De todas las regiones del país, Ayacucho es conocida por tener los festivales más coloridos y masivos del Perú. Sin embargo, estas celebraciones no tendrían el mismo impacto si sus artistas no plasmaran todos sus conocimientos en indumentarias, esculturas y objetos decorativos.
Entre las familias que se dedican a preservar el arte ayacuchano se encuentran los Pomataylla, los Berrocal, los Gálvez y los Hurtado. Cada una de ellas se encuentra envuelta en sus propias tradiciones y técnicas ancestrales.
Estos clanes convierten siglos de historia en productos como mantos, llaveros, cuadros, espejos, adornos, etc. La idea es que cada visitante, sea nacional o extranjero, se lleve un pedazo de su querida región en cada adquisición.
Las empresas turísticas, así como las instituciones públicas como el Ministerio de Cultura y Promperú, tratan de ayudar en su difusión. En los últimos años, existen esfuerzos por revalorizar la cultura de los Wari, el primer imperio panandino que logró expandirse antes de ser conquistado por los Incas.
Otro ejemplo sería la Semana Santa de Ayacucho, ya que las actividades oficiales del 2024 dejaron de lado celebraciones como el ‘Pascua Toro’, para concentrarse en las más tradicionales y religiosas, como las procesiones.
Los telares de Marcelino Pomataylla
La vida artística de Marcelino Pomataylla Bautista comenzó a los nueve años, cuando decidió aprender a hacer tejidos en un telar de cuatro pedales. Luego, a los once, una vez asentado en el barrio de Santa Ana y siendo ayudante en diferentes talleres, aprendió nuevas técnicas y más materiales que podía usar. Así comenzó su larga travesía en el mundo de los murales.
“El arte textil es bastante difícil, hay que tener cariño (...). Primero tienes que amar lo que estás haciendo, como cualquiera que (...) tiene amor a su profesión”, dice Marcelio a Infobae Perú.
En el 2017, fue galardonado con la medalla Joaquín López Antay, uno de los máximos reconocimientos en su rubro. Actualmente, dirige junto a su familia el taller Awaq Ayllu, donde venden telares con dibujos inspirados en los Wari o de otras culturas preincas. Con el tiempo, aprendió a modernizarse y a ofrecer prendas como jean y casacas con bordados andinos.
“Este tipo de trabajo, como murales, ya está perdiendo, entonces el artista no debe estar manos cruzadas, la plata no te va a tocar la puerta, hay que buscar con cariño, con amor (...). Hemos hecho mascarillas (durante) la pandemia. Ahora estamos haciendo bordados, elaboramos el diseñado a pulso, puede ser bueno o malo, pero... ¡Qué hermosos trabajos está haciendo mi familia, mi comunidad, mis obreros!”, cuenta emocionado.
Ahora, uno de sus objetivos es trasladar el conocimiento que ha adquirido en todos sus años de experiencia a una nueva generación.
“Gracias a Santa Ana y a mis grandes maestros, el arte está en diferentes comunidades. Yo estoy enseñando poco a poco”, sostiene.
“Yo tengo muchos alumnos que han venido de diferentes lugares. No todos quieren ser artistas o artesanos, algunos quieren ser profesionales. Ahora ellos son abogados, ingenieros, graduados de Bellas Artes. Eso para mí es una alegría, es como si fueran mis hermanos menores, como si fueran mis hijos”, celebra el tejedor ayacuchano.
La Piedra de Huamanga, el alabastro andino
Edgar Gálvez es el orgulloso hijo del laureado escultor Julio Gálvez Ramos, quien falleció el 20 de julio del 2020. En el 2000, el patriarca fue reconocido como Gran Maestro de la Artesanía Peruana, mientras que en el 2019 fue condecorado con la orden al mérito por servicios distinguidos en el grado de Comendador.
Su legado continúa intacto, ya que su cariño y respeto hacia la piedra de Huamanga, su materia prima, ha sido heredado por sus familiares.
Según su primogénito, gracias al Ministerio de Cultura se está financiando el museo-taller que se implementará en honor de su padre. Este establecimiento está proyectado a ser inaugurado el próximo 27 de mayo del 2024, fecha del cumpleaños de Julio.
La piedra de Huamanga también es conocida como alabastro andino o ‘Niño Rumi’. De acuerdo con Edgar, este último apodo se debe a que el material hay que tratarlo “como si se tratase de un bebé o un niño”.
“Si le das un mal golpe, se te quiebra. Lo puede resanar, el problema es que la herida va a ser eterna. Una cicatriz, cuando se queda, se nota”, advierte.
Todas las piezas que nacen de las manos de estas personas fueron una vez un solo bloque de piedra. ¿Cómo lo hacen? “(El objetivo) es limpiar todo lo que le estorba a la imagen, para que esta salga a la luz, ya que para nosotros está dormida. A nosotros nos habla la piedra”, cuenta el hijo de don Julio.
“Un corazón, por ejemplo, puede demorar entre una y dos horas, pero las esculturas más complejas, se demoran medio año, dos años, dependiendo de lo difícil de la composición”, manifiesta.
Actualmente, sus ejemplares han sido llevados a más de 50 países del mundo. “Estamos identificados con la corriente del indigenismo. Nuestra base de nuestras composiciones es la cosmovisión andina. A partir de ahí tratamos de hablar un lenguaje más macro, más universal”, sostiene el escultor.
Las tradicionales tablas de Sarhua
Marcial Berrocal es uno de los artistas locales que trata de mantener con vida a las tablas de Sarhua, unas pinturas sobre madera provenientes del distrito ayacuchano del mismo nombre. Según la tradición, una familia debe recibir este regalo por parte de su compadre cuando se disponen a construir una casa nueva.
Cada integrante del clan debe verse reflejado en la pintura horizontal, incluyendo su apariencia física, vestimenta, así como las labores a las que se dedica.
“Yo estoy enseñando a ms hijos, ellos están en la obligación en el legado que tienen que seguir. Aparte de eso, estamos enseñando a nuestros paisanos. También hacemos cultura viva con los turistas que vienen”, comenta Marcial a Infobae Perú.
De esta manera, trata de difundir más esta tradición y el arte de pintar las tablas, las cuales incluso han llegado a las manos del papa Francisco. Sin embargo, los esfuerzos de la familia Berrocal tal vez no sean suficientes, ya que sería necesario implementar más exposiciones y concursos.
“Para que no se pierda la artesanía de Sarhua, sería mucho mejor que las instituciones nos ayuden, sobre todo en el mercado (...) dónde vender nuestros productos. Cuando existe el mercado, la artesanía no se va a perder”, manifiesta el entrevistado, de forma segura.
En ese sentido, menciona el caso de México y Argentina, donde, según su perspectiva, “tienen mucho en cuenta a los artesanos”.
Su familia pasó por tiempos difíciles por la pandemia, asegura. Durante esta época, algunas personas le sugirieron que cambie los productos que producía a otros más comerciales, ya que los más tradicionales no eran tan demandados.
“Las personas pueden decir que no estoy haciendo bien o no gano plata de repente con otras artesanías, pero para mí es mi vida, este trabajo. He pintado desde los 15 años y lo sigo haciendo porque me gusta, es mi fascinación, mi felicidad. (Seguiré) haciendo esto hasta donde pueda. Nosotros no pedimos trabajo, nosotros promovemos trabajo”, concluye
La familia Hurtado y la Semana Santa
La Semana Santa en Ayacucho no sería la misma sin el trabajo de la familia Hurtado, quienes son los encargados de adornar todos los años el anda del señor de Pascua y Resurrección, cuando sale de procesión por Semana Santa. Esta majestuosa estructura pesa más de 15 toneladas, por lo que debe ser cargada por 300 personas aproximadamente.
Los cimientos de madera son cubiertos casi en su totalidad por velas y figuras de la saramama, o maíz, y de la cerawayta, que representa a la pantiwayta, una flor propia de Ayacucho.
El patriarca de la familia todavía los acompaña en el quehacer diario del negocio familiar. “La tercera generación es la nuestra, los hijos de Don Víctor, siempre con la participación de él. Esto para nosotros es tradición, nos corre en la sangre. Yo tengo 10 hermanos, todos profesionales y los 10 están acá, porque tienen que apoyar en este trabajo, siempre van a estar acá”, relata uno de los hijos, quien también se llama Víctor.
“Los años de experiencia te permiten hacer trabajos así. No improvisamos nada. Sabemos qué es lo que tiene que hacer cada persona y donde van cada una de las cosas”, dice a este medio.
Adicionalmente, señalan que todos los materiales son completamente nuevos, cada año. “Acá, este tipo de procesiones son durante todo el año, entonces todo ese material se va a usar. El problema de la cera es que si tú lo guardas (por mucho tiempo), se vuelve amarillo”, subraya.
La relación entre la familia Hurtado y la Semana Santa comenzó hace 52 años y todavía continúa en pie, ya que han sido los únicos encargados de revestir semejante estructura en todo este tiempo.
Don Víctor fue nombrado embajador del arte popular y la artesanía peruana por la Municipalidad de Huamanga, el 25 de abril del 2009, mientras que el 25 de abril del 2011, fue declarado hijo ilustre de la provincia.
Ahora, sus hijos continúan con el legado. Algunos viven en otros países, pero siempre tienen que venir para ayudar en lo que se pueda durante las celebraciones. En la noche del 30 de marzo, el anda debe estar completamente lista para esperar la resurrección de Jesúscristo, y así comenzar un nuevo ciclo de fe, que se renueva cada año.