Garantizar los derechos a la tierra parece más urgente que nunca. A pesar de las Reformas Agrarias implementadas en la región, el reconocimiento y formalización de los derechos a la tierra de campesinos, indígenas, afrodescendientes, mujeres y jóvenes rurales sigue estando en primer orden de sus reivindicaciones. Esto se explica no solo por la reconcentración de la propiedad y acaparamiento de tierras por parte del sector agroindustrial y otras actividades extractivas, sino también porque aún existen millones de hectáreas sin reconocimiento formal o derechos plenos de propiedad. Actualmente, hay más de 175 millones de hectáreas de tierras comunitarias no reconocidas en América Latina, según cifras de RRI. La tarea es enorme, pero absolutamente necesaria, principalmente porque se trata de cumplir con los derechos de poblaciones históricamente desatendidas.
De otro lado, cada vez hay una mayor conciencia sobre la necesidad de asegurar los derechos a la tierra para quienes viven y dependen de ella, como una de las vías necesarias para hacer frente a las crisis globales. Está demostrado que pueblos indígenas y comunidades locales tienen un papel decisivo frente a la crisis climática al ser los mejores guardianes de los ecosistemas que habitan. En Bolivia, Brasil y Colombia, por ejemplo, la deforestación en bosques indígenas en donde se ha asegurado la propiedad de la tierra es de dos a tres veces menor que fuera de dichas áreas. Asimismo, sabemos que la agricultura familiar tiene un rol fundamental en la crisis alimentaria al ser más respetuosa con el medioambiente y desarrollar sistemas alimentarios más diversificados, para lo cual es condición fundamental contar con derechos seguros y control sobre sus tierras. A pesar de que en las negociaciones políticas globales vinculadas a la problemática ambiental y los sistemas alimentarios se ha reconocido la importancia de asegurar estos derechos, las medidas y el financiamiento para tal fin son ampliamente insuficientes.
Las enormes brechas de titulación y los desafíos para alcanzar una gobernanza inclusiva de la tierra en América Latina fueron parte de las discusiones del Foro de la Tierra LAC 2024 organizado por la Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra (ILC) y más de 20 organizaciones aliadas. Igualmente, se destacaron nuevas propuestas e iniciativas de diversos actores —movimientos sociales, gobiernos, cooperación y organismos intergubernamentales— a nivel político y técnico en el ámbito local, nacional o global en función de los contextos de cada país. Por ejemplo, en países como Colombia, Brasil y Guatemala, los actuales escenarios políticos están permitiendo el desarrollo de nuevas políticas públicas o acelerar su implementación, negociar nuevos presupuestos públicos, reformar la institucionalidad agraria o generar nuevos espacios de diálogo con los actores populares del campo. Por otro lado, en países donde el contexto político resulta adverso para avanzar en los derechos a la tierra, conviene más bien desplegar estrategias que pongan énfasis en lo técnico y en lo local: desarrollo de protocolos, manuales, nuevas tecnologías, normas locales, arreglos institucionales con los actores del territorio, etc.
Además, las transformaciones agrarias deben venir acompañadas de procesos complementarios que permitan un real goce del derecho a la tierra. El Foro puso sobre la mesa la importancia de reconocer la autonomía y gobierno propio de los pueblos, y el desarrollo de planes de gestión y aprovechamiento sostenible de los recursos de sus territorios. Este reconocimiento es fundamental, especialmente en los casos de áreas naturales protegidas que se superponen a sus territorios, poniendo en riesgo su autonomía y derechos.
El Foro de la Tierra 2024 abrió un espacio de discusión en la región que verá su continuidad en el Foro Global de la Tierra que se llevará a cabo en Colombia en 2025. Entre tanto, resulta una tarea urgente promover una mayor toma de conciencia de la ciudadanía acerca de las crisis climática y alimentaria, y del rol crucial de quienes protegen la tierra y producen los alimentos que consumimos cada día.