La medicina basada en plantas curativas se remonta a tiempos prehistóricos, siendo una de las terapias médicas más antiguas y extendidas. Cada cultura desarrolló sus propias tradiciones en la medicina popular, con remedios y ritos que aprovechan las plantas locales. Estas terapias consideran el cuerpo en su totalidad, restaurando su equilibrio natural, funciones mentales, emociones y el espíritu interior. Un ejemplo destacado es la Cola de Caballo, una planta que prospera en casi todos los departamentos, ocupando ambientes húmedos y alterados desde el nivel del mar hasta los 4.200 metros de altitud.
En Perú, el uso de plantas medicinales tiene raíces profundas, con más de 1,109 especies conocidas, de las cuales 890 provienen de la Amazonía. Este vasto tesoro natural enfrenta amenazas debido a la destrucción de su ecosistema. Según el Dr. Fernando Cabieses, muchas de estas plantas tienen aplicaciones tanto en la farmacopea y la medicina moderna como en industrias como la perfumería, jabonería, saborizantes e insecticidas.
El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) señala que el tratamiento con hierbas medicinales existe en Perú desde la época precolombina. La biodiversidad del territorio peruano ofrece un enorme potencial para estos productos. Walter Wust, un conocedor de la Amazonía, destaca que en esta región se encuentran hojas, flores, resinas y frutos con propiedades curativas. La Cola de Caballo, por ejemplo, es utilizada para tratar males del hígado y reducir niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos en la sangre.
Así lo utilizaban los incas
Esta planta también posee propiedades diuréticas, ayudando a eliminar líquidos del cuerpo, y antivirales, utilizándose su cocimiento para lavar heridas o llagas. Los antiguos pobladores del Perú, incluyendo los incas, ya utilizaban la Cola de Caballo como diurético. Investigaciones arqueológicas de la doctora Ruth Shady Solís en Caral demostró que esta civilización de cinco mil años de antigüedad experimentó y aplicó conocimientos medicinales sobre plantas como la antes mencionada.
En la medicina popular, la cola de caballo siempre ha tenido gran prestigio por su poder hemostático y su eficacia contra afecciones graves de los riñones y la vejiga. Ayuda en casos donde otros diuréticos no suelen dar resultados, como en la hidrocardias, la hidropesía de la pleura costal o en trastornos renales debido a la escarlatina u otras enfermedades graves.
¿Dónde es más utilizada la cola de caballo?
La cola de caballo es especialmente conocida en Lima, donde se utiliza en la preparación del emoliente, una de las bebidas más consumidas durante el invierno. Preparar un auténtico emoliente al estilo carretillero solo requiere ingredientes fáciles de encontrar en el mercado. Esta bebida tradicional no solo es deliciosa, sino también beneficiosa para la salud, gracias a sus componentes naturales.
El emoliente, una mezcla de hierbas medicinales, se consume caliente y es conocido por sus propiedades curativas. La cola de caballo, uno de sus ingredientes principales, le otorga propiedades diuréticas y antivirales. Esta bebida se ha convertido en un símbolo de la medicina popular peruana, demostrando la importancia de las plantas medicinales en la vida cotidiana.
A pesar de la modernización y la influencia de la medicina occidental, el uso de plantas curativas sigue siendo una práctica extendida en Perú. Las comunidades rurales y urbanas confían en estos remedios tradicionales, transmitidos de generación en generación. La Cola de Caballo, con sus múltiples beneficios, es solo un ejemplo de cómo la naturaleza ofrece soluciones efectivas para diversos problemas de salud.
El conocimiento sobre plantas medicinales no solo es valioso para la salud, sino también para la conservación de la biodiversidad. La preservación de estas especies es crucial para mantener viva esta tradición milenaria. El desafío radica en encontrar un equilibrio entre el uso sostenible de los recursos naturales y la protección del medio ambiente.
¿Quiénes ejercían la medicina en el imperio de los incas?
En el antiguo Imperio Inca, la salud estaba en manos de una variada casta de médicos, quienes no solo curaban a los enfermos con hierbas y productos naturales, sino que también oficiaban ceremonias de sanación. Entre ellos, destacaban los ‘ichuris’, médicos-curanderos que compartían sus habilidades con la población. Para los habitantes comunes, los ‘Comascas’ eran los encargados de velar por su bienestar, mientras que la nobleza inca confiaba en los servicios de los ‘Amaucas’.
El Watuk, con su habilidad diagnóstica, evaluaba enfermedades y estilos de vida. El Hanpeq, especie de chamán, desplegaba sus artes curativas en ceremonias religiosas. El Paqo se ocupaba de curar el alma, creyendo que el corazón albergaba este elemento vital. El Sancoyoc, sacerdote cirujano, intervenía en casos de extremidades rotas, abscesos y problemas dentales. El Hampi Camayoc, químico del estado inca, salvaguardaba los recursos médicos naturales, mientras que el Collahuaya proveía plantas medicinales y amuletos para fortalecer la salud.