Los conquistadores españoles llegaron a América principalmente motivados por la expansión territorial, la propagación de la fe católica y la búsqueda de riquezas. Esta última consigna se cumplió después de la captura y ejecución del emperador inca Atahualpa en 1533. Antes de su muerte, los foráneos exigieron un enorme rescate de oro y plata como condición para su liberación.
Según los relatos históricos, Atahualpa ofreció llenar una habitación con oro y dos con plata a cambio de su libertad. Se cumplió con esta demanda, pero los españoles, a pesar de recibir el rescate, lo ejecutaron en Cajamarca en 1533.
Después de su muerte, la conquista española del Imperio inca continuó. Francisco Pizarro y sus hombres consolidaron su control sobre la región y establecieron la dominación española sobre los territorios conquistados. Con el transcurrir del tiempo, fundaron la ciudad de Lima en 1535 y fue declarada como la nueva capital del virreinato del Perú. Esta fundación marcó el inicio de la colonización española en la región y el establecimiento de un nuevo orden social, político y económico.
Desde ese entonces, fundaron nuevas ciudades y explotaron los recursos naturales de la región. También se establecieron encomiendas, un sistema de trabajo forzado que permitía a los españoles explotar a los indígenas en las minas y en la agricultura.
Recién en 1542, la Corona Española estableció el virreinato del Perú, que abarcaba un vasto territorio que incluía no solo el actual Perú, sino también partes de lo que hoy son Ecuador, Bolivia, Chile y Argentina. En estas localidades se encontraban numerosas minas que desempeñaban un papel importante en la economía colonial.
Por ejemplo, la mina de Zaruma, donde se extraía oro y plata (actualmente ubicada en Ecuador); la mina de Huancavelica, situada en lo que hoy es Perú, era conocidas por su producción de mercurio, un elemento esencial en el proceso de extracción de metales preciosos.
Entre todos los yacimientos mineros que se encontraban en este territorio que comprendía el virreinato del Perú, destacaba una por su abundante riqueza. Se trata de la mina de Potosí, ubicada en lo que hoy es Bolivia. Este yacimiento fue de suma importancia para la Corona Española durante la época colonial debido a su extraordinaria producción de plata, la cual representaba una fuente de ingresos para el Imperio español.
Ahora bien, es menester señalar el año en que fue descubierta la mina de Potosí y narrar lo que ocurrió después de ello. Sobre la primera pregunta, la historiadora e investigadora Paula C. Zagalsky, en su artículo “Trabajo indígena, conflictos y justicia en la Villa Imperial de Potosí y su Cerro Rico, una aproximación. Virreinato del Perú, siglos XVI-XVII”, señaló que “la riqueza argentífera procedente de las entrañas del Cerro Rico de Potosí desde el comienzo de su explotación colonial española (c.1545) es ampliamente conocida”.
Si bien es cierto que los académicos e investigadores conocen estos datos, pocos saben lo que sucedió después de que 75 hombres de la Villa de la Plata exploraran el territorio en el que se destacaba un enorme cerro. Su intención inicial no era fundar una ciudad, sin embargo, con el paso de los años, el terreno baldío y frío fue habitado, e incluso se construyeron puentes y un río artificial. Estas obras se realizaron luego de la extracción de los primeras toneladas de minerales.
Esclavismo y muerte en la mina de Potosí
Esta mina de plata fue descubierta en 1545 y pronto se convirtió en el yacimiento minero más grande y productivo de la colonia. La plata extraída de Potosí alimentó la economía española durante dos siglos, pero a un costo humano devastador, ya que miles de indígenas perdieron la vida en esos lugares. Personas ingresaron a los socavones cuando se agotaron los minerales de la superficie del Cerro Rico y los yanaconas abandonaron la locación.
Ante la escasez de minerales, los españoles decidieron explorar en la profundidad del cerro. Para ello necesitaban hombres que realizaran excavaciones. En ese sentido, el virrey Toledo introdujo dos reformas en el virreinato del Perú en 1570. La primera de ellas fue la implementación de una nueva técnica de refinamiento de la plata, conocida como amalgama con mercurio. La segunda reforma implementada por la autoridad fue la organización de la mita. Como es sabido, la mita era un sistema de trabajo forzado que obligaba a los indígenas a trabajar en las minas, haciendas y otros proyectos coloniales.
Con la instauración de la mita surgieron los mitayos. ¿Quiénes eran los indígenas obligados a extraer plata de las minas? Sobre este tema en cuestión, Zagalsky dijo lo siguiente: “(...) Los indígenas que trabajaban en las minas de Potosí, un mundo laboral plagado de conflictos y tensiones experimentados cotidianamente. Un mundo donde muchos eran mitayos (lo que implicaba el cruce de la condición forzada con la de asalariados) pero también una masiva cantidad de trabajadores eran ‘libres’ y asalariados, los llamados mingas. Estas condiciones atravesaban en muchos casos a un mismo individuo, que iba alternando su situación laboral, de acuerdo al momento del año”.
En las minas, los trabajadores enfrentaban peligros constantes debido a los riesgos de derrumbes, enfermedades y condiciones extremadamente duras. Cada jornada laboral, los mineros tenían la tarea de extraer entre 20 y 25 kilos de mineral, lo que representaba una labor agotadora y peligrosa. Las condiciones en las minas eran sumamente adversas: los espacios estrechos y mal ventilados aumentaban el riesgo de derrumbes, mientras que la exposición constante al polvo y los químicos causaba enfermedades respiratorias y otros problemas de salud.
La investigadora Zagalsky citó a Luis Capoche, autor del libro “Relación general de la villa imperial de Potosí”, para dar a conocer el dolor y las condiciones deplorables en que extraían la plata de la mina.
“(...) Ya así suceden cada día mil muertes y desastres (...) el riesgo que padecen en la labor del cerro, y traerlos de sus pueblos y naturalezas, dejando sus casas, chácaras y ganados, apartándose con muchas lágrimas los padres y madres de los hijos (...) y que los traen a trabajos y ejercicios que ellos no saben ni entienden, ni viven con codicia de riquezas (...) y ven muchas mujeres afligidas sin sus maridos, y muchos hijos huérfanos sin sus padres”, se lee en el libro de Capoche.
“Y ordinariamente los bajan muertos y otros quebradas las cabezas y piernas, y en los ingenios cada día se hieren. Y sólo el trabajar de noche y en tierra tan fría y asistir al mortero, que es lo de más trabajo por el polvo que reciben en los ojos y boca, basta para hacerles mucho daño. Y así está el hospital [lleno] de indios heridos, y mueren cada año más de cincuenta, que esta fiera bestia se traga vivos”, agregó el académico.
No se puede estimar cuántos muertos se registraron en los dos siglos en que explotó la mina. Sin embargo, hay autores que señalan una cantidad. Tal es el caso de Eduardo Galeano, quien indicó que 8 millones de nativos murieron en las minas. Esta versión no es compartida por historiadores, quienes señalan que no perdieron la vida millones de indígenas. En esa línea, el cronista Fray Antonio de la Calancha (1584-1654) dejó constancia de la dura realidad de la explotación minera en Potosí al afirmar que cada peso de plata acuñado tenía un costo humano devastador: la vida de 10 indígenas perdidas en las cavernas de las minas.
En las minas de Potosí, los indígenas enfrentaban condiciones extremadamente adversas. Obligados a trabajar en condiciones peligrosas e insalubres, se arriesgaban diariamente a derrumbes, enfermedades y agotamiento físico. Estas duras condiciones de trabajo resultaron en una alta tasa de mortalidad entre los mineros indígenas. Mientras tanto, para la Corona Española, la mina de Potosí representaba una fuente inagotable de riqueza. La plata extraída de estas minas contribuyó a la economía española, financiando las ambiciones imperiales de España en Europa y en sus colonias.