En la cuadra 46 de la avenida Arequipa, en Miraflores, se levantaba una vez la majestuosa residencia de la familia Salcedo Ruíz, un vestigio de tiempos pasados que hoy se transformó en un centro comercial. La historia de esta residencia no solo es fascinante por su arquitectura y sus habitantes, sino también por el papel crucial que jugó su dueño en un conflicto internacional.
La residencia de los Salcedo pasó por varias manos antes de convertirse en lo que es hoy. Por vínculos matrimoniales, la casa fue heredada por la familia Espá. Carlos Espá, nombrado embajador ad-honorem de la Orden de Malta, también es parte de esta historia. La casa, conocida por algunos como la Casa de la Orden de Malta, fue heredada por María Isabel Salcedo Olivares, hija de Ricardo Salcedo Ruíz.
María Isabel, casada con Fernando Espá y Cuenca, no tuvo descendencia. Tras su fallecimiento en España en 1956, la casa pasó a manos de Fernando Espá, quien se casó en segundas nupcias. Los descendientes de este segundo matrimonio heredaron la residencia.
La transformación de la residencia Salcedo en un centro comercial refleja los cambios en la ciudad de Lima. La demolición de la casa y la construcción del supermercado Plaza Vea es un ejemplo de cómo la modernidad y la urbanización están redefiniendo el paisaje urbano. Lo que una vez fue un símbolo de historia, ahora es un espacio de consumo y comercio.
Los Salcedo y la hacienda Talambo
La familia Salcedo fue propietaria de la Hacienda Talambo, ubicada en Lambayeque. Este lugar fue el escenario de un incidente que, aunque local, tuvo repercusiones significativas en la historia peruana y en su relación con España. La Hacienda Talambo estuvo involucrada en un conflicto que culminó en el Combate del Callao el 2 de mayo de 1866.
Según Rodolfo Aguado Cantero, autor de “El precedente de la Hacienda de Talambo en el conflicto hispano-peruano de la segunda mitad del siglo XIX”, la idea de traer colonos españoles al Perú surgió de Máximo Navarro y fue aceptada por el gobierno peruano. Se pretendía introducir 10 mil colonos, pero solo se autorizó la entrada de mil. Estos, de entre 16 y 40 años, serían contratados por hacendados y agricultores en el Perú, con la condición de permanecer al menos cinco años en el país.
Manuel Salcedo, propietario de la Hacienda Talambo, negoció la primera partida de emigrantes españoles. Con el apoyo de su socio, Ramón Azcárate, un hombre influyente en Guipúzcoa, se difundió una invitación detallando las ventajas del proyecto. La expedición consistiría en 300 personas, incluyendo campesinos, un párroco, un médico, un administrador y varios artesanos. Los colonos llegarían al puerto de Callao y empezarían a trabajar en las haciendas, con la promesa de un futuro prometedor.
El incidente de Talambo y el conflicto hispano-peruano
El arribo de los colonos a la hacienda en Lambayeque fue solo el inicio. La presencia de una expedición naval española en 1862, presentada como científica, generó incomodidad y tensiones. Un año después, la muerte de un español en un enfrentamiento desató una serie de eventos que llevaron a España a adoptar una posición conflictiva.
Jorge Basadre, historiador peruano, señala que España buscaba recuperar su influencia en sus antiguas colonias, y la ocupación de las islas guaneras de Chincha en 1864 fue una muestra de esta ambición. Estas islas eran vitales para la economía peruana debido a sus depósitos de guano, un fertilizante muy valioso en esa época.
El incidente de Talambo fue el pretexto para una serie de exigencias y protestas de España. El presidente Juan Antonio Pezet fue derrocado en 1865 por un levantamiento liderado por Mariano Ignacio Prado, quien declaró la guerra a España. Este conflicto culminó en el Combate del Callao en 1866, donde las fuerzas peruanas y sus aliados lograron una notable victoria.
El mismo de Novo considera que la opinión pública peruana estaba de parte de los vascos, que los inmigrantes españoles publicaban artículos que indudablemente hubieran motivado serios conflictos en otros países y que en la misma España se pedía respeto por la separación de poderes en Perú.
El representante español, José de Ugarte, consideró que la causa se prolongaba indefinidamente y protestó ante el ministro de Relaciones Exteriores, exigiendo reparaciones. En este contexto, el Almirante Luis Hernández-Pinzón Álvarez, que estaba en Callao durante la Comisión científica del Pacífico, decidió intervenir. La ocupación de las islas Chincha en abril de 1864 fue vista como un casus belli, que desembocó en la breve Guerra hispano-sudamericana de 1866.