Hace más de 80 años, Schumpeter proclamó la innovación como motor del desarrollo económico. Desde entonces, ha sido una invitación constante a explorar nuevas perspectivas, investigar posibilidades y recordarnos que entender un problema no es suficiente; es necesario actuar. En el contexto empresarial, la innovación se ha centrado en el desarrollo de nuevas tecnologías o productos que encuentren aceptación en el mercado, lo que comúnmente se conoce como I+D+i.
A lo largo de la historia, las crisis han sido cuna de innovaciones tanto tecnológicas como socioculturales. Sin embargo, también conllevan la parálisis de proyectos y cambios que no se consideran esenciales. El punto crucial es: ¿qué consideramos vital para nuestra existencia? En tiempos de crisis, los problemas que necesitan ser resueltos parecen evidentes, lo que puede inducir la ilusión de que no es necesario reflexionar sobre la dirección a seguir ni sobre los impactos a largo plazo, dejando en segundo plano las voces menos prominentes.
El éxito de la innovación radica en su capacidad para generar valor tanto para individuos como para empresas, aprovechando la creatividad humana para imaginar nuevas maneras de hacer las cosas. A menudo, la creatividad y la innovación se centran en objetivos de optimización, reducción o mantenimiento. Sin embargo, a pesar de décadas de discusión sobre sostenibilidad, los recursos continúan agotándose mientras se amplían las brechas sociales, educativas y económicas.
Es imperativo emplear los procesos e innumerables metodologías de innovación para abordar lo esencial: cómo asegurar nuestra continuidad en este planeta. Algunas crisis, cuando se reflejan en un estado financiero, pueden mostrar una situación en la que ya sea demasiado tarde para encontrar soluciones.
Si verdaderamente buscamos innovar para resolver las necesidades de nuestra sociedad, debemos expandir nuestra visión más allá de la optimización y centrarnos en revitalizar nuestro hábitat y sistemas. En un mundo donde algunas ciudades ya carecen de agua y otras están racionando, la innovación debe enfocarse en regenerar y crear nuevas fuentes, en lugar de simplemente optimizar las existentes, a las que no todos tienen acceso.
Durante las últimas dos décadas, la innovación se ha centrado en las necesidades rentables a corto plazo, dejándonos atrapados en la urgencia del presente. La innovación regenerativa nos recuerda nuestra interdependencia con un planeta finito, instándonos a pensar más allá de la tecnología y considerar cambios conductuales y mecanismos de incentivos que trasciendan las fronteras empresariales. No es solo que los océanos o los bosques estén en peligro, sino que nuestra propia existencia está amenazada. La lucha de las empresas no debería ser por el último árbol.
El índice global de innovación 2023 señala que Perú lidera en la región en términos de innovación asociada a capital humano e investigación, pero también resalta las dificultades para traducir estos esfuerzos en resultados tangibles y para construir vínculos entre universidades e industria. Recuperar y hacer crecer nuestros recursos vitales requiere que pensemos sistémicamente, tanto en lo público como en lo privado, cooperemos, creemos incentivos colectivos y construyamos puentes no solo de comunicación, sino también de acción.
Adoptar un enfoque de innovación regenerativa implica, en primer lugar, tomar conciencia de lo que está sucediendo en el presente. En segundo lugar, requiere recuperar nuestro pensamiento crítico como grupo, nuestra capacidad de imaginar posibilidades y nuestro liderazgo como agentes de cambio. Finalmente, debemos intervenir con innovaciones para restaurar nuestro equilibrio y decidir sobre nuestro futuro ahora, mientras aún estamos a tiempo.