La luz al final del túnel en el Día del Investigador Científico

Dos investigadores de la UPCH hacen un análisis de la situación de los científicos en el país, lo que hacen, requieren y en qué medida son indispensables

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¡El investigador científico celebra su día el 10 de abril! Este día honra y conmemora el nacimiento del Dr. Bernardo Houssay, eminente científico argentino ganador del Premio Nobel de Medicina en 1947 y cofundador en 1958 de la más prestigiosa institución científica latinoamericana, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina. Paradójicamente, en estos días esa institución se ve amenazada por quienes desde el gobierno proclaman que la ciencia y la investigación son prescindibles en una sociedad. En el Perú, con una de las inversiones estatales en ciencia más bajas de la región, el investigador peruano nunca tuvo grandes oportunidades para desarrollarse. Sin mucho que celebrar, hoy es necesario contarle a la comunidad qué hace un investigador o una investigadora, qué requiere y en qué medida lo que produce es indispensable para alcanzar nuestro desarrollo y bienestar.

El investigador tiene el objetivo de empujar el conocimiento científico más allá de sus límites actuales, es decir, debe analizar con rigor la evidencia y proponer explicaciones y soluciones a problemas científicos. Menudo trabajo ya que en pleno siglo XXI mucho de lo que se desconoce es porque no es de sencilla resolución, aunque sea de urgencia para la continuidad de nuestra civilización, como son la búsqueda de antídotos para enfermedades pandémicas o la predicción de desastres naturales. Estos conocimientos y tecnologías se cimentan en las investigaciones en ciencia básica (física, biología, etc.), las mismas que nos llevaron al espacio o a desarrollar la inteligencia artificial. Después de meses o años de experimentos y análisis, los investigadores publican sus resultados y descubrimientos en revistas o ediciones científicas, luego de ser revisados y validados por pares con similares competencias. El conocimiento del que tenemos certeza en el mundo moderno es producto de incontables contribuciones minuciosas y de largo aliento.

Está claro que los investigadores requieren tiempo y dedicación. En el Perú no existen —o tal vez hay algunos— investigadores pagados exclusivamente para investigar, como sí ocurre, por ejemplo, en Argentina a través del CONICET. Premios nobel, más de 9000 publicaciones científicas solo en el 2020 y notables avances en biomedicina y tecnología nuclear, entre muchas otras disciplinas, son medidas palpables del apoyo brindado por el estado argentino a la ciencia. Se requiere además contar con universidades que ponderen la investigación científica, que cuenten con capacidad instalada y que formen investigadores con el más alto nivel de competencia, que en el mundo se logra a través de programas de doctorado.

El doctorado es el grado académico más elevado y garantiza el nivel educativo de las universidades. Lamentablemente, el número de doctores en el Perú es reducido y muchos solo han encontrado oportunidades laborales en otras latitudes. Aunque el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC, Perú) ha lanzado programas de repatriación de científicos y otorgamiento de becas y fondos para realizar y fortalecer doctorados en las universidades nacionales, el presupuesto de 0.17 % del PBI (al 2020 según el Banco Mundial) dedicado a la investigación y desarrollo está lejos del 0.29 % de Colombia, del 0.33 % de Chile, y más lejos aún del 3 % que recomienda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) como necesario para alcanzar el desarrollo.

El trabajo del investigador científico puede ayudar a diagnosticar y tratar el cáncer, desarrollar energías renovables y limpias o conocer, valorar y aprovechar adecuadamente los recursos de un territorio. Esa labor ayudó a muchos países a enfrentar la pandemia del Covid-19 con éxito, mientras nosotros esperábamos vulnerables que llegue ese conocimiento del extranjero. Esa labor podría ayudarnos a alcanzar la verdadera independencia y soberanía de nuestro país, una condición a la que no debemos renunciar. ¿Por qué negarles a los investigadores e investigadoras la oportunidad de hacerlo?

Como dijo el Dr. Bernardo Houssay: “La ciencia no es cara; cara es la ignorancia”.

*Artículo escrito por el Dr. Rodolfo Salas Gismondi, investigador de la UPCH, y Dr. Matthieu Carré, investigador de la UPCH y del Instituto de Investigación para el Desarrollo.

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