Lima, la capital del Perú, en un lugar extraordinario lleno de sorpresas de toda índole. Y una de las más agradables, por estar relacionada con la naturaleza, es la Reserva Nacional de Lachay.
Esta área natural protegida, que se extiende sobre aproximadamente 5,070 hectáreas, está ubicada en el distrito de Huacho, provincia de Huara, departamento de Lima.
Creada el 21 de junio de 1977, esta reserva tiene como propósito fundamental la restauración y conservación de la flora, fauna y paisajes, además de ofrecer servicios al público para la investigación, educación, turismo y recreación en armonía con el entorno.
Un santuario de vida silvestre
Lachay resguarda una rica biodiversidad, albergando numerosas especies endémicas. Además, este espacio natural se convierte en un importante lugar de recreo para los habitantes de Lima y localidades cercanas.
Sin embargo, la afluencia de visitantes también representa un desafío para su conservación. Al ser estas lomas ecosistemas costeros altamente estacionales, dependen principalmente de la humedad de las nieblas que provienen del océano.
Durante el verano, soportan condiciones de sequedad extrema, mientras que en invierno disfrutan de una alta humedad, favoreciendo el desarrollo de una vegetación particular.
La “época húmeda”, que alcanza su pico entre finales de julio y mediados de septiembre, se caracteriza por una alta humedad relativa, temperaturas promedio inferiores a 15 °C y frecuentes lloviznas.
Esta humedad facilita el crecimiento de una vegetación distintiva. En contraste, durante el verano, la precipitación es casi nula, la humedad relativa disminuye y las temperaturas promedio alcanzan hasta 20 °C, resultando en una alta evapotranspiración que marca la “época seca”.
Flora y Fauna
La flora de Lachay está compuesta principalmente por plantas adaptadas para captar la humedad de las neblinas, como el “tara” (Caesalpinia spinosa), el “palillo” (Capparis prisca), el “mito” (Carica candicans), el “huarango” (Acacia macracantha) y el “amancay” (Hymenocallis amancaes).
En cuanto a la fauna, se han identificado aproximadamente 66 especies de aves, incluyendo el aguilucho grande (Geranoaetus melanoleucus), el turtupilín (Pyrocephalus rubinus), el cernícalo (Falco sparverius) y el canastero de los cactus (Asthenes cactorum).
Entre los mamíferos destacan el zorro costero (Pseudalopex sechurae), diversas especies de murciélagos y roedores como los ratones orejudos (Phyllotis spp). Especies ocasionales como el gato del pajonal (Oncifelis colocolo) también han sido avistadas.
Riqueza histórica
Los arqueólogos han descubierto que las Lomas de Lachay han sido ocupadas al menos en siete ocasiones diferentes, desde cazadores y recolectores hasta pastores contemporáneos.
Estas tierras fueron influenciadas por diversas culturas, incluyendo la Chavín, Mochica, Chimú y Chancay, hasta finalmente integrarse al Imperio Incaico. Durante la época colonial, la sobreexplotación y la tala de árboles llevaron a una degradación significativa del área.
Ya en épocas más modernas, y entre los meses de julio y octubre, cuando las lomas están en plena floración, Lachay se convierte en un destino ideal para los visitantes que buscan recorrer sus senderos, observar la flora y fauna locales, o acampar. Este período atrae a una gran cantidad de turistas, principalmente de la capital.
Sin embargo, esta última situación, cuando se da de manera desordenada, suele convertirse en una amenaza para su conservación. También lo es el pastoreo, la extracción de leña, incendios y la introducción de especies invasoras.
Además, la capacidad del ecosistema para captar agua ha disminuido, afectando su recuperación. El cambio climático y el saqueo de restos arqueológicos también representan serios desafíos.
Cómo llego hasta aquí
Acceder a la Reserva Nacional de Lachay es relativamente sencillo. Desde Lima, se toma la carretera Panamericana Norte hasta el kilómetro 105, donde se encuentra el desvío hacia el interior de la reserva.
Este camino de tierra de unos 7 kilómetros conduce hasta la sede administrativa, el centro de visitantes y la zona de almuerzo. También existe una pista de acceso hacia la localidad de Sayán, parcialmente asfaltada, y un camino de tierra que bordea el área protegida y conecta con la zona arqueológica de Teatino.
Para los visitantes sin vehículo propio, los autobuses interprovinciales dejan a los pasajeros en el kilómetro 105 de la Panamericana Norte. Desde ahí, una caminata de aproximadamente cuatro kilómetros conduce a la entrada de la reserva, ofreciendo una experiencia directa con el entorno natural desde el inicio de la visita.