En el ámbito empresarial, gubernamental y en la vida cotidiana, la gestión de riesgos es una práctica fundamental para anticipar y mitigar posibles amenazas que puedan afectar nuestros objetivos y bienestar. Sin embargo, con demasiada frecuencia nos encontramos con situaciones donde la falta de visión y previsión en la gestión de riesgos se traduce en consecuencias negativas e incluso desastrosas.
La gestión de riesgos es mucho más que un ejercicio de cumplimiento normativo o una formalidad administrativa. Es una herramienta estratégica que nos permite identificar, evaluar y responder de manera proactiva a las incertidumbres que puedan afectar nuestros objetivos y proyectos. Una gestión de riesgos efectiva implica anticiparse a los posibles escenarios adversos, desarrollar planes de contingencia y tomar medidas preventivas para minimizar los impactos negativos.
Contar con una sólida visión de largo plazo respecto de la gestión de riesgos implica no solo centrarse en los riesgos inmediatos y evidentes, sino también anticipar y prepararse para los desafíos futuros que puedan surgir. Sin embargo, demasiado a menudo nos encontramos con organizaciones y líderes que adoptan una perspectiva cortoplacista, priorizando el beneficio inmediato sobre la sostenibilidad y la resiliencia a largo plazo.
Numerosos ejemplos ilustran los peligros de una falta de visión en la gestión de riesgos. Desde crisis financieras provocadas por una excesiva tolerancia al riesgo en los mercados, hasta desastres naturales exacerbados por la falta de inversión en infraestructuras resilientes, la historia está repleta de situaciones donde la falta de previsión ha tenido consecuencias devastadoras.
Un ejemplo contemporáneo es la crisis sanitaria global desencadenada por la pandemia de COVID-19. Si bien las enfermedades infecciosas representaban un riesgo conocido, la falta de preparación y la escasa anticipación de su magnitud resultaron en una respuesta insuficiente y costosa a nivel mundial, incluyendo posiciones negacionistas y decisiones de algunos estados que tuvieron un sesgo de anclaje muy fuerte y que consintieron la pérdida de vidas humanas.
Para abordar la falta de visión en la gestión de riesgos, es fundamental integrar esta perspectiva en todos los niveles de la organización y en todas las etapas del proceso de toma de decisiones. Esto implica fomentar una cultura de anticipación y previsión, promover la formación y la conciencia sobre los riesgos emergentes, y establecer mecanismos efectivos de monitoreo y evaluación.
Además, es crucial involucrar a múltiples partes interesadas y fomentar la colaboración y el intercambio de información para identificar y abordar los riesgos de manera holística y proactiva.
En última instancia, la gestión de riesgos debe ser vista como una inversión en el futuro, no como un gasto innecesario. Al adoptar una visión a largo plazo y priorizar la anticipación y la preparación, podemos construir organizaciones y sociedades más resilientes y preparadas para enfrentar los desafíos que el futuro pueda traer.