El nombre Niza evoca recuerdos imborrables en la memoria de quienes disfrutaron de sus tardes y noches de fiesta. Ubicada en la cuadra 15 de la avenida Arequipa con la esquina Manuel Segura, en el distrito de Lince, Niza fue el centro de la diversión juvenil durante la primera década del siglo XXI. Su transformación, eventual clausura y el posterior cambio radical en su estructura, cuentan una historia que muchos limeños aún recuerdan con nostalgia.
Esta icónica discoteca, originalmente conocida como American Latin Disco, abría sus puertas desde las tres de la tarde. A partir de ese momento, largas colas se formaban con jóvenes ansiosos por entrar. Estudiantes de institutos cercanos y hasta escolares eran habituales en la fila, esperando mostrar sus carnets universitarios o simplemente confiando en no ser revisados rigurosamente.
Competir con otros locales como Los Botes y Calle 8 no fue sencillo, pero Niza logró establecerse como la preferida. La razón de su popularidad radicaba en el ambiente vibrante y la música que dominaba sus dos pisos: el reggaetón. Los asistentes, alrededor de trescientos jóvenes, se movían al ritmo de los éxitos del momento, mientras el humo y las luces de colores creaban una atmósfera única. La pista de baile, siempre abarrotada, se rodeaba de mesas con vasos de cerveza y sillas, esperando ser ocupadas por los agotados bailarines.
El escenario en Niza era un microcosmos de la juventud limeña. Mochilas amontonadas y batas de institutos eran una constante. Mientras, la encargada del bar, con gesto de cansancio, vendía cerveza tibia a cinco soles, mientras la música y los comentarios del DJ resonaban en el ambiente.
¿Por qué cerró Niza?
Sin embargo, la alegría de Niza se vio abruptamente interrumpida en 2012. La discoteca fue clausurada por la Municipalidad de Lince debido a la falta del Certificado de Defensa Civil y a la venta de alcohol a menores de edad. Mariella Falla, quien era subgerenta de Fiscalización del distrito en esos años, estuvo a cargo de la clausura, confirmando que el cierre sería temporal hasta que se obtuviera la autorización correspondiente. Los funcionarios municipales advirtieron que, de reincidir en estas prácticas, el cierre sería definitivo.
Los medios de esa época, además de la clausura de Niza, sinformaron sobre el cierre de una tienda en el jirón Manuel Iglesias, también en Lince, por vender licor a menores. Esta medida subrayó la preocupación de las autoridades por el bienestar de los jóvenes en la zona.
Posteriormente, Niza intentó reinventarse bajo el nombre de AQURA, pero el nuevo concepto no logró el éxito esperado y el local cerró definitivamente. Durante la gestión de Susana Villarán, otro local similar en las avenidas Washington y Bolivia también fue clausurado por problemas de seguridad y la presencia de menores de edad.
Las estadísticas de CEDRO, en el 2012, mostraron que los jóvenes de colegios públicos tenían mayor acceso a drogas ilegales, y las discotecas como Niza no eran la excepción. En estos lugares se consumía marihuana y alcohol adulterado, este último debido a su bajo costo.
A pesar de estos problemas, Fernando Reyna, Jefe del Departamento de Investigación y Seguridad Ciudadana de Lince en ese año, afirmó que no habían recibido reportes significativos de problemas en Niza, aunque reconoció que los adolescentes consumían drogas en los baños del local.
En 2019, un grupo de ciudadanos convocó a través de redes sociales una marcha para el regreso de Niza, sin embargo, el evento nunca se concretó, a pesar de volverse viral en Facebook. La nostalgia por Niza seguía viva en la memoria colectiva de quienes lo frecuentaron.
Así luce actualmente la icónica discoteca Niza
Hoy en día, el espacio que una vez albergó a la famosa discoteca se ha transformado en un edificio multifamiliar, con una tienda en su primer piso. El lugar que alguna vez vibró con la energía juvenil y la música estridente, ahora es un entorno residencial tranquilo.
La historia de Niza es un reflejo de los cambios que atraviesan las ciudades y sus espacios emblemáticos. Desde ser el punto de encuentro de cientos de jóvenes hasta convertirse en un simple recuerdo, Niza dejó una marca indeleble en la memoria de muchos limeños. Sus días de gloria y eventual decadencia muestran cómo el tiempo y las circunstancias pueden transformar cualquier lugar, por icónico que haya sido en su momento.