En la historia de la política peruana, hay más de un personaje que ha dejado más de una huella en la memoria colectiva de todo el pueblo. Augusto B. Leguía, Luis Miguel Sánchez Cerro, Fernando Belaúnde Terry, Juan Velasco Alvarado, son solo algunos de los expresidentes del Perú que siguen siendo recordados, para bien o para mal, por gran parte del pueblo a pesar del paso de los años.
Pero hay uno en este selecto grupo de exmandatarios que supo ganarse su lugar en la historia por su carisma y polémicos gobiernos cuando te tocó estar al frente de la Nación.
Ese fue Alan García Pérez que, odiado y amado casi con la misma intensidad, pasó a la inmortalidad tanto por sus acciones mientras fue inquilino en Palacio de Gobierno, así como por la manera inesperada por la que decidió partir de este mundo.
¿Qué pasó?
Era la mañana del 17 de abril de 2019, cuando oficiales de la Policía Nacional y un representante del Ministerio Público acudieron a su residencia con la intención de arrestarlo preliminarmente por su presunta implicación en el caso Odebrecht.
Al llegar las autoridades a su residencia, García se encerró en su habitación y se disparó en la cabeza. A pesar de los esfuerzos médicos, falleció horas más tarde en el hospital José Casimiro Ulloa de Miraflores.
El gobierno peruano, ante este suceso, dispuso tres días de duelo nacional en honor al exmandatario. Sin embargo, la familia de García tomó una decisión inesperada: rechazaron los honores fúnebres que se le otorgan normalmente a un expresidente, optando por un funeral independiente en la Casa del Pueblo, sede del Partido Aprista Peruano, al cual García pertenecía.
Este gesto generó un debate público sobre el significado político y simbólico de la negativa a los honores estatales, exacerbando aún más la crisis política que atravesaba el país.
La justicia la perseguía
El contexto en el que se desenvolvieron los últimos días de García estaba marcado por las acuciantes investigaciones en su contra por delitos de corrupción relacionados con el caso Odebrecht.
Desde noviembre de 2018, García había sido objeto de una orden de impedimento de salida del país y había buscado refugio en embajadas extranjeras, sin éxito. La orden de detención preliminar emitida por el juez Juan Carlos Sánchez Balbuena fue el desencadenante de los trágicos sucesos de aquel 17 de abril.
El contenido de la orden de detención preliminar detalla las presuntas actividades delictivas de García durante su segundo mandato presidencial (2006-2011), en las cuales se habría concertado con representantes de la empresa Odebrecht para defraudar al Estado peruano en la construcción de la Línea 1 del Metro de Lima.
Estas acusaciones, basadas en testimonios de colaboradores eficaces, pintan un cuadro sombrío de corrupción y abuso de poder que sacudió a la opinión pública peruana.
Todos lo despidieron
El funeral de García estuvo marcado por la presencia de prominentes figuras políticas y sociales del país, así como por muestras de apoyo y rechazo por parte de la ciudadanía.
Durante el mismo, su hijo menor, Federico Danton, pronunció un emotivo discurso en el que expresó su compromiso con el legado político de su padre y su determinación de mantener vivo el partido al que pertenecía.
El cortejo fúnebre que acompañó los restos de García desde la Casa del Pueblo hasta el cementerio de Huachipa fue un testimonio de la compleja relación que el expresidente mantenía con el pueblo peruano.
Mientras algunos lo despidieron con muestras de afecto y respeto, otros expresaron su indignación y rechazo por las acusaciones de corrupción que ensombrecieron su legado político.
En última instancia, la cremación de los restos de García marcó el fin de una era en la política peruana, pero también abrió nuevas interrogantes sobre el futuro del país y la lucha contra la corrupción. Su muerte, lejos de cerrar el capítulo de su legado, pareció haber avivado el debate sobre la responsabilidad política y moral de quienes ostentan el poder en el Perú.
La última carta
Antes de su trágica muerte, el exmandatario había redactado una carta que, por su contenido, puede ser considerada como una nota de suicidio.
En este documento, explicó detalladamente su decisión premeditada de poner fin a su vida. La carta fue confiada a su secretario personal, Ricardo Pinedo, quien la entregó a la familia durante el velorio.
Durante la ceremonia, fue su hija Luciana García Nores quien leyó públicamente el contenido de la carta, la cual tiene el siguiente tono y mensaje:
La razón de mi acto
“Cumplí la misión de conducir el aprismo al poder en dos ocasiones e impulsamos otra vez su fuerza social. Creo que esa fue la misión de mi existencia, teniendo raíces en la sangre de ese movimiento.
Por eso y por los contratiempos del poder, nuestros adversarios optaron por la estrategia de criminalizarme durante más de treinta años. Pero jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones.
En estos tiempos de rumores y odios repetidos que las mayorías creen verdad, he visto cómo se utilizan los procedimientos para humillar, vejar y no para encontrar verdades. Por muchos años me situé por sobre los insultos, me defendí y el homenaje de mis enemigos era argumentar que Alan García era suficientemente inteligente como para que ellos no pudieran probar sus calumnias.
No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza. La historia tiene más valor que cualquier riqueza material. Nunca podrá haber precio suficiente para quebrar mi orgullo de aprista y de peruano. Por eso repetí: otros se venden, yo no.
Cumplido mi deber en la política y en las obras hechas en favor del pueblo, alcanzadas las metas que otros países o gobiernos no han logrado, no tengo por qué aceptar vejámenes. He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos.
Por eso, le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo, y mi cadáver, como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios, porque ya cumplí la misión que me impuse. Que Dios, al que voy con dignidad, proteja a los de buen corazón y a los más humildes”.
Alan García Pérez,
Expresidente del Perú