de temor y sangre al país entero.
En esta fantasía nocturna, nacieron personajes que siguen siendo referentes del arte en movimiento: la danza. Entre los nombres más populares en los café teatros de antaño, como el Palace Atenea y Cholibiris, sobresale el de Naaminn Timoycco, una vedette de largas piernas, peculiar voz y larga cabellera, que se convirtió en un ícono para la lucha de las mujeres trans en el Perú.
Como si se tratase de un renacimiento, Naaminn retomó su carrera en las tablas y la pantalla chica tras casi perder la vida por la COVID-19. Esta estrella, que brilla en el firmamento del espectáculo, abrió las puertas de su acogedor hogar a Infobae Perú. Marlene, su prima hermana, nos recibió como un familiar que no había visto hace años, entre risas y anécdotas.
A sus 84 años sigue siendo su protectora, acompañándola en los episodios más alegres y amargos por varias décadas.
Por unos minutos, parecía que la sala se convirtió en un escenario y Marlene era la encargada de presentar al show estelar. Mientras tarareaba “Maldito corazón” de Ráfaga, se escuchaba por el pasillo el sonar de unos tacones. Ese primer encuentro fue como si el tiempo se detuviera y nos transportáramos a una noche en la discoteca Perseo.
Esta radiografía de su vida no tuvo peros ni restricciones. Naaminn fue Naaminn. Tan natural y carismática, recordándonos que no siempre estuvo envuelta entre lentejuelas y aplausos. El vínculo con su familia fue el punto de arranque de esta historia, el cual considera como una bendición, por el apoyo que recibió desde pequeña.
“Yo creo que la palabra ‘feliz’, puedo decirte que la tuve en mi niñez”, detalla con nostalgia la exótica bailarina nacida en Iquitos. “Realmente hubiese querido que el tiempo se detenga ahí”, recuerda así a su ciudad natal, Maynas, que fue testigo del amor inmedible que le dieron sus padres, Olga y Néstor. Este fue su refugio hasta los 15 años, el cual no le permitió conocer carencia alguna. Ellos se encargaron de darle todo lo que necesitaba para que la vida no sea tan complicada como se dibujaba.
A su madre la describe como una mujer muy estricta, sobre todo con su educación, privándose de ir a fiestas para cumplir con su responsabilidad como estudiante. “Yo no veía la hora de terminar el colegio y venir a estudiar acá (Lima) mi carrera universitaria”, añade cuando describe ese vínculo maternal que le dio la disciplina que le fue de gran ayuda para formarse como artista en los años venideros.
Al escuchar el nombre de Néstor, su mirada cambia, como si la niebla penetrara sus ojos marrones y la afligiera algún recuerdo. Al preguntarle cómo era él, Naaminn mira hacia un lado, y como si lo estuviera viendo en la sala, señala que fue la “persona más buena y más comprensiva del mundo”.
Pese a que fue un militar, nunca lo vio renegar o tratarlos mal. Ella esperaba que regresara del trabajo para que les contara cómo le fue en su día o planificar lo que harían en familia el fin de semana.
El independizarse a temprana edad, y dejar Maynas para continuar sus estudios en Lima, provocó que los viera poco. Lamenta profundamente que su padre no disfrutará de “la época de las vacas gordas” con ella, su auge como vedette. No tuvo el privilegio de tenerlo a su lado. Por más que intentó contener sus lágrimas, Naaminn nos pidió unos minutos para poder recomponerse. “Solo fui a verlo cuando él estaba descansando. Ay, me vas a hacer pasar momentos muy tristes. No tuve esa oportunidad, y hubiera querido, pero no se pudo. Eso siempre me va a dar mucha pena”, resuena con gran impotencia.
Vivir en libertad
La capital no era extraña para Naaminn. Cuando decidió mudarse al distrito de Jesús María para iniciar sus estudios en Administración de Empresas, el ambiente le resultó muy familiar. Se reencontró con un grupo de amigos que hizo en Iquitos, quienes se convirtieron en sus compañeros de exploración para conocer las discotecas más concurridas, y lo más importante, cuidarse entre ellos.
“Hasta ahora me veo con la señora de la pensión. Le digo tía cuando la veo. Es parte de mi vida”,
Viendo todo lo que la rodeaba, y sumando nuevas experiencias, la artista afrontó esta nueva etapa con más libertad, sin el control de su madre, pero con zumbidos que la acompañaban por querer iniciar su transición como mujer trans.
Esos temores que la inquietaban de vez en cuando, no la alejó de esa emoción que sentía cada vez que escuchaba la música y dejaba que su cuerpo se desate en la pista de baile. Fue durante su etapa universitaria donde nació ese nombre que la llevaría a la gloria: Naaminn Timoycco.
“Había leído historias de bailarinas. De ahí saque mi nombre, de una de ellas. Siempre me ha gustado el vedetismo, las plumas y las lentejuelas. Entonces, leía todo. Allí me enteré que había una bailarina y usé su nombre”. Con esta nueva identidad, visitaba los clubs aún siendo menor de edad. Riendo, recuerda que inventaba historias para convencer a los dueños para que le permitan su ingreso.
La reina de la noche
Sus amigos la impulsaron a que participara en un concurso de baile que organizó la discoteca Perseo, una de las más populares por tener shows estelares con transformistas y bailarines. Un mambo le dio la victoria absoluta, y lo más excitante para ella, el reconocimiento del público.
Esta primera experiencia bajo los reflectores no la distrajo de su responsabilidad como universitaria. De día asistía a clases, y de noche se transformaba en esa Afrodita que dejaba sin aliento a todos los asistentes, hombres y mujeres.
“En las noches me vestía de mujer para salir a bailar. Ellos me convencieron (personal de la discoteca). Hice una temporada muy exitosa. Debuté con bombos y platillos, pero era una más del elenco”.
Sin ver llegar la oportunidad que le cambiaría su vida, El productor de una revista musical, que ya la había visto bailar, le comentó que quería cambiar a la estrella principal por Naaminn un día antes del ensayo general. Ella estaba enfocada en rendir bien sus exámenes del ciclo, pero ante el pedido de urgencia para que salve el proyecto, aceptó.
“Me convence el dueño y voy por primera vez a estelarizar una revista. era un numero brasilero, ‘Aquarela do Brasil’”. Ese día, el cazador de talentos que la convocó, le dijo: ‘Hoy nace y va a quedar para la historia una de las más grandes bailarinas que tiene nuestro género... Naaminn Timoycco’”, nos relata con emoción, con un destello especial en sus ojos, como si reviviera ese momento frente a nosotros.
Esa noche fue la primera vez que se vio transformada en una bailarina, con peinado, maquillaje, vestuario y un elenco de baile solo para ella: “(Cuando se vio frente al espejo) No podía creer que era yo. No podía creer que me veía tan bien. Era otra persona, de mi apariencia masculina a ya transformada, me veía diferente”.
Lo que fue un hobbie al inicio, se moldeó en la esencia de su alma, el arte.
La era de oro
Los contratos no cesaban, las giras por el Perú llenaban su agenda, y su nombre se lucía en los letreros que destacaban en los extintos café teatros. Fue en los camerinos donde conoció a uno de sus mejores amigos, Ernesto Pimentel. Ya como vedette, sumó al creador de la Chola Chabuca como bailarín, forjando una amistad que se fortaleció con el paso del tiempo.
“Nunca me imagine que él iba a ser ese personaje (la Chola Chabuca), pero me imaginé que iba a llegar lejos porque era un muchacho muy inteligente, muy preparado, super culto”.
Esta época de éxitos tuvo una gran pausa cuando Naaminn apostó por migrar a Europa junto a un amigo, Carlos, quien la motivó a que viajaran juntos para conocer el viejo continente mientras él se capacitaba en peluquería.
Aprovechó su estancia para comenzar con su transición, tanto interior como exterior, para ser una mujer trans, un término, o “etiqueta” que ahora rechaza, ya que se considera solo “una mujer más, una peruana más”. A su regreso, los locales limeños estaban repletos cuando se anunciaba su aparición, sobre todo por su nueva imagen.
“Es emocionante sentirse admirada, sentirse que alguien te aplaude por tu talento, eso es lindo. Hasta ahora se da eso y es un gusto enorme, sentir que todo lo que una ha hecho vale la pena. Porque sacas una sonrisa a alguien, un aplauso. Sacas ese momento, que la persona se siente tan contenta y se olvida de tantas cosas”, menciona.
Fue una de las primeras vedettes en someterse a cambios físicos, lo cual pudo generar críticas positivas, y otras, algo destructivas. Durante su mejor época, la de auge, escuchó de todo, y vio de todo. “Lo dije y lo volveré a decir: la que no es conchuda, muere cojuda. Definitivamente. yo soy muy poco o casi nada de lo que puedan opinar. Si opinan bien de mí, pues les agradezco; si opinan mal de mi es su problema”.
Lo perfeccionista que llegó a ser se debe a que siempre tuvo en mente que debía recrear una fantasía total cuando subía al escenario. Quería hipnotizar, enamorar. Cada detalle cuenta. Indica que el pública espera algo que los sorprenda, “que no es común de ver”, por lo que no daba espacio a que hayan errores.
En esos años, cuando estaba entre sus veintes o treintas, la ola de violencia provocada por las agrupaciones terroristas en el Perú, borraba la alegría de los peruanos, por lo que ella y sus compañeras tenían una misión aún más importante: desconectarlos de la realidad por un par de horas.
“En el caso de nosotras, de mi género, se que han hubieron problemas, muchísimos, más que nada con las que vivían en provincias, donde ocurrieron un montón de asesinatos que no se deben repetir nunca más en la historia”, argumenta.
Conviviendo con la homofobia y la injusticia
Uno de los capítulos más amargos que le tocó enfrentar fue el cierre de puertas en los medios de comunicación o ser descartada de grandes proyectos solo por ser una mujer trans. Incluso, en estos tiempos, cuando ha reflexionado sobre aquellos años, no entiende por qué la discriminaban.
Sostiene que hay muchos gays en la escena del entretenimiento, por lo que la homofobia que experimentó, y que muchas de sus compañeras han vivido en carne propia, se debe a una gran hipocresía.
Naaminn había logrado todo lo que se propuso, pero existía un tema pendiente que la envolvió en una pesadilla interminable que la enfrentó con la justicia peruana. Firme y sin dar el brazo a torcer, se contactó con unos abogados para que en el país la reconozcan como mujer, siendo el último paso, la obtención de su Documento Nacional de Identidad con la letra “F” de sexo femenino.
“Pienso que valió la pena haber hecho ocho años de lucha para obtenerlo (el DNI). Yo quisiera que de una u otra forma cambie o sea mas simple. Hay una cantidad de chicas como yo, pero viven con esa opresión de sentirse fastidiadas porque son objetos de burla”.
Sitúa un ejemplo para entenderlo mejor: “Cuando vas a un lugar y una tiene esa apariencia tan femenina en todos los aspectos, y te ven el nombre masculino, aquí en Perú, se burlan y son momentos demasiados engorrosos para las personas”. Declara que son momentos que atropellan la dignidad del ser humano.
Su caso pasó por 20 jueces, aproximadamente, lo cual dilataba el fin de este proceso. Sin que eso sea suficiente malestar para la bailarina, tuvo que enfrentarse a pruebas que la pusieron en una vulnerabilidad máxima. Por ejemplo, pasar por un examen de cromosomas, inspección y palpación de su cuerpo, preguntas sobre la sensibilidad de su vagina; así como describir qué siente cuando besa a un hombre.
Tantos años de insistencia, y más de cuatro mil dólares invertidos, provocó que la justicia saliera a su favor, reconociéndola como una peruana más en el país, por lo que la obtención de un nuevo DNI sería el premio mayor.
No es un ícono de la comunidad LGBTIQ+
Al preguntarle sobre si se considera parte de la comunidad LGBTIQ+, la vedette sentencia con firmeza que su vida cambio después de que inicio su lucha ante la justicia. “Mi documento de identificación dice sexo femenino, por lo tanto soy una mujer más, una peruana más”, dice. Ella vive agradecida con todas las personas que la acompañaron en su transición, abraza su pasado, pero es una historia que tiene punto final.
Naaminn ha recibido un sinfín de llamadas y mensajes de la prensa para pedirle su opinión sobre algunas noticias en las que están involucrados no heterosexuales, que le ha causado molestia y fastidio. Comenta que siempre ha rechazado ese tipo de intervenciones, más aún cuando la califican como “representante de la comunidad”. Ella no tiembla en responder, siempre y cuando sea como mujer.
Esta postura no la ha apartado de un compromiso que tiene con las mujeres trans. Entre sus planes a futuro, que aspira a realizarlos en un mediano plazo, desea trabajar con los gobiernos regionales para llevar a cabo charlas de motivación y emprendimiento, que no se conformen con lo básico, sino que se preocupen por sus estudios y busquen opciones de trabajo que no alimenten los estereotipos.
“Libertad es hacer lo que se debe, no lo que se quiere, ese sería mi lema de campaña si llego a postularme”, respondió al preguntarle si se animaría a participar de las próximas elecciones municipales.
La figura del vedetismo peruano no descarta llegar al Congreso para impulsar leyes a favor del artista, por lo que está planificando una serie de viajes para capacitarse. Pero, antes de convertirse en una “madre de la patria”, visualiza sentarse en la silla municipal de Surquillo, distrito donde vive, para ganar experiencia en cargos públicos.
Un arte eterno
No es de las personas que gustan por llevar un registro en un diario. Prefiere confiar en su mente para almacenar los recuerdos que ha ido atando durante los años. Si le interesaría que le produzcan una película biográfica al estilo de “Chabuca”, Naaminn responde que no.
“Yo creo que no hecho méritos suficientes para que se interesen en hacer algo sobre mi vida. No hay nada que haya sido tan grande como para decir ‘mírenlo’. No me llama la atención”.
Si de algo está segura, es que, cualquier persona que desea conocer su historia, lo encontrará reconfortante para aquellas que viven enclaustradas. Para que tengan el valor de “afrontar y vivir como una quiere ser... con libertad”.
Por momentos, su mirada se pierde al recordar cada hecho, cada premio, cada elogio, cada lágrima y sonrisa que la han marcado. Se siente afortunada por estar viva, por los amigos que tiene, por Marlene y por cada persona que la recuerda.
La vida de Naaminn puede resultar fascinante, y admirable. Aprendió en estos años de carrera artística, y en su camino para ser reconocida como mujer en el país, que hay una única lección que no borrará jamás: ser una misma, sin imitar a nadie.
Los reflectores, los brillos y los escenarios siempre aguardan por ella cada vez que decide regresar con un espectáculo. Actualmente, se ha enfocado en su felicidad, en su paz interior, en conocer el mundo porque sabe que la vida es una sola, y no hay espacio para arrepentimientos.