El 31 de mayo es uno de los días que nadie en el Perú debería olvidar. En esta fecha algo cambió para siempre en nuestra sociedad y en la manera en la que enfrentamos los desastres naturales. Hace 54 años un violento y devastador terremoto acabó con la vida de casi 80 mil personas en Áncash, dejó toda una ciudad en escombros y una población aislada, herida y llena de terror. Esta es la historia del mayor desastre que ocurrió en la historia del país.
¿Qué pasó el 31 de mayo de 1970 en Ancash?
Era un domingo, parecía un fin de semana más que solo cambiaba por la expectativa que generaba el mundial de fútbol que ese año se celebraba en México y el retorno de la selección peruana a estas competiciones luego de 40 años.
Muchos aprovecharon este día libre para aprovechar en visitar a familiares, realizar otras actividades y los niños fueron llevados a un circo dentro de un colegio. De repente, a las 3:23 de la tarde, la tranquilidad de los hogares peruanos fue interrumpida por uno de los desastres naturales más devastadores en la historia del país. Lo que empezó como un sutil movimiento se convirtió rápidamente en un terremoto de 7,9 grados, cuyo epicentro se localizó a 44 kilómetros al suroeste del puerto de Chimbote.
El sismo, que parecía intensificarse con cada segundo que pasaba, provocó escenas de pánico en todo el país. Adultos y niños corrieron a lugares abiertos buscando refugio, mientras algunas mujeres clamaban desesperadas por ayuda divina.
Una vez que la tierra dejó de temblar, la verdadera magnitud de la tragedia comenzó a revelarse. Los “flashes” informativos de radio y televisión transmitían noticias fragmentarias sobre la devastación, particularmente en el Callejón de Huaylas.
Comenzó el horror
Pero la desgracia apenas estaba comenzando. El lado izquierdo del nevado Huascarán se desprendió, provocando un aluvión que se dirigió directamente hacia la ciudad de Yungay.
Según relata la página de la municipalidad de Miraflores, en esa localidad, el renombrado sismólogo Mateo Casaverde se encontraba con un grupo de expertos de la extinta Yugoslavia para estudiar los efectos de los sismos.
Al ver la masa de lodo y rocas que se aproximaban, Casaverde y sus colegas corrieron hacia el cementerio situado en una colina, logrando salvarse por escasos segundos. Relató haber observado una capa de 60 metros de lodo avanzando incontrolablemente hacia la ciudad. Los asistentes a una función de circo en el estadio local también se contaron entre los aproximadamente trescientos sobrevivientes de Yungay.
La ciudad quedó sepultada bajo toneladas de escombros, con solo las copas de las cuatro palmeras de su Plaza de Armas, asomando como mudos testigos de la catástrofe. La zona de Ranrahirca también quedó devastada, sufriendo su segunda destrucción por un aluvión, con una cifra de veinte mil fallecidos.
Otros testigos, como el camarógrafo Roque Zacarías de Canal 4 y el reportero gráfico René Pinedo de la revista Caretas, quien había sido rescatado de un aluvión anterior en 1962, narraron las dificultades para llegar a la zona.
Tardaron entre tres y cinco días en alcanzar el lugar, con muchas horas de caminata debido a la destrucción de la carretera desde Lima. Además, los aviones cargados con ayuda no podían aterrizar por la densa nube de polvo y tierra que cubría todo.
Algo más que simples números
El saldo del terremoto fue catastrófico: más de ochenta mil muertos, veinte mil desaparecidos y miles de heridos y damnificados. La conmoción nacional fue inmensa, pero las labores de reconstrucción debían comenzar.
La ayuda internacional llegó prontamente desde países vecinos y otras partes del mundo. Cerca de Yungay, se fundó Nueva Yungay, que se convirtió en “La Capital de la Solidaridad Internacional”, en reconocimiento a la ayuda recibida. Sin embargo, la corrupción empañó estos gestos solidarios, con algunos funcionarios desviando los recursos destinados a la reconstrucción.
La tragedia tuvo también un impacto en el ámbito deportivo. Dos días después del terremoto, la selección peruana jugó contra Bulgaria en el Mundial de México. Los jugadores peruanos salieron al campo con brazaletes negros en memoria de las víctimas.
A pesar de la tragedia, el equipo logró una victoria memorable, remontando un marcador adverso y ganando 3-2 con goles de Alberto Gallardo, Héctor Chumpitaz y Teófilo “Nene” Cubillas. Trascendió que el terrible desempeño del arquero Luis Rubiños pudo haber sido afectado por la falsa información que le dieron sobre la desaparición de su ciudad natal, Trujillo.
Por otro lado, y en respuesta al desastre, se creó la Comisión de Reconstrucción y Rehabilitación de la Zona Afectada (CRYRZA) y, dos años después, en 1972, se fundó el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI). Estas instituciones fueron esenciales para centralizar y organizar los esfuerzos de reconstrucción y para fomentar una cultura de prevención sísmica en el país.
De igual manera, el 31 de mayo fue designado como el Día Nacional de Prevención de Sismos, y cada año se realizan simulacros a nivel nacional para preparar a la población para futuros desastres naturales.