¿Alguna vez has ido a terapia psicológica? ¿Has pensado en ir a una (aunque sea por curiosidad)? ¿Alguna vez te has resistido a hacerlo porque “eso es para gente débil”? Si has ido a psicoterapia, sabrás que se trata de un espacio seguro y libre de juicios, en donde se pueden ordenar algunas ideas; es un espacio en el que puedes mostrarte con autenticidad ante un profesional de la salud mental. Al hacerlo, es casi inevitable que termines conociéndote mejor, y aceptándote más.
No es poco frecuente que nos pregunten a los psicólogos cuándo es un buen momento para iniciar una psicoterapia. Mi respuesta suele ser que, si lo estás considerando, tal vez sea el momento para hacerlo.
Algunas personas buscan psicoterapia cuando están en crisis, cuando hay un problema que no pueden manejar, se sienten infelices, o tienen malestares o síntomas diversos. Lo que se busca en estos casos es aliviar el malestar. Tal vez de aquí surja el prejuicio de que a terapia va quien es débil, quien no puede recomponerse sin ayuda. Nada más falso. Se requiere coraje para pedir ayuda, para confiar, para hablar a veces de cosas dolorosas. Hay que ser valiente para atreverse a esto.
También buscan psicoterapia quienes desean conocerse más, y trabajar en convertirse en la mejor versión posible de sí mismos. Identificar nuestros obstáculos, para sacarlos del camino; y nuestro potencial, para “sacarle el jugo”.
Para una mejor posibilidad de éxito, debe partirse de un cuidadoso proceso de evaluación que busca entender a fondo el motivo de la consulta, conocer qué deseas, qué necesitas y qué tipo de intervención podrías aprovechar mejor. Con esto en mente, se establecen objetivos (estos pueden ser muy diversos, como aliviar síntomas o malestares, fortalecer la autoestima, encontrar mayor claridad respecto a ciertos temas, mejorar los vínculos en general, potenciar capacidades cognitivas, mayor control emocional, etc.). De los objetivos se desprenderá un plan de acción para lograrlos, el cual incluye el tipo de terapia a seguir.
Existen diferentes enfoques psicoterapéuticos (cognitivo-conductual, de orientación psicoanalítica, humanista, gestáltica, entre otros) y distintas técnicas (directivas, focalizadas, abiertas, introspectivas, de modificación del entorno) cuya duración puede variar desde pocas sesiones hasta meses o años. En un extremo, por ejemplo, están las psicoterapias focales, que se centran en un eje en particular y tienen un número predeterminado de sesiones. En el otro extremo, por ejemplo, encontramos terapias abiertas de autoconocimiento, que pueden ser indefinidas en tiempo. En el medio, por supuesto, muchas combinaciones de enfoques, frecuencias y técnicas son posibles.
Ante toda esta variedad, resulta evidente que cada clínico tendrá que especializarse en una o pocas técnicas terapéuticas, en las que se vuelve experto. También, suele tener más experiencia en ciertos temas a tratar. ¿Cómo saber entonces a dónde acudir?
Cualquier psicoterapeuta está en condiciones de sugerirte un plan terapéutico a partir de una evaluación inicial. Si él/ella puede ofrecerte lo que necesitas, continuarán trabajando juntos. De no ser así, te derivará con los profesionales indicados. De lo único que debes asegurarte es que sea un profesional ético (suele ser buena idea pedir recomendaciones).
La diversidad no está solo entre las técnicas y enfoques, sino también en los honorarios. Hoy en día muchos centros cuentan con programas de atención para personas con recursos limitados. Como mencioné antes, si estás pensando en acudir a terapia, tal vez hoy sea una buena oportunidad de empezar a explorar.