“Piero despertó sobresaltado, dudó un momento en abrir la puerta, pero pensó que podría tratarse de alguna emergencia. Solo eso justificaría aquella osada interrupción”. Eran las 4 de la mañana y él suponía algún problema con su pequeño hijo, algún inconveniente de sus padres. Ahora vivía solo tras su separación, y a veces, incluso, los fans daban con su paradero y lo seguían a cualquier hora para una fotografía o un autógrafo. Tras atender al portero eléctrico, vio que era su hermana quien lo buscaba a esa hora incomprensible. “Tenés que empacar y largarte de inmediato. Ahora; ya mismo”. Piero no entendía nada, trataba de comprender y oír lo que su hermana le decía con una angustia que no le había visto nunca. Ella tomó una maleta y, a lo loco, empezó a guardar ropa. “Tu nombre figura en una lista negra y esta noche vienen por vos”. Aunque Piero tardó aún en tomarse en serio la amenaza, filtrada por un amigo de su hermana con vínculos con la Policía, terminó de guardar lo que pudo en la maleta, tomó sus cuadernos de apuntes, los borradores de canciones que andaba componiendo, alguna guitarra y salió rumbo al departamento de unos amigos, que vivían al frente. Solo diez minutos después, la ya perturbadora conversación que tenían los tres en la sala, se agravó más. Escucharon los frenos de unos Ford Falcon verde, guadañas rodantes que segaban vidas. Se asomaron con la luz apagada y vieron cómo ingresaban al edificio y luego al departamento de Piero rompiéndolo todo con particular violencia, haciendo suyos sus libros, sus cuadros, sus recuerdos, pero histéricos por no poder hacer lo mismo con su vida. Piero salvó por poco. Era la madrugada del 29 de julio de 1976 en el barrio de Palermo, en Buenos Aires. ¿Su pecado? Cantar ‘Para el pueblo lo que es del pueblo’ o ‘Que se vayan ellos’. ¿Su destino? Salir inmediatamente hacia el exilio por tiempo indeterminado. Los esbirros de la dictadura de Jorge Rafael Videla no querían a nadie que pensara distinto. Bajo el pretexto de “Conservar los valores tradicionales argentinos” torturaron, desaparecieron o asesinaron a todos los que no estaban de acuerdo con ellos. Su maldad llegó a extremos como intentar desaparecer, incluso, al propio intérprete de un tema tan familiarmente emotivo como ‘Mi viejo’. El episodio es narrado al detalle en ‘Piero, mi querido Piero’, la biografía autorizada del artista, publicada por Maureén Maya en el 2017. Soy un hombre que viene/ Soy un hombre que va/ Tengo los puertos en el cuerpo/ Y canto para contar.
“Siempre había tratado de ser independiente, y nunca había militado en ningún partido ni organización política. Solo expresaba lo que pensaba y lo que sentía de la realidad –contó Piero en una entrevista el 2015-. Claro que lo hacía de un modo muy directo. Alguna vez me contaron que un oficial puso ‘Para el pueblo lo que es del pueblo’ mientras bailaba a los soldados, y les decía: ‘Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui... esos tienen que estar presos. Pero a este: ¡Acá!’, decía, y se ponía el dedo en medio de la frente”.
En aquel julio del 76, Piero tenía solo 31 años. El año pasado, con 78 ya, tuvo serios problemas de salud que lo obligaron a detener su gira: fue internado de emergencia en cuidados intensivos en una clínica de Ecuador por una neumonía bilateral. Se vio obligado a detener todo para recobrar fuerzas. “Y hubo una quebrada de salud, pero todo se está reacomodando y estamos molestando de nuevo”, nos dice con una gran sonrisa precisamente desde Ecuador, a través de una videollamada. Como parte de la gira sudamericana por la celebración de sus 60 años como artista, recuperó sus pasos en el vecino país y decidió volver al Perú, después de algunos años, para presentarse en Huancayo y Lima. Vengo de la piel que tengo de ustedes/ vengo de robar el último clavel.
Yo vengo
“Me siento muy bien ahora, porque las giras son cosas que uno las extrañaba y ahora se presentan nuevamente y ahí las tenemos”, confiesa Piero, que luce sereno, saludable y feliz de volver al país de su amiga Eva Ayllón, a quien dice admirar por su autenticidad. “Lima es hermosa. Machu Picchu es maravilloso. Y hay muchísimo más en el Perú”, agrega con simpatía este hombre que no solo ha hecho arte, sino que ha dedicado su vida a la canción social, la defensa de los derechos humanos y la paz de los pueblos.
Tras 60 años de carrera, “¿Cómo se mantiene vivo el entusiasmo?”, le preguntamos. “Y, mintiéndole, diciéndole que todavía no hicimos lo mejor, que tenemos más ganas que nunca, que no hemos nacido para otra cosa. Además, el peruano y la peruana, esos son mis amigos y mis hermanos. Eso me da entusiasmo para presentarme nuevamente allá”, nos dice. Y resalta la importancia de la autenticidad en todo. “Si somos auténticos nos vamos a ahorrar mucha plata”, acota entre risas con un humor cálido, de sabor cotidiano.
Aunque muchos no lo saben, Piero puede presumir de ser un ciudadano del mundo, no solo de forma figurada. Nació en Italia, se afincó en Argentina y los colombianos lo adoptaron para siempre. A Europa ha vuelto en incontables oportunidades, heraldo de las Américas que susurra consuelos, tardes cálidas o himnos de protesta para sus exiliados. En Colombia apoyó a las víctimas de la guerra interna y desde Argentina ha participado en iniciativas contra la trata de personas y por el Hambre cero en el planeta.
Hay artistas con carreras extensas que, a diferencia suya, eligen el reposo del guerrero a estas alturas de su carrera. O hacen contadas giras o ya no las hacen. Pero Piero De Benedictis sigue dando batalla. ¿Qué es lo que más lo motiva o emociona de seguir encontrándose con el público? “La fuerza y la energía que me da precisamente el público que está enfrente –nos dice-. Es una maravilla y a eso no hay con qué darle. Ahí, en el escenario, nos juntamos, somos uno, nos ponemos a cantar y a hacer cosas”. Soy pan, soy paz, soy más, soy el que está por acá/ No quiero más de lo que quieras dar.
Soy un hombre que viene, soy un hombre que va
Cuando uno se fija con atención en los créditos de las canciones de Piero notará que muchas dicen ‘Piero-José' o ‘José-Piero’. Eso ocurre porque Piero pasó tardes de años distintos, con mates, tecitos, madrugadas, focos o en vela componiendo canciones junto a José Tcherkaski, el hombre que, por ejemplo, se inspiró en su propio padre para la letra de ‘Mi viejo’. “Que creció con el siglo, con tranvía y vino tinto”.
‘Coplas de mi país’, ‘Que se vayan ellos’, ‘Pedro nadie’ o ‘Para el pueblo lo que es del pueblo’ también surgieron gracias a su ingenio. Él, sin embargo, ha confesado que era muy diferente a Piero, que tampoco eran amigos tan íntimos por más que compartieran una de las mayores intimidades después de las de pareja: la creación conjunta.
Tcherkaski, compositor y también periodista, ha dicho: “Somos muy distintos. Tampoco somos enemigos, él conoce a mis hijos, yo a los suyos. Pero no tenemos mucho en común. A él le interesa la paz, el amor y el tomémonos de las manos. Para mí son las boludeces más grandes del planeta. Yo tengo una formación más política. Piero tiene una cosa más naif, pero es muy honesto”.
Así recuerda Piero con nosotros esas largas jornadas de composición: “Éramos como muy rigurosos, y arrancábamos todos los días. La mujer de José se iba a trabajar y nos quedábamos ahí, en un espacio minúsculo, y todos los días aparecía algo porque estábamos concentrados. Y agradecidos. Estábamos unas seis horas y luego venía su mujer, comíamos algo, conversábamos un poco y podíamos actualizar el trabajo y retomarlo luego”.
“¿Cómo lograron que dos energías tan distintas trabajen juntas por un bien común?”, le preguntamos. “Y… clorato de potasio y azufre hacen ¡Pum!”, respondió, y reímos todos los presentes. “Que si fuéramos los dos iguales no tendría gracia, ¿No? En cambio, aquí sí hay cosas que hacer y hay que moverse por ese lado”.
“¿Cómo le cuento a mi gente, país, lo que pasa en esta tierra?” (..) Y después cuando yo canto, que me lo llaman protesta”, cantó Piero desde los años 70, tiempos en los que Latinoamérica también oía mucho a Mercedes Sosa, Horacio Guarany, León Gieco, Víctor Heredia, Atahualpa Yupanqui o Facundo Cabral, voces que eran también estandartes, artistas que vieron en la canción social ya no solo una elección, sino una necesidad. La realidad actual, sin embargo, no encuentra una similar respuesta hoy desde la música.
“Piero, ¿A qué crees que se debe esto?”
“Yo creo que hay que meterse dentro de la cosa y parirla de nuevo, ¿no?”, nos dice firme. “Hay muchas cosas por descubrir y, la verdad, si me preguntas ¿Seguís cantando? ¿Seguís componiendo? Y yo sigo y seguiré hasta el último momento, porque es necesario. Es así.” “Para el pueblo lo que es del pueblo, para el pueblo liberación. Para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó”.
No te vayas, por favor
“El 11 de abril del 2002, las FARC hicieron un operativo en el que secuestraron a 12 parlamentarios. Los tuvieron más de cinco años en cautiverio. Al final, asesinaron a 11 de ellos y solo uno sobrevivió, Sigifredo López, pero siguió prisionero unos años más”. “¿Cómo soportó el cautiverio?, señor López”, le preguntaron alguna vez. “Escuchando la música de Piero”, respondió él. Años después, cuando estábamos en un aeropuerto en Colombia, un hombre se acerca repentinamente y le da un efusivo abrazo a Piero, sin mediar palabra. Era Sigifredo López”, nos cuenta Sergio Perata, su carismático manager, ante la mirada serena de Piero, en un segundo encuentro, esta vez personal, ya en su alojamiento en Lima. Esta historia en un contexto doloroso y terrible es un ejemplo de lo que la música de Piero significa para muchas generaciones de latinoamericanos. En la dictadura de Videla, en la de Pinochet, en la de Stroessner, en la de los militares en Brasil, en la del genocida Ríos Montt en Guatemala, en la desesperación de ser rehén de un grupo terrorista, siempre hubo alguien cantando o murmurando sus canciones para sí mismo, como una forma de consuelo, una posibilidad de supervivencia.
Quizás por eso, cuando uno le pregunta a Piero ¿En qué ya no crees? o ¿En qué sigues creyendo a estas alturas?, nos dice directamente. “No creo en los políticos. Y sigo creyendo cada vez más en la gente”. Recuerdo entonces la letra de ‘La del televisor’, y le pregunto, para terminar, a sabiendas de que es un amante de la paz mientras hay quienes quieren romperlo todo: “¿El diálogo o la bomba?”. Piero y Sergio se ríen, y el cantor apura en responder: “Noo, siempre queda el diálogo, siempre queda y quedará. Es muy simple la ecuación, ¿no?”.
A puertas de cumplir 80 años de una vida llena de aventuras, reflexiona sobre ‘Mi viejo’, sobre la vida y sobre su público: “De ‘Mi viejo’ me alegra que se siga escuchando, que esté viva, que se grabe en todos los ritmos y se cante en todos los fogones. Hay un montón de cosas que, realmente, son una grata emoción y una fuerza de parte del viejo. Porque, al final, todo tiene que ver con lo que te da el viejo desde que nacés ¿No?”, dice el cantautor al que hoy le cantan esa misma canción sus hijos, aunque aún no camine lento, como perdonando el tiempo.
- Piero, en abril del próximo año cumples 80…
- ¡Qué bueno, eh!
Siempre está listo para el chispazo y la picardía. Y también para la cavilación sincera. “¿Qué es lo más bonito, o lo mejor, de llegar a una edad semejante?”, le preguntamos, casi para terminar. “Hay buen ánimo. La gente es lo más bonito. La gente es infinita, es hermosa, las cosas que pasan con la gente es imposible de explicarlas. Por eso te digo que está hecha en ritmo de chacarera, de candombe, de tango, de lo que quieras, la gente siempre está ahí. Creo que es muy hermoso todo cuando llegan a casa con discos como ‘La sinfonía de los mares’, con todas esas cosas, es muy fuerte, muy hermoso”. Y agrega: “Llegar a los 80 salió así, no estaba ni en el prearmado, es una cosa que sale, florece, te mueve. Pasan un montón de cosas que realmente las agradecés cada día, porque cada nuevo día hay otros miles de cosas nuevas de todo esto que nos pasa. Hay que amanecer, agradecer y visualizar lo que queremos, lo que buscamos, lo que sentimos”.
Piero de Benedictis, nacido en Galípoli, Italia, el 19 de abril de 1945, llega este domingo a Lima para recordar Aprendí a crecer/ Por la ciudad vacía/ Buscándome el pan, pan, pan/ De cada día; decir que La noche tiene silencio, el agua también es mar. Recordemos nuestras cosas, también es bueno llorar; hablarnos de Pedro Nadie, de Juan Boliche, de Waldemar el brasilero, de Los Americanos o de sus paseos por Caracas; confesarnos sobre nuestro país, sobre el suyo, sobre los nuestros Me estoy muriendo de frío/ Tengo la bronca en la voz/ Porque a esta puerta del río/ Le apuñalaron el sol, él, que tiene la piel cansada de la tarde y que es la mañana de celestes solitarios, sabe que la vida se nos va, como la tarde.
Piero 60 años – Mi querido viejo
Día: domingo 9 de junio
Hora: 6 p.m.
Lugar: Gran Teatro Nacional
Dirección: Av. Javier Prado 2225 San Borja
Entradas: Teleticket. https://teleticket.com.pe/piero-60aniversario-gtn