La constante actividad sísmica y volcánica que experimenta el Perú no son casualidad, ya que este y varios países se ubican en lo que se conoce como el Cinturón de fuego del Pacífico.
Esta extensa área, que abarca la costa del océano Pacífico, es un arco de intensa actividad geológica que se extiende desde la zona sur de América del Sur hasta la zona norte de América del Norte, pasando por Japón y Nueva Zelanda. La ubicación de Perú en este cinturón lo expone a una serie de fenómenos naturales cuyas consecuencias afectan tanto a su población como a su desarrollo.
La principal razón de la alta sismicidad en el Cinturón de fuego es que, a lo largo de toda su extensión, se producen interacciones entre las placas tectónicas. Perú se asienta sobre el borde de la placa Sudamericana, la cual es penetrada por la placa de Nazca por el oeste. Este contacto, llamado subducción, provoca no solo ha provocado terremotos, sino también el surgimiento de una serie de volcanes activos a lo largo del país.
Intensa actividad sísmica
Los terremotos son, quizás, la manifestación más devastadora de esta actividad geológica en Perú. Históricamente, el país ha sido escenario de varios sismos de gran magnitud que han causado pérdidas significativas. Uno de los más recordados es el terremoto de Ancash de 1970, que alcanzó una magnitud de 7,9 y resultó en la muerte de aproximadamente 70.000 personas, convirtiéndolo no solo en el sismo más letal de la historia de Perú, sino también en uno de los más mortíferos a nivel mundial.
En la historia más reciente, el territorio peruano experimentó sismos aún más fuertes. Uno de ellos, ocurrido en 2001, sacudió el sur del país con una magnitud de 8,4, por lo que afectó significativamente los departamentos de Arequipa, Moquegua y Tacna. En tanto, se registraron 102 muertos y 70 desaparecidos a raíz de este evento telúrico.
Otro terremoto muy recordado es el de 2007. Este sismo de magnitud 8,0 causó gran destrucción en la ciudad de Pisco, con un saldo de 595 muertos y 2291 heridos.
Asimismo, los científicos han determinado que frente a la costa central del país, justo en una zona donde interactúan las placas de Nazca y Sudamericana, hay una energía acumulada que, al liberarse, ocasionará un sismo de magnitud 8,8 que afectará principalmente a la ciudad de Lima.
Amenaza volcánica
Asimismo, la actividad volcánica es otra consecuencia de la ubicación de Perú en el Cinturón de Fuego. El país cuenta con varios volcanes activos, como el Ubinas y el Sabancaya, los cuales han mostrado actividad en los últimos años. Estos volcanes no solo representan un riesgo de erupción, sino que también implican otros peligros relacionados, como la emisión de cenizas y gases tóxicos, los flujos piroclásticos y los flujos de lodo volcánico que pueden afectar las áreas circundantes.
Uno de los mayores eventos volcánicos ocurridos en territorio peruano tuvo lugar en el año 1600. Aquella vez, el volcán Huaynaputina, ubicado en el departamento de Moquegua, tuvo una erupción tan potente que su material expulsado sepultó a una veintena de pueblos y redujo la temperatura global en 1,13 °C.
En la actualidad, el Instituto Geofísico del Perú (IGP) contabiliza un total de 16 volcanes activos y potencialmente activos en el país.
Impactos en el país
Los efectos de estos fenómenos naturales en el país van más allá de los daños físicos inmediatos. Los terremotos y las erupciones volcánicas pueden tener un impacto profundo en diversos ámbitos. Por ejemplo, la infraestructura crítica, como carreteras, puentes y líneas de comunicación, puede sufrir daños, lo que compromete la conectividad y la economía local.
En respuesta a estos desafíos, el gobierno del Perú ha implementado diversas medidas de prevención y mitigación. Existen sistemas de monitoreo sísmico —como SISMATE— y volcánico —como CENVUL— en constante operación para proporcionar alertas tempranas. Además, se han desarrollado programas de educación pública para preparar a la población ante la posibilidad de estos fenómenos naturales. Las autoridades locales y nacionales trabajan conjuntamente en la planificación y ejecución de simulacros de evacuación, la construcción de infraestructuras resilientes y la revisión constante de las normas de edificación.