Las calles de Lima, como en muchas otras ciudades del mundo, son mucho más que simples rutas para transitar de un lugar a otro. Son testigos silenciosos de la historia, llevando en sus nombres los recuerdos de aquellos que dejaron una marca indeleble en la sociedad.
Entre esos nombres que resuenan en el día a día de los limeños se encuentra el de José Granda, un personaje que trascendió su época y cuyo legado perdura en la avenida que hoy lleva su nombre en uno de los distritos de San Martín de Porres. Esta es su historia.
Hijo de la Ciudad Blanca
Juan José de la Granda y Esquivel, su nombre completo, nació en Camaná (Arequipa) el 26 de marzo de 1835 y dejó este mundo en Lima el 23 de mayo de 1911. Fue mucho más que un ingeniero y científico; fue un educador apasionado y un defensor acérrimo de la instrucción pública en el Perú. Su vida estuvo marcada por un incansable afán de conocimiento y una dedicación inquebrantable a la enseñanza.
Desde temprana edad, Granda mostró un talento excepcional para las matemáticas. Sus estudios lo llevaron a recorrer diversos países europeos, donde adquirió conocimientos que luego compartiría con generaciones de estudiantes peruanos. En Francia, Inglaterra y España, nuestro compatriota perfeccionó su formación académica, destacándose por su brillantez y su capacidad para resolver problemas complejos.
La hora del regreso
Fue en su regreso al Perú cuando José Granda dejó una huella imborrable en la historia educativa del país. En 1860, fue designado director interino de la recién fundada Escuela Normal Central de Lima, donde se desempeñó como profesor de matemáticas.
Su labor docente no se limitó a las aulas; también fue catedrático en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y fundador del Instituto Científico, un prestigioso centro de enseñanza secundaria.
Durante su vida, Granda no solo se dedicó a la docencia, sino que también incursionó en la política y la función pública. Formó parte de la llamada “Junta de los Cien” durante la alcaldía de Manuel Pardo y fue elegido diputado por la provincia de Huari.
Además, ocupó el cargo de ministro de Fomento y Obras Públicas durante el gobierno de Eduardo López de Romaña, dejando una marca indeleble en el desarrollo del país.
Casi un héroe de leyenda
Pero quizás uno de los actos más destacados de la vida de José Granda ocurrió durante la Guerra del Pacífico, cuando las tropas chilenas ocuparon Lima y amenazaron con destruir la Escuela de Ingenieros. Ante esta situación, Granda ofreció su propia casa para que funcionara la institución, salvándola de la destrucción y asegurando su continuidad.
El legado de José Granda trasciende las fronteras del tiempo y del espacio. Su nombre perdura en las calles de Lima, recordando a las futuras generaciones la importancia de la educación y el compromiso con el desarrollo del país. Hoy, más que nunca, su ejemplo sirve de inspiración para aquellos que sueñan con un Perú mejor, más justo y más próspero.
Y como para que no queden dudas de que su apellido estaba destinado a pasar a la posteridad, también se debe apuntar que José Granda fue abuelo por el lado materno de la compositora e interprete de música criolla más importante del Perú, Chabuca Granda. También fue el bisabuelo del exministro de Relaciones Exteriores, Fernando de Trazegnies Granda.
José Granda no solo fue un ingeniero y un científico brillante, sino también un educador visionario y un patriota comprometido con su país. Su vida y su obra son un testimonio de lo que se puede lograr con dedicación, esfuerzo y pasión por el conocimiento.