En los libros de historia peruana, son muchos los nombres que han pasado a la posteridad por sus hechos heroicos y por la manera en la que ofrendaron su vida por el país. Tal vez uno de los menos conocidos que podamos hallar sea el nombre de Pedro Vilcapaza Alarcón, más conocido como el “Puma Indomable”.
Sin embargo, este cusqueño se ganó su propio lugar en la historia al ser uno de los precursores de la independencia al lado del mismo Túpac Amaru II y al conmemorarse un año más de su ejecución, recordamos su vida y logros.
De sangre noble
Nacido en Moro Orcco (Azángaro), en junio de 1741, Pedro Vilcapaza Alarcón fue hijo de la nobleza inca y también testigo de la opresión de su pueblo por los encomenderos europeos. Dotado de un espíritu indomable, Vilcapaza se convirtió en un comerciante próspero, estableciendo amistad con José Gabriel Condorcanqui mientras transitaba entre Potosí y el Cusco.
Sin embargo, fue en las montañas y llanuras de su tierra natal donde forjó su destino. Al estallar la rebelión de Túpac Amaru II en 1780, Vilca se alzó como su fiel lugarteniente, liderando una milicia campesina de 10 mil hombres en Azángaro y Carabaya.
Sus legendarios caballos, Yana Rumi y el Pasto Runtu, eran la encarnación de su determinación y velocidad, permitiéndole movilizarse con increíble rapidez. Después de valientes batallas y asedios, la traición selló el destino de Vilcapaza.
No le gustó lo que vio
En su infancia, Vilcapaza fue testigo de las injusticias cometidas por los encomenderos europeos contra su pueblo. Este despertar de conciencia lo llevó a cuestionar el orden establecido y a buscar formas de resistencia.
Su educación en el Real Colegio de San Bernardo del Cusco lo dotó de las herramientas intelectuales para entender las dinámicas económicas y sociales que oprimían a su gente. Fue en el comercio donde Vilca encontró su primera oportunidad de desafiar el statu quo.
El traslado de la plata entre Potosí y el Cusco no solo le proporcionó prosperidad económica, sino también la oportunidad de establecer contactos con líderes rebeldes como José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru II. La amistad entre ambos hombres sería crucial para la gestación de la insurrección.
A la lucha
Así, cuando Túpac Amaru se rebeló contra los realistas en noviembre de 1780, Vilcapaza no dudó en unirse a su causa. Como su lugarteniente en las zonas de Azángaro y Carabaya, organizó y lideró un ejército campesino para luchar contra la opresión colonial.
Sus habilidades como estratega militar y su coraje en el campo de batalla lo convirtieron en una figura legendaria entre sus seguidores.
Las batallas y los asedios se sucedieron, pero tras la captura y ajusticiamiento de Túpac Amaru, el ‘puma indomable’ se fue quedando cada vez más solo debido a la amnistía que los españoles habían ofrecido a los rebeldes para terminar con la revolución.
Pero este naciente héroe se negó hasta ser capturado por las fuerzas realistas. Fue sometido a interrogatorios y torturas en un intento por obtener información sobre la ubicación de los tesoros confiscados durante la guerra. Sin embargo, su negativa a colaborar con el enemigo y su desafiante actitud frente a la muerte lo convirtieron en un símbolo de resistencia y dignidad.
El día de su ejecución, Vilcapaza enfrentó su destino con una serenidad y valentía que dejaron a sus captores atónitos. El 8 de abril de 1782, en la Plaza de Azángaro, fue amarrado a los caballos, resistió los intentos de desmembramiento, desafiando a sus verdugos con palabras que resuenan en la historia: “¡Azangarino, por aquel sol, aprended a morir como yo!”.
Finalmente, su cuerpo fue desgarrado y su cabeza, cortada, expuesta como advertencia, Pedro Vilcapaza se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad.