La Festividad del Señor de Muruhuay, una de las celebraciones religiosas más emblemáticas de la región Junín y del Perú, convierte al distrito de Acobamba en el epicentro de devoción cada mayo.
Esta festividad celebra la aparición milagrosa del “Cristo de la roca” en el cerro Shalacoto, en Muruhuay, y ha sido reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación por su importancia histórica y religiosa.
Dada su significativa afluencia y el despliegue de costumbres ancestrales, en abril de 2017, esta festividad fue reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación, un hito que refuerza su importancia cultural y espiritual.
¿De qué se trata?
El Señor de Muruhuay representa la figura de un Cristo crucificado plasmado en la superficie de una roca en el cerro Shalacoto, situado en el poblado de Muruhuay, dentro del distrito de Acobamba.
La adoración a esta imagen tuvo su origen en 1835, cuando algunos lugareños avistaron una cruz de tono rojizo sobre una gran roca de difícil acceso, lo que interpretaron como un suceso milagroso.
Una vez comunicada la aparición a la comunidad, todos los habitantes consideraron necesario representar a Cristo crucificado sobre la cruz, al que imploraron para que pusiera fin a la epidemia de viruela que azotaba la localidad y sus alrededores.
Como resultado, la epidemia cesó, lo que llevó a la construcción del primer santuario dedicado al Señor de Muruhuay en 1827. El término “Muruhuay” deriva del idioma quechua y significa “Casa o lugar de la viruela”, en reconocimiento al supuesto milagro ocurrido en la zona.
Tres días de fiesta
La celebración, que se extiende a lo largo de mayo y a veces hasta junio, inicia sus preparativos con antelación, destacando la recolección de leña para la preparación de comestibles tradicionales.
Los actos centrales se dividen en tres etapas: la víspera, el día principal y el cierre. En la víspera, se lleva a cabo la entrega del cumplido por parte del mayordomo, quien ofrece panes, dulces y chicha de jora al designado para continuar la tradición el año siguiente. Además, se realizan coloridas alfombras florales y se congregan músicos y danzantes en tributo al Señor de Muruhuay.
La proyección de la devoción por la imagen trasciende fronteras, con hermandades establecidas incluso fuera del Perú que organizan eventos en su honor.
La procesión que moviliza la imagen desde el santuario hasta la ciudad de Tarma es uno de los principales actos, culminando con una misa en el templo de Santa Ana y una marcha que recorre el perímetro de la plaza de Armas.
Patrimonio Cultural
El día central, el 3 de mayo, se destaca por la peregrinación hacia el santuario, un momento de profunda fe y devoción. La Resolución Viceministerial 067-2017-VMPCIC-MC resalta la festividad como una expresión viva de la fe cristiana, intrínsecamente ligada a la identidad republicana del país.
La veneración al Señor de Muruhuay se remonta a 1835, atribuyéndose su origen a la aparición milagrosa de una cruz en el cerro Shalacoto. La leyenda se entreteje con relatos de la guerra por la independencia, enriqueciendo el folclore local y la devoción popular.
La expansión del culto ha impulsado la construcción de un santuario más grande en 1972, diseñado por el arquitecto suizo Kristian Telg. En esta edificación se destacan imágenes de la vida y pasión de Cristo, capturadas en tapices de San Pedro de Cajas.
Música y comida para todos
Las danzas tradicionales, con la Chonguinada como una de las más destacadas y reconocidas como Patrimonio Cultural de la Nación, son esenciales en la festividad. Estas danzas, que varían desde la Tunantada hasta la Huaylarsh, son representaciones de la rica cultura andina de Junín.
Además de la música y la danza, la gastronomía juega un rol fundamental en la festividad, con platos típicos como la pachamanca y el picante de cuy que deleitan a locales y visitantes, acompañados de la tradicional chicha de jora.
La celebración del Señor de Muruhuay no solo reafirma la fe y tradiciones de la comunidad, sino que también fomenta la unidad y el respeto por el patrimonio cultural e histórico de la región, convirtiéndose en un símbolo de identidad y devoción compartidos.