La medicina tradicional en el Perú tiene profundas raíces que se remontan a los antiguos pobladores de esta tierra milenaria. Desde tiempos inmemoriales, los habitantes peruanos han mantenido una estrecha relación con la naturaleza, comprendiendo sus ciclos, respetando sus leyes y utilizando sus recursos para sanar.
Cuando llegaron los cronistas de la época colonial, como Bernabé Cobo o el Inca Garcilaso de la Vega, dejaron constancia de la sabiduría ancestral de los curanderos, quienes eran considerados como verdaderos guardianes del conocimiento. Estos sabios de la medicina andina no solo poseían un profundo entendimiento de las enfermedades, sino también de las propiedades medicinales de las plantas que crecían en los valles, montañas y selva del territorio peruano.
Desde el florecimiento del imperio incaico hasta la actualidad, la medicina tradicional perdura en la atención primaria de salud en muchas comunidades. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 80% de la población mundial recurre a la medicina tradicional en algún momento de su vida, confiando en la efectividad de las terapias naturales y el conocimiento transmitido de generación en generación.
Los cereales fueron importantes en la dieta de los incas
Uno de los recursos medicinales cruciales que los incas aprovecharon fue la quinua. Este cereal, originario de los Andes, es cultivado en el Perú durante milenios y es fundamental en la alimentación y la salud de las poblaciones andinas. Hallazgos arqueológicos en Sudamérica, como Ayacucho, Tarapacá, Calama y Arica, evidencian el consumo y la importancia de la quinua en la dieta de los antiguos habitantes. Semillas de quinua fueron encontradas en tumbas indígenas, demostrando que este alimento tenía un valor especial y era considerado incluso en ceremonias funerarias.
Además de la quinua, los incas también empleaban una amplia variedad de plantas medicinales para tratar diversas dolencias. El uso de la coca, por ejemplo, no solo era ritual, sino que también se utilizaba con propósitos medicinales, como estimulante y analgésico. Otros recursos medicinales incluían el muña, la ruda, el paico y la sábila, cada uno con propiedades específicas para tratar diferentes enfermedades y malestares. Pero los incas usaron diferentes semillas y una de ellas era una de sus fuentes de energía.
Este es el cereal con gran potencial nutricional
En las remotas tierras del altiplano peruano y boliviano, se cultiva un cereal que, aunque menos conocido que la quinua, posee un poder nutritivo igualmente impresionante: la cañihua. Con el doble de proteínas que otros cereales comunes como el trigo, el arroz o la avena, la cañihua se ha ganado un lugar destacado en la dieta de las poblaciones andinas.
Con aproximadamente 5 mil hectáreas sembradas cada año y un rendimiento promedio que se encuentra entre los 750 y 800 kilogramos por hectárea, este grano es fundamental para la seguridad alimentaria de las comunidades que lo cultivan. Lo que hace a la cañihua especialmente notable es su capacidad para resistir condiciones adversas. Este cereal puede germinar a temperaturas tan bajas como 5°C, florecer a 10°C y desarrollar semillas a 15°C. Estas características le permiten sobrevivir y prosperar en un entorno donde otros cultivos sucumbirían ante las heladas, sequías y bajas temperaturas.
Según el portal oficial del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), la cañihua es una excelente alternativa nutricional, especialmente para niños y adultos mayores. Su destacada calidad de proteínas y minerales la convierte en un componente valioso en la dieta, proporcionando una importante fuente de energía y fibra insoluble, que ayuda a reducir el colesterol.
En Bolivia, el cultivo de cañihua se concentra principalmente en el departamento de La Paz, en áreas como Pacajes y las zonas altas de la provincia de Omasuyos, así como alrededor de Independencia, en el departamento de Cochabamba. Estas regiones, con altitudes que alcanzan los 4 mil metros sobre el nivel del mar, ofrecen un entorno propicio para el desarrollo de este cereal, gracias a su resistencia a las bajas temperaturas.
Sin embargo, a pesar de su potencial, la cañihua rara vez se cultiva por encima de los 3.800 metros sobre el nivel del mar, ya que estas alturas son más propicias para el cultivo de quinua. El límite máximo de altura registrado para el cultivo de cañihua es de 4.400 metros sobre el nivel del mar.
Uso de la cañihua
Según el estudio titulado “Propiedades nutricionales y antioxidantes de la cañihua (Chenopodium pallidicaule Aellen)” realizado por la Universidad Peruana Unión, es una verdadera fuente de nutrientes esenciales para las familias que la cultivan. Mayormente destinada al consumo familiar, este grano se transforma en harina, conocida como “pito” en Bolivia y “cañihuaco” en el Perú, según lo señalado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el año 2000.
Pero no se equivoquen, este proceso no es tarea fácil. El grano se tuesta con meticulosidad para evitar que se queme, se ventea para eliminar los perigonios desprendidos y finalmente se muele. Un procedimiento laborioso, pero que produce un producto de alta calidad, aromático y con un prestigio alimenticio que trasciende fronteras. Los expertos estiman que en un día se pueden procesar entre 12 y 15 kilogramos de cañihua de manera artesanal, como bien señala Doris Bartolo Estrella, ingeniera de Alimentos.
Esta harina, rica en proteínas y calorías, se mezcla con agua o leche y se consume en diversas formas: desde bebidas calientes como el “api” hasta tortas y frituras. Pero la cañihua no solo satisface el apetito, también tiene un lugar en la medicina tradicional. Las cenizas de su tallo, conocidas como “llipta”, se utilizan en la masticación de la coca. Rica en calcio y nutrientes esenciales, la llipta provee los elementos necesarios para la dieta de aquellos que enfrentan climas fríos, como los habitantes de la sierra, según estudio consultado.
Sin embargo, su viaje al mercado exterior no siempre es seguro. A menudo se comercializa fuera de su área de producción, pero la pureza del producto no siempre está garantizada. La cañihua suele mezclarse con harina de cebada o de habas tostadas, lo que puede alterar su calidad original. Además, la falta de información sobre industrias dedicadas a su procesamiento plantea desafíos para aquellos que buscan mantener las características funcionales de este cereal.