Magnicidio en Perú: El asesinato de Luis Miguel Sánchez Cerro y las teorías de conspiración

Un día aparentemente normal en Lima culminó en una tragedia que sacudió a la nación, marcando un antes y un después en su historia política.

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Las interrogantes y las teorías alrededor del asesinato de Sánchez Cerro siguen vivas, alimentando el debate público sobre lo que realmente sucedió aquel abril de 1933. (Centro de Estudios Histórico Militares del Perú – CEHMP)
Las interrogantes y las teorías alrededor del asesinato de Sánchez Cerro siguen vivas, alimentando el debate público sobre lo que realmente sucedió aquel abril de 1933. (Centro de Estudios Histórico Militares del Perú – CEHMP)

Muchas veces da la impresión de que la vida política del Perú siempre tiene una sorpresa que dar. Una de las peores se dio en el año de 1933, cuando un trágico suceso marcó un hito doloroso y controvertido en la historia del país: el asesinato del presidente Luis Miguel Sánchez Cerro.

Este oscuro episodio, que tuvo lugar el 30 de abril de aquel año, durante una mañana que prometía normalidad en la capital, Lima, sembró el caos y desató una serie de teorías conspirativas que perduran hasta nuestros días.

¿Qué pasó ese día?

La repentina muerte del líder generó un vacío de poder y un estado de sitio, marcando un punto de inflexión en la historia peruana. (Centro de Estudios Histórico Militares del Perú – CEHMP)
La repentina muerte del líder generó un vacío de poder y un estado de sitio, marcando un punto de inflexión en la historia peruana. (Centro de Estudios Histórico Militares del Perú – CEHMP)

El fatídico día comenzó con la habitual actividad presidencial. Sánchez Cerro, un militar que había ascendido al poder tras una década de inestabilidad política, se encontraba en el Hipódromo de Santa Beatriz, revisando a las tropas que partirían hacia el frente de guerra con Colombia. La multitud lo aclamaba mientras se retiraba en su automóvil descapotado, en una escena que pronto se volvería trágica.

En medio de la euforia y la seguridad aparente, un joven identificado como Abelardo Mendoza Leyva logró burlar la protección y se acercó al vehículo presidencial.

Sin previo aviso, disparó tres veces a quemarropa contra Sánchez Cerro, hiriéndolo de gravedad. La reacción inmediata de la escolta presidencial fue letal para Mendoza Leyva, quien fue abatido en el acto, aunque el daño ya estaba hecho.

El presidente fue trasladado de urgencia al Hospital Italiano, pero las heridas eran mortales. Dos horas después del atentado, Luis Miguel Sánchez Cerro sucumbió a una hemorragia interna causada por un proyectil que se alojó en su corazón. La conmoción se apoderó del país ante la pérdida de su líder, pero pronto surgieron preguntas incómodas sobre los detalles del crimen.

¿El Apra estuvo involucrado?

La investigación destapó la posible implicación aprista en el asesinato del presidente, abriendo un abismo de especulaciones y acusaciones sin fin. (Centro de Estudios Histórico Militares del Perú – CEHMP)
La investigación destapó la posible implicación aprista en el asesinato del presidente, abriendo un abismo de especulaciones y acusaciones sin fin. (Centro de Estudios Histórico Militares del Perú – CEHMP)

Las investigaciones revelaron que Mendoza Leyva, afiliado al partido aprista, había sido liberado de prisión apenas un mes antes del asesinato. Se especuló sobre posibles cómplices y motivaciones detrás del magnicidio.

Las teorías de conspiración apuntaban a una red más amplia de conspiradores, incluyendo a figuras políticas y militares de alto rango.

Uno de los aspectos más inquietantes fue la presencia de múltiples disparos en el auto presidencial, indicando la participación de varios tiradores. Este hecho alimentó la sospecha de un complot cuidadosamente planeado para derrocar al presidente.

Sin embargo, las pruebas concretas escaseaban, y el proceso judicial se centró en identificar al autor material del crimen.

El juicio, llevado a cabo por una corte marcial, concluyó con la culpabilidad única de Abelardo Mendoza Leyva como autor del asesinato. Aunque se reconocía la existencia de un complot, la falta de pruebas impidió identificar a otros posibles conspiradores. Esta resolución no logró disipar las dudas sobre la verdadera naturaleza del crimen.

Las consecuencias del magnicidio fueron profundas y duraderas. El país se sumió en un estado de agitación, con el gobierno declarando el estado de sitio y suspendiendo las garantías constitucionales.

El sucesor

En un contexto de crisis, Benavides asume la presidencia buscando la estabilidad y cerrando heridas. (Biblioteca Nacional del Perú)
En un contexto de crisis, Benavides asume la presidencia buscando la estabilidad y cerrando heridas. (Biblioteca Nacional del Perú)

El general Óscar R. Benavides fue elegido como sucesor de Sánchez Cerro en una medida cuestionada, pero que se justificó en la necesidad de estabilidad en tiempos de crisis.

Una de las primeras acciones del nuevo gobierno fue buscar la paz con Colombia, poniendo fin al conflicto armado que había llevado al país al borde de la guerra.

Sin embargo, las sombras del magnicidio continuaron proyectándose sobre la política peruana, alimentando teorías conspirativas y sospechas de complicidad en las altas esferas del poder.

A pesar de los años transcurridos, el asesinato de Sánchez Cerro sigue siendo objeto de debate y especulación. Las preguntas sin respuesta y las inconsistencias en el relato oficial han alimentado la narrativa de una conspiración más profunda, en la que intereses políticos y militares se entrelazan en un oscuro juego de poder.

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