Así fue la operación Chavín de Huántar desde la mirada de los participantes: A 27 años de una de las hazañas más importantes del país

Desde la adrenalina hasta el temor, los comandos se enfrentaron a una montaña rusa emocional durante la operación. Sus testimonios revelan el coraje, la camaradería y el dolor que experimentaron en el cumplimiento de su deber

Guardar
Los preparativos para la operación fueron minuciosos y secretos. Desde la comunicación clandestina hasta el uso de tecnología avanzada, cada detalle fue cuidadosamente planeado para garantizar el éxito de la misión. (Composición: Infobae / Jazmine Angulo / Andina)
Los preparativos para la operación fueron minuciosos y secretos. Desde la comunicación clandestina hasta el uso de tecnología avanzada, cada detalle fue cuidadosamente planeado para garantizar el éxito de la misión. (Composición: Infobae / Jazmine Angulo / Andina)

El 22 de abril de 1997 quedó marcado en la historia peruana como el día en que la valentía y la determinación se unieron para poner fin a uno de los episodios más oscuros del país. Fue el día en que la Operación Chavín de Huántar liberó a más de 72 rehenes que habían sido mantenidos cautivos durante 126 largos días en la residencia del embajador japonés en Perú. Pero detrás de este acto heroico se esconde una historia de planificación meticulosa, coraje desmedido y sacrificio supremo.

Los preparativos para la operación fueron minuciosos y secretos. El almirante Luis Giampietri, uno de los rehenes, recibió instrucciones clandestinas y una radio para comunicarse con los demás segundos antes de que la incursión militar comenzara. Además, se ideó un plan para que los rehenes vistieran prendas de colores claros, facilitando así su identificación entre los insurgentes en caso de una confrontación.

Dispositivos de alta tecnología, camuflados en objetos cotidianos, fueron utilizados para espiar a los secuestradores, proporcionando inteligencia vital para la operación. Esta tecnología permitió a los comandos peruanos conocer las rutinas y vulnerabilidades del MRTA, facilitando así el asalto.
Dispositivos de alta tecnología, camuflados en objetos cotidianos, fueron utilizados para espiar a los secuestradores, proporcionando inteligencia vital para la operación. Esta tecnología permitió a los comandos peruanos conocer las rutinas y vulnerabilidades del MRTA, facilitando así el asalto.

La tecnología desempeñó un papel crucial en el éxito de la operación. Dispositivos de alta tecnología, camuflados en objetos cotidianos, fueron introducidos en la residencia para espiar a los secuestradores. Esta inteligencia permitió a los comandos peruanos conocer las rutinas y vulnerabilidades del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), incluida su práctica de fútbol diaria, que se convirtió en un punto clave para planificar el asalto.

El día señalado, un equipo compuesto por 140 comandos peruanos se unió para llevar a cabo la operación. Explosiones estratégicas marcaron el inicio de la incursión, sorprendiendo a los insurgentes y facilitando el ingreso de los comandos al edificio. La rápida y coordinada acción de los equipos resultó en la liberación de los rehenes, aunque lamentablemente también en la pérdida de vidas humanas.

Así se vivió desde los ojos del comando

El 22 de abril de 1997, la valentía y la determinación se unieron para poner fin a uno de los episodios más oscuros de Perú. La Operación Chavín de Huántar liberó a más de 72 rehenes tras 126 días de cautiverio en la residencia del embajador japonés en Lima. Detrás de este acto heroico se esconde una historia de planificación meticulosa, coraje desmedido y sacrificio supremo. (Andina)

Desde la perspectiva de los comandos, el día del rescate estuvo marcado por una mezcla de emociones. Para el general de brigada EP, Rubén Castañeda Layseca, quien acababa de casarse, el apoyo de su esposa fue fundamental para enfrentar la tarea que tenían por delante. Para el contralmirante AP, Carlos Tello Aliaga, la amistad con uno de los oficiales caídos en el asalto añadió un peso emocional adicional a la misión. Y para el general de división EP, Óscar Luis Calle Pérez, la sensación de deber cumplido se mezcló con el dolor por la pérdida de un compañero.

“Recién me había casado con mi esposa, le dije que me venía al trabajo y que nos habían citado, y ella entendió felizmente. Ella también es exige militar, sabe cómo es el trabajo. Creo que por ahí he tenido bastante apoyo”, dijo Castañeda Layseca.

En medio de la adrenalina y el temor, los comandos se lanzaron valientemente hacia su objetivo, sabiendo que estaban preparados para enfrentar cualquier desafío que se les presentara. Para ellos, la operación no solo representaba la liberación de los rehenes, sino también la esperanza de un futuro en paz para su país.

“Yo estuve a cargo de la activación de las cargas subterráneas para el inicio de la operación. Definitivamente, nosotros confiamos en nuestra capacidad y nuestro entrenamiento, pero siempre había nerviosismo, sobre todo entre los más jóvenes. Tenía una amistad muy estrecha con Juan Valer, fue mi amigo y bueno, éramos los que poníamos un poco la chacota en el grupo”, contó Tello Aliaga.

Antes de la incursión, sabía que había llegado el momento para el cual nos preparamos siempre, para responder al llamado de la patria. Eran días, mañanas, tardes y noches completas que entrenamos constantemente en las técnicas propias para este tipo de operación.

“La adrenalina al 100%, el temor por perder la vida presente, pero en el instante del momento cero y de la primera explosión, solamente quedaba cumplir la misión. Salimos emergiendo del túnel, corrimos raudamente hacia la misión y cumplimos con la tarea encomendada: liberar a los rehenes y con ello darles la esperanza necesaria para que podamos vivir en paz”, expresó Calle Pérez.

¿Qué pasó en la embajada de Japón?

El 17 de noviembre de 1996, miembros del MRTA irrumpieron en la residencia del embajador japonés, tomando como rehenes a más de 800 personas. (LUM)
El 17 de noviembre de 1996, miembros del MRTA irrumpieron en la residencia del embajador japonés, tomando como rehenes a más de 800 personas. (LUM)

El 17 de diciembre de 1996, un grupo de 14 miembros del MRTA irrumpió en la residencia del embajador de Japón en el distrito de San Isidro, Lima. Este hecho coincidió con la celebración del 63 aniversario del Emperador de Japón, Akihito, y reunió alrededor de 800 personas que fueron tomadas como rehenes.

El grupo guerrillero emitió un comunicado justificando su acción como una protesta contra la intervención del gobierno japonés en la política peruana y criticando las prácticas violatorias de los derechos humanos y la política económica del presidente Alberto Fujimori.

“Esta ocupación militar la hemos realizado en protesta por la injerencia del Gobierno Japonés en la vida política de nuestra patria, avalando en todo momento los métodos de violación a los derechos humanos que aplica el gobierno del Sr. Fujimori, así como su política económica que solo ha traído consigo mayor miseria y hambre a la mayoría del pueblo peruano”, se lee en el comunicado.

En su primer comunicado, presentó sus demandas al gobierno, incluyendo cambios en la política económica, la liberación de presos del MRTA, el traslado de reclusos a la selva y el pago de un impuesto de guerra.

“El MRTA siempre fue una organización dispuesta a propuestas de diálogo, pero solo encontró el rechazo y la burla del gobierno. Hoy estamos confrontados y debe quedar claro que cualquier salida militar que ponga en riesgo la vida de las personalidades capturadas será de absoluta responsabilidad del gobierno, así como de cualquier otra actitud que tengamos que tomar si el gobierno no accede a nuestras peticiones”, finalizó el mensaje del MRTA.

El secuestro se caracterizó por liberaciones selectivas; la primera noche se puso en libertad a todas las mujeres, incluida la madre del presidente Fujimori, quienes pasaron desapercibidas para los secuestradores. Posteriormente, se liberaron a diplomáticos europeos para entablar contacto con el gobierno.

Días después, el mandatario solicitó a los captores de despojarse de las armas y permitir la evacuación de todos los rehenes, rechazando las demandas del MRTA.

A medida que avanzaban las conversaciones y liberaciones parciales, se produjeron intercambios de comunicados y propuestas entre ambas partes.
El gobierno, dirigido por Fujimori, se negó a ceder ante las demandas, conduciendo a un prolongado enfrentamiento. (franciscotudela.com)
El gobierno, dirigido por Fujimori, se negó a ceder ante las demandas, conduciendo a un prolongado enfrentamiento. (franciscotudela.com)

El 25 de diciembre, día de Navidad, el monseñor Cipriani, obispo de Ayacucho, ingresó a la residencia para dialogar con los miembros del MRTA. Una semana después, un grupo de periodistas ingresó a la residencia y Néstor Cerpa insistió en la liberación de los miembros del MRTA presos, asegurando que las negociaciones estaban estancadas. En esta ocasión fueron liberados otros dos rehenes.

Las semanas pasaban y el terror no cesaba. En el punto más álgido de la crisis, el 6 de marzo de 1997, las negociaciones se interrumpieron cuando el MRTA denunció la excavación de túneles por parte de la policía debajo de la residencia. Tras la reanudación de las conversaciones y posteriores avances, las fuerzas armadas peruanas finalmente tomaron la residencia el 22 de abril de 1997, liberando a 72 rehenes y poniendo fin a la toma. Sin embargo, en el enfrentamiento murieron un rehén, dos militares y los 14 miembros del MRTA.

Guardar