A lo largo del tiempo, han sido muchos los textos de varias partes del mundo que han analizado la vida y obra de uno de los personajes más importantes de la literatura de esta parte del continente. Y es que el Inca Garcilaso de la Vega, no solo es sinónimo de la historia de este país, también es considerado por muchos especialistas como el primer peruano por ser uno de los primeros representantes de la mezcla que resultó entre los conquistadores y los descendientes de los incas.
Pero muy pocos son, casi ninguno, son los que tratan sobre una etapa fundamental en la vida de Garcilaso: se trata de su juventud. Y es que en este momento importante de su vida, el escritor conoce y es testigo de todos los hechos que más tarde le servirán de inspiración para sus obras que lo llevarían a la eternidad.
Infobae Perú conversó con Ricardo Ráez, escritor peruano que hace poco ha presentado su obra ‘El primer peruano’, dedicado a los años de juventud del Inca Garcilaso de la Vega.
La figura de ‘El primer peruano’
Para Ráez, la idea de que toda la historia del Perú tenga una especie de punta de partida en las primeras vivencias del considerado primer mestizo.
“La figura del primer peruano me parece más que interesante porque es ahí donde todos nosotros podamos confluir con un antepasado común y que de alguna manera, o de otra, también podamos vernos reflejamos en ese antepasado común”, comenta Ráez Reátegui.
Y es, aunque tal vez muchos no se hayan percatado de un detalle que para nuestro entrevistado resulta un hito fundamental para la historia del Perú: el Inca Garcilaso de la Vega es el primer peruano en escribir la historia de su propia patria, algo que hasta ese momento no había sucedido.
“Ya de adulto va hacia España y por allá se convierte escritor, pero su obra queda como la historia oficial del Perú durante mucho tiempo. Recién en el siglo XIX otros escritores le dan otra forma a lo que se conocía. Pero antes los eruditos leían ‘Los Comentarios Reales de los Incas’ e ‘Historia General del Perú’ y la tomaban como la historia oficial de la conquista española y del Tahuantinsuyo”, aclara el autor.
Realidad o fantasía
Por mucho tiempo, el trabajo del ‘príncipe de los escritores del Nuevo Mundo’ fue considerado como utópico o fantasioso. El motivo de esto es que en sus obras solía representar de manera fehaciente, según su visión, como eran en realidad los incas. Algo que muchos no aceptaron en un primer momento.
Ocurre, para Ráez, que todo lo que logró escribir Garcilaso de la Vega, de alguna manera, nos hermana con nuestro pasado y con este suelo.
“Los incas no son presentados como tiranos o emperadores ni como gente salvaje, sino como lo que realmente fueron: una cultura sostenible, creativa, imaginativa, solidaria. El Inca es capaz de transmitir estos valores y por eso es importante que se le considere como el primer peruano, porque nos da una esperanza como país”, acota.
Siempre estuvo aquí
La presencia del Inca Garcilaso de la Vega en nuestra vida, 400 años después de su muerte, es más que evidente en todos nosotros, pero tal vez no hemos sido capaces de reconocerlo.
Por ejemplo, la leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo la aprendimos desde nuestros primeros años en el colegio. A lo largo de los años esto se ha mantenido por generaciones, tomándolo como un hecho estrechamente ligado al momento de la fundación del Perú.
“El interés que yo tuve por escribir un libro sobre el Inca Garcilaso de la Vega nació cuando comencé a estudiar Historia en la universidad San Antonio de Abad del Cusco. Ahí profundicé sobre su vida y hasta que un compañero sostuvo un debate acalorado con un profesor muy temido. Desde ese episodio inició mis ganas de saber un poco más sobre este personaje”, recuerda este carismático escritor, recordando sus años universitarios.
Fue este capítulo en su vida, precisamente, en el que Ráez cae en cuenta de que el trabajo de Garcilaso siempre tuvo adeptos y detractores que intentaron, utilizando las más inverosímiles razones, echar abajo su trabajo.
“Desde ‘Los Comentarios Reales’, siempre ha habido personas que han tratado de menospreciar su obra, de desvirtuarlo. Decían que todo era una utopía, pura fantasía, que lo que escribía no era verdad, siendo todo lo contrario, pues el Inca Garcilaso es uno de los que más se acerca a lo que en realidad era el imperio del Tahuantinsuyo.
Las ‘cañas’, el deporte favorito de Garcilaso
Si un joven en estos tiempos no tiene claro lo que será el resto de su vida, imagínese a uno de hace 400 años. Como a cualquier chiquillo, el Inca no sabía que más adelante se convertiría en escritor, por lo que su vida juvenil estuvo llena de aventuras.
“Como a cualquier joven, creo que le gustaban las cosas emocionantes. Él sabía montar a caballo, manejaba armas, hablaba un perfecto español. Al ser hijo de un conquistador, también tenía ciertos privilegios”, explicó.
Pero lo que pocos tal vez sepan, es que el joven Garcilaso practicaba un curioso deporte llamado ‘cañas’, que era casi un entrenamiento militar.
“Las cañas eran unas varas de madera que eran llevadas en una mano, y en la otra un escudo. Se enfrentaban dos equipos a caballo y el objetivo era reventar estas cañas en el equipo del otro y defenderte del ataque rival”, mencionó.
Pero eso no era lo único, pues otra cosa que suele ser llamativa a esa edad es lo prohibido. Y en su época lo prohibido era lo andino. Es por eso, que siempre visitaba a su familia materna y preguntaba todo lo que veía, por el pasado y el presente. Por esa cultura que seguía estando presente a pesar del quiebre que significó la conquista.
La acción de ‘El primer peruano’
Para conocer el último lanzamiento de Ráez, hay que iniciar señalando que la acción comienza en 1555, en la fiesta del Corpus Christi, en una ciudad del Cusco que por fin se encuentra en paz luego de haber soportado 20 años de guerras civiles entre los españoles.
“En esa época, Garcilaso, así como ve muchas muestras de amistad entre sus conocidos, también ve mucha violencia. No solo entre españoles, sino amigos matándose por un poco más de oro. Una vez pasada esta barbarie, es que la vida de Garcilaso puede alcanzar cierta normalidad en medio de un clima de paz”, argumenta.
Otro detalle, que también parece haber sido olvidado, es que, así como el protagonista de este libro tuvo un nombre en español, también tuvo uno indígena.
Y en ese proceso, no solo se cambió su nombre original, Gómez Suárez de Figueroa, sino que se autonombró inca, en un hecho que reviste más importancia de los que los historiadores le han dado.
“Parece que los peruanos se han olvidado de ese tema. Ya en su primer trabajo (Diálogos de amor) firma como Inca Garcilaso de la Vega. Ese paso es trascendental porque él mismo se nombra como inca”.
Según Ráez, los peruanos, a través de la historia, nos hemos esforzado en llamarlo de muchas maneras menos inca. La gente le dice el príncipe de los cronistas, el primer mestizo que unió a dos culturas. Pero son pocos los que lo llaman como en realidad él quería ser recordado.
“Aún hoy son pocos los que asumen eso, ya que ese no era su nombre artístico. No tenía esas pretensiones, no era como, por ejemplo, ‘La Chola Chabuca’. Firma como inca porque es consiente que representa una estirpe, un linaje que es la del máximo reciprocador, esa reciprocidad nos la da por medio de ‘Los comentarios reales’”, manifiesta.
Entre las razones que esgrime el propio Ráez para leer su última obra está la curiosidad que debe nacer en los peruanos por saber quién fue el Inca y por qué es considerado como tal .
“Otra razón puede ser el saber qué propone un primer peruano, porque todos terminamos confluyendo en él. También por saber la historia del Perú en el momento de la conquista, es clave para saber como nos vamos a desarrollar como país”, concluye.