En las alturas de los Andes peruanos, a más de 3 mil 400 metros sobre el nivel del mar, se alza el pueblo de Mangas, en la provincia de Bolognesi, en Huaraz. Este rincón, casi olvidado, es hogar de una iglesia que atesora grandes secretos de nuestra historia nacional, marcando el encuentro entre el pasado incaico y la conquista española.
La historia arranca en 2008, cuando la iglesia San Francisco de Mangas, situada en el departamento de Áncash, fue distinguida como Patrimonio Cultural de la Nación. A pesar de los casi 16 años transcurridos desde entonces, la protección otorgada no abarcaba lo que se resguardaba en su interior.
El templo impresiona con su única nave y una torre independiente que alberga tres imponentes campanas de bronce, dignas de admiración. Entre sus elementos más notables se encuentran los contrafuertes del lado derecho, la portada lateral, el arco triunfal o toral, y el altar mayor, una obra de hilos embellecida en pan de oro. A pesar de las remodelaciones posteriores, se vislumbra evidencia de antiguos murales, ocultos bajo capas sucesivas de intervenciones.
Fue en el año 2022 cuando el Ministerio de Cultura elevó el estatus de la Tabla Quipu del Templo de San Francisco de Mangas, propiedad del obispado de Huaraz, a la categoría de Patrimonio Cultural de la Nación. Este documento alberga una riqueza histórica, científica y social que trasciende su antigüedad y contenido.
La importancia de la tabla para el Perú
La Tabla Quipu representa la persistencia del uso de quipus desde la Colonia hasta la República, fusionándose con la escritura alfabética manuscrita y dando origen a una forma híbrida asociada a la contabilidad, tanto comunal como eclesiástica. Su inscripción, iniciada en 1890, revela su utilidad para fines religiosos o eclesiásticos, aunque encierra múltiples significados en su entramado de hilos y nudos.
Este manuscrito y quipu son testigos de una época en la que las estructuras comunales y las tradiciones prehispánicas sobrevivieron en simbiosis con los conocimientos traídos por los conquistadores, una fusión que comenzó a desvanecerse en el siglo XX con la estandarización de la contabilidad alfabética y numérica. La tabla representa uno de los últimos vestigios de esta práctica.
Desde el punto de vista científico, este documento posee un valor incalculable como fuente primaria para la investigación histórica. Revela aspectos fundamentales de la contabilidad, la administración de recursos y la religiosidad en las comunidades andinas entre los siglos XVIII y XIX. Además, los simbolismos detrás de los hilos que acompañan a los empadronados aún no son completamente descifrados, añadiendo capas de misterio a su significado.
La resolución viceministerial N° 000161-2022-VMPCIC/MC, con la firma de la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Janie Gómez Guerrero, confirma la importancia de este hallazgo. Se encomienda al Archivo General de la Nación la protección, conservación y difusión de este tesoro histórico.
Sin embargo, la alegría por este reconocimiento se ve empañada por la lamentable condición del templo en la actualidad. El paso del tiempo y la falta de mantenimiento llevó al edificio al borde del colapso, representando una amenaza para este invaluable patrimonio cultural.
¿Qué eran los quipus?
Esta particular herramienta, cuyo nombre proviene de la palabra quechua khipu, que significa ‘nudo’, fue el principal sistema de registro de información en el imperio inca. Estaban compuestos mediante una cuerda principal de aproximadamente 1 centímetro de diámetro, a la cual se le agregan cuerdas secundarias que colgaban de ella. En estas se hallaban los nudos, sin embargo, también se podían encontrar cuerdas subsidiarias e incluso alguna en la principal que podría haber servido para identificar a quién hizo el quipu o incluso qué tipo de información contenía.
El tamaño de los cordeles podía sufrir algunas variaciones, pero la cuerda principal siempre era mayor que el espacio que ocupaban los cordeles secundarios, de ese modo se podía enrollar el quipu cuando ya no se usaba más.
Generalmente, estaban hechos de algodón, fibras de alpaca, vicuña, vegetales o incluso de cabello humano, según relata National Geographic, que además agrega que algunos cronistas habrían mencionado la existencia de quipus de oro, pese a que no se tiene registro de ninguno.