Entre los miles de tesoros que tiene un lugar como el Perú, los artistas tienen un lugar muy especial para ellos reservado en la gran mesa que son las artes.
Según a qué rama se hayan dedicado, son muchos los que han dejado una huella imborrable. Tal como ha sucedido con el reconocido caricaturista peruano Mario Moreno, quien con su talento enamoró a todos en el país y más allá de sus fronteras.
Nacido en Cusco el 14 de mayo de 1944, y fallecido en Lima el 24 de abril de 2009, Moreno creció en un entorno familiar dedicado al arte teatral y circense, lo que le permitió desarrollar desde muy temprana edad habilidades en diversas disciplinas artísticas como equilibrista y payaso, recorriendo junto a su familia toda la geografía peruana.
Pasión temprana
Su pasión por la caricatura comenzó a manifestarse durante sus años de formación escolar. Fue precisamente en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe donde Moreno empezó a destacar, plasmando con humor e ingenio las peculiaridades de profesores y compañeros a través de sus dibujos.
Este talento no solo le brindó una vía de expresión personal, sino que también le sirvió para comentar críticamente los sucesos cotidianos y noticias de su entorno.
Con una visión particular del mundo, que él mismo describía como ver a las personas a través de un “Ojo de pez”, y una capacidad única para captar rápidamente los rasgos y la esencia de las personas, Moreno se ganó el título no oficial de “El Caricaturista más rápido del mundo”.
La caricatura lo enamoró
Su carrera profesional como caricaturista comenzó a tomar forma en 1964, con la publicación de su trabajo en la revista Gente. Pronto se unió al equipo del diario Expreso y más tarde a Extra, ampliando su repertorio y experimentando con nuevas plataformas, incluida la televisión, donde en 1966, se destacó por sus contribuciones en el Canal 2.
Buscando nuevos retos y experiencias, Moreno se aventuró fuera de Perú en 1969, llegando a México, donde el mercado para caricaturistas era altamente competitivo pero igualmente estimulante.
Allí no solo logró publicar en el Diario “Novedades”, sino que también colaboró con la Editorial Novaro y realizó trabajos para la Televisión Independiente de México.
A su regreso a Perú, Moreno se incorporó en 1973 al equipo de 24 Horas en Panamericana Televisión, logrando gran reconocimiento por sus caricaturas en vivo de los invitados al programa.
Además, colaboró activamente en la sección editorial de los diarios La Prensa y Última Hora y participó en numerosos eventos y ferias, dejando su marca en el corazón de quienes admiraban su arte, que iba más allá de la mera representación gráfica para convertirse en un comentario social y cultural.
Adaptado a los nuevos tiempos
Con el advenimiento de la era digital, Moreno se adaptó a los nuevos tiempos, abriendo un espacio en Terra Perú para exhibir sus creaciones y manteniendo un taller de dibujo humorístico y caricatura donde compartía su vasta experiencia con aspirantes a caricaturistas.
A lo largo de su carrera, Moreno no solo se dedicó a perfeccionar su arte, sino que también impartió charlas sobre la caricatura como herramienta de opinión y llevó adelante investigaciones sobre la historia de la ilustración en Perú. Su compromiso con temas de interés social, como la ecología, se reflejó en sus cómics e historietas.
A pesar de enfrentar desafíos de salud en sus últimos años, Moreno siguió creando y compartiendo su visión única del mundo hasta su fallecimiento en 2009. Su legado continúa vivo a través de su hija, Milagros Moreno, quien sigue los pasos de su padre, capturando momentos y personalidades a través de la caricatura.
Mario Moreno no solo fue un caricaturista excepcional, sino un artista comprometido con su tiempo, un educador apasionado y un innovador que dejó una marca indeleble en el arte peruano.