Llegar a tu hogar y que la comida se encuentre servida, que la ropa esté lavada, que la casa esté limpia y que las niñas o niños hayan culminado con sus deberes escolares no ocurre por arte de magia. Lo cierto es que la responsabilidad del cuidado doméstico suele caer —casi sin pensarlo— en una mujer; sin embargo, esto da lugar a una simple pero necesaria pregunta: ¿por qué?
Precisamente, en un país donde los índices de violencia contra la mujer, adolescentes y niñas han sobrepasado los 33 mil casos en los primeros meses del 2024, es importante cuestionar las acciones que adoptamos desde nuestras familias para descubrir si estas, de alguna forma, continúan perpetrando estereotipos de género que limitan el desarrollo de la población femenina.
El cuidado del hogar y de quienes lo habitan, conocida también como la labor silenciosa, es una de ellas. Y así lo explica el Comité de Latinoamérica y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (CLADEM Perú), mediante su campaña ‘¿Nos toca?: Cuidemos en igualdad, vivamos sin violencias’, lanzada con la finalidad de —a través de actividades en ocho territorios del Perú, como festivales, foros, cineforos y más— hacer un llamado urgente para abordar el riesgo y la discriminación que la población femenina vive en su día a día.
En conversación con Infobae Perú, tres especialistas y representantes de organizaciones feministas, las cuales se han sumado a esta iniciativa a fin de generar conciencia sobre la realidad de dichos espacios, explican más sobre la relación que la asignación unilateral de las actividades de cuidado tiene con la violencia de género.
Un hogar requiere de atenciones y cuidados que puedan permitir el correcto desarrollo de todos sus integrantes: desde el lavado de ropa y la cocina hasta la atención de los adultos mayores o de los menores que en él habitan. Sin embargo, como sociedad, ha existido siempre estereotipos de género en la asignación de estos roles, los cuales solemos aceptar sin pensar pese a lo injusto de su perpetración.
Irma Ganoza Macchiavello, directora ejecutiva del CPM Micaela Bastidas de La Libertad, explica que abordar el tema implica referirse a todas las tareas que tienen que ver con lo que tradicionalmente se denominaba como ‘cuidado doméstico’. A su vez, resalta la importancia de cuestionar la imposición de estas responsabilidades a la población femenina, que —además— debe hacerlo de manera gratuita.
“Cuando hablamos del cuidado, y más precisamente el derecho al cuidado, estamos refiriéndonos al derecho de ser cuidado: todas las personas tenemos derecho a recibir cuidados desde que nacemos y en las situaciones especiales a lo largo de nuestro ciclo vital. Todas las personas tenemos ese derecho. Ahora, ¿quién debe cuidarnos? Estamos planteando que las tareas del cuidado deben ser una responsabilidad de las y los integrantes de la familia, de la comunidad y del Estado como garante de ese derecho, así como del derecho de las y los cuidadores, en caso de que haya”, argumenta.
De esta forma y según los estereotipos de género, las mujeres de cada familia son las que, de forma unilateral y sin consulta previa, asumen dichas labores. Así lo corroboró una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) y Flora Tristán, que data del 2022 y que evidenció un lamentable panorama: el 82% de la población femenina realiza labores de cuidado doméstico en contraposición con el 16% de sus pares varones; es decir, ellas dedican 27 horas más cada semana a esta forma de trabajo no remunerado.
Mercedes Cruz Díaz, presidenta de la Asociación Humanidad Libre de Arequipa, afirma que, lamentablemente, la importancia de la labor en torno al cuidado no es reconocida pese a resultar fundamental para el desarrollo de la sociedad.
Y las cifras demuestran que sí lo es: la encuesta del INEI reveló que el trabajo doméstico no remunerado de las mujeres aporta un 14,1% del Producto Bruto Interno (PBI) del país, con base en el análisis hecho en el 2010. En tanto, el de la población masculina apenas supera el 6%.
Cruz Díaz explica que esta asignación de roles resulta peligrosa para la población femenina, ya que no solo limita su autonomía física y económica, sino que minimiza sus posibilidades de desarrollo académico o profesional. De esta manera, el proyecto de vida de una mujer se vería interrumpido.
“La sociedad, desde que somos niñas, nos dice que esa es nuestra responsabilidad y, generalmente, las mujeres priorizan el cuidado común a su propio cuidado, a su propio derecho a desarrollarse, a crecer, a desenvolverse, a mantener esa autonomía que requieren las personas cuando ya asumen un rol en la sociedad; es decir, cuando ya tienes una edad productiva. Sin embargo, a las mujeres, esa parte de su vida la relacionan directamente con esa responsabilidad de cuidar”, detalla.
Así lo corroboró la Encuesta sobre Roles de Género para la Prevención de la Violencia, elaborada por CLADEM Perú, que precisó que el 72,8% de los encuestados consideraba positivo que las féminas trabajen, pero —al mismo tiempo— creen que no deben descuidar el cuidado de sus hijos.
Katya Zamalloa Echegaray, presidenta de la Colectiva Sonqo Warmi de Cusco, explica que en este contexto pueden darse situaciones que terminen por exponer a las mujeres a situaciones de violencia especialmente graves, puesto que la mayoría no cuenta con los recursos o con un sistema de apoyo que las ayude a salir de este ciclo.
“Cuando analizamos las causas, estamos hablando de relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Y quienes tienen el poder son las personas que generalmente son nuestras parejas, nuestros esposos, que terminan violentándonos por diferentes circunstancias. Tiene que ver mucho con todo este rol que está desvalorizado, que no está reconocido y que, además, significa toda una carga muy grande para las mujeres. Y si no es la madre, muchas veces son las hijas mujeres las que también resultan perjudicadas porque, por ejemplo, no concluyen sus estudios o no pueden ir a trabajar porque tienen que dedicarse al cuidado de la casa, de los hermanos o de algún adulto mayor”, enfatiza.
Para Ganoza Macchiavello, como en muchas situaciones en las que se presentan estos abusos, el uso de la violencia tiene la finalidad de ‘castigar’ a la mujer que se ‘atrevió' a salir del mandato social impuesto, con el objetivo de que tenga miedo y se ciña a los roles tradicionales asignados.
“Las mujeres quieren aportar económicamente, pero hay una serie de prohibiciones para que no tengan la posibilidad de hacerlo. En las encuestas que hemos aplicado, más del 60% de mujeres entrevistadas dicen que sus parejas no las dejan trabajar a pesar de poder generar algún tipo de riqueza. Y ellas prefieren, para no crear conflicto, asumir el mandato de la pareja y no salir a a trabajar (...). Ahí es que se generan muchas situaciones de violencia”, cuenta.
Cruz Díaz, por su parte, considera que la reflexión y el cuestionamiento, tanto a nivel de la sociedad como en el ámbito personal, son las mejores formas de empezar a cambiar esa mentalidad que nos ha sido impuesta sobre los roles de cuidado, a fin de evitar que estas situaciones de violencia afecten la vida de las mujeres. “Hay que preguntarse: ¿solo a nosotras nos corresponde o es que también al Estado y a los hombres?”, expresa.
De acuerdo a lo planteado por diversas organizaciones feministas que integran CLADEM Perú, en el marco de la campaña ‘¿Nos toca?’, la mejor estrategia para hacer frente a este complejo panorama es: la promoción de cambios frente a las responsabilidades de los cuidados y el empoderamiento de las mujeres para que ejerzan plenamente su autonomía, sobre todo en relación con sus proyectos de vida y sus actividades de desarrollo personal y laboral.
“El cambio cultural y social necesario para prevenir la violencia contra la mujer requiere un esfuerzo conjunto y coordinado de todos los sectores, familias, sociedad y Estado. Es imperativo trabajar por una sociedad del cuidado y libre de violencias de género”, se detalló en un pronunciamiento.
Pese al pedido de la sociedad y de organizaciones feministas, el último 5 de abril, la Comisión de la Mujer y Familia del Congreso de la República dio un paso atrás en la búsqueda de erradicar la violencia de estos espacios cuando archivó los PL N.º 2735, 3242, 4705 y 5308, que tenían la finalidad de reconocer el derecho al cuidado y establecer un marco legal para la implementación del Sistema Nacional de Cuidados.
La iniciativa ya había sido impulsada por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), mediante la propuesta conocida como Ley de reconocimiento del derecho al cuidado y de creación del Sistema Nacional de Cuidados, a mediados del 2022, con el objetivo de establecer una distribución más equitativa de las tareas de cuidado entre hombres y mujeres, al tiempo que se reconocieran los derechos de las personas que requieren cuidados y de quienes los proporcionan.
“Al archivar del proyecto de ley del Sistema Nacional De Cuidados, el Congreso nos acaba de quitar la oportunidad de contar con un sistema que alivie la sobrecarga laboral que afecta a mujeres de diversas edades. Cuidar también es trabajar”, denunció en su momento, a través de sus redes sociales, el CMP Flora Tristán.
Por su parte, Zamalloa Echegaray afirma que la ejecución de este sistema es clave, puesto que garantizará que las mujeres no se vean recargadas al asumir demasiadas responsabilidades y que tengan más tiempo para dedicarse a otras actividades relacionadas con su desarrollo profesional, lo que motivaría a una mejora en su economía y, por ende, en su calidad de vida.
La propuesta contemplaba implementar políticas, programas y servicios de cuidados universales, accesibles, adecuados y suficientes, con pertinencia cultural y de calidad, orientados a garantizar el derecho a recibir y dar cuidado. La atención integral a niñas, niños, adolescentes, personas con discapacidad y personas adultas mayores en situación de dependencia se encuentra sería prioridad.
“Entre las propuestas se encuentra que, desde el Estado, se pueda mejorar los servicios que se tienen para la atención de menores o adultos mayores, como Cuna Más, así como crear más guarderías o espacios donde las mujeres también podamos dejar a nuestros hijos e hijas —y que estén bien cuidados—, una persona enferma, con discapacidad o algún integrante de la familia que tiene algunas limitaciones físicas, para que puedan ser atendidas por el Estado, por un servicio que brinde una calidad y calidez en ese en esa atención”, enfatiza.
Este último punto es especialmente importante si se tiene en cuenta que, de acuerdo a la Encuesta sobre representaciones del trabajo del cuidado, de CMP Flora Tristán, Oxfam e IEP, las familias no utilizan los servicios públicos de cuidado infantil por falta de confianza en el Estado (27%), prefieren dejar a sus hijos con su familia (26%) y falta de disponibilidad de un centro cercano a su hogar (25%).
El MIMP pidió al Congreso de la República que se reconsidere el archivamiento de los PL a favor de la creación del Sistema Nacional de Cuidados; sin embargo, el silencio del Legislativo ha sido la única respuesta recibida. Por lo pronto, el cambio debe empezar en nuestros hogares y desde nuestras familias.