En el mundo del arte las influencias siempre son importantes, ya que estas pueden tener la capacidad de ayudar a formar y dar carácter a un futuro, pintor, cantante, actor, o cual fuera la rama que sea escoja.
Un claro ejemplo de eso es el pintor peruano Carlos Quizpez Asín, quien, a pesar de su desaparición física hace 41 años, su arte sigue siendo tomada en cuenta como referencia de la innovación y pasión por la expresión creativa.
Nacido en Lima en 1900 y fallecido en 1983, Quizpez Asín fue mucho más que un pintor; fue un visionario que desafió las convenciones artísticas de su tiempo y dejó una marca indeleble en la historia del arte nacional.
El arte en las venas
Descrito por aquellos que lo conocieron como un hombre culto, fino y sencillo, el artista demostró desde temprana edad una inclinación innata hacia el dibujo. Sus primeros trazos fueron el preludio de una carrera que lo llevaría a explorar las fronteras del arte y la creatividad en todo su esplendor.
A los 15 años, Quizpez Asín ya asistía a clases de pintura en la Quinta Heeren y en la academia Concha, donde comenzó a pulir su talento bajo la tutela del maestro Teófilo Castillo. Pero su sed de conocimiento lo llevó más allá de las fronteras de su país natal; en 1921, partió a España gracias a una beca, donde tuvo la oportunidad de estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, bajo la guía de eminentes maestros como Julio Romero y Cecilio Plá.
Fue en Madrid donde Quizpez Asín forjó su estilo distintivo, influenciado por las corrientes vanguardistas de la época y por la riqueza artística que encontró en los museos de la ciudad. Allí, trabó amistad con figuras como Salvador Dalí y César Vallejo, cuyo apoyo y admiración fueron fundamentales para su desarrollo como artista.
Pero fue en París donde Quizpez Asín encontró la inspiración definitiva para su obra. Al lado de su hermano, el poeta Alfredo (conocido como César Moro), se sumergió en los círculos artísticos más vanguardistas de la ciudad, explorando las posibilidades del cubismo, surrealismo y abstraccionismo. Su encuentro con el pintor uruguayo Joaquín Torres García fue especialmente revelador, marcando el comienzo de una nueva etapa en su carrera.
De vuelta a casa
De regreso a Lima, Quizpez Asín se enfrentó al desafío de hacer frente a una escena artística aún incipiente. Sin embargo, su talento no pasó desapercibido; en 1928, ganó la b en el Concurso de Pintura de la Pacific South West Exposition en Los Ángeles, con su obra “Las Lavanderas”, lo que le valió el reconocimiento internacional y la oportunidad de trabajar en California como muralista.
Durante su estadía en los Estados Unidos, creó varios lienzos que ahora forman parte de colecciones privadas, así como el mural “Los labradores”.
En 1936, regresó a Lima, donde se convirtió en un maestro de la pintura mural, dejando un legado de obras icónicas. Entre ellas se encuentran el “Mural sobre la minería” en la Universidad de Ingeniería, la pintura mural de la “Exposición Amazónica”, y los murales en el comedor de la antigua Cámara de Diputados del Palacio Legislativo del Perú, que fueron rescatados y restaurados gracias a la intervención del embajador Harold Forsyth.
Como profesor en la Escuela Superior de Bellas Artes, durante más de 27 años, formó a una generación de artistas reconocidos internacionalmente. Hasta que le tocó el momento de partir de este mundo, el 1 de abril de 1983.
Hoy, el legado de Carlos Quizpez Asín sigue vivo en cada pincelada, en cada trazo, recordándonos que el arte es mucho más que una representación visual; es una expresión de la vida misma, un reflejo de nuestras emociones más profundas y un puente hacia la trascendencia.
En un mundo cada vez más caótico y fragmentado, la obra de Quizpez Asín sigue siendo un faro de luz que guía el camino hacia la belleza y la verdad.