Con la llegada de los españoles y la instauración del virreinato del Perú en 1542, se introdujeron cambios en la estructura política, social y económica de la región dominada por los conquistadores. Por ejemplo, impusieron el cristianismo, establecieron el sistema de encomiendas, reorientaron la economía hacia la extracción de recursos, entre otras acciones que tuvieron efectos duraderos sobre las poblaciones indígenas.
Tras la instauración de la colonia, las mujeres indígenas experimentaron cambios en su posición social y personal, marcados por la división racial y de clase impuesta por el régimen colonial. Estas féminas fueron sometidas a sistemas de explotación laboral, mientras que las de ascendencia española enfrentaban restricciones derivadas de una sociedad patriarcal.
En el Perú colonial, los españoles también implantaron la prostitución. En el libro “Protección de la Familia en el Estado Incaico y la Prostitución en la Colonia”, de Lorgio A. Guibovich Del Carpio, se da cuenta de cómo era la prostitución en el siglo XVI y las injusticias que se cometían contra las mujeres que, dicho sea de paso, no eran las pampayrunas.
“Con la llegada de los españoles se ha usado la palabra ‘HUARMI PAMPA’, y también con ellos se da inicio a la prostitución en el Perú. Las mujeres se vieron obligadas a prostituirse y a entregarse a las manifestaciones sexuales más morbosas, que se hayan cometido en el mundo andino. (...) (la prostitución) para las mujeres significó dolor, aberración vergüenza y angustia; no había otro remedio, por la fuerza fueron inducidas y obligadas a entregarse a este vil comercio, de las que no se escaparon las esclavas y las jornaleras, porque, estas eran alquiladas por sus amos”, señala Guibovich.
Las moriscas, mujeres llevadas desde España por los colonizadores para satisfacer sus necesidades sexuales, también experimentaron este tipo de abusos, aunque con ciertos matices distintivos. “Las moriscas servían para satisfacer la necesidad de mujeres de los conquistadores (...). Comprar una morisca significaba adquirir un ama de llaves y una concubina”, dijo Nelson Manrique, historiador, sociólogo, periodista y escritor peruano. Cabe señalar que esta cita apareció en el artículo de Bartet.
Con el transcurrir del tiempo, algunas mujeres se valían de mantos y sayas para tener una libertad que no les conferiría la vida en caso de usar otras prendas. Asistían al teatro, clubes, e incluso mítines políticos en Lima, con la certeza de que no serían señaladas con el dedo acusador o juzgadas. Es menester señalar que esta costumbre se extendió a distintas clases sociales.
Aquellas que cubrían su identidad con un manto y portaban sayas de distintos colores, eran conocidas como las ‘tapadas’ limeñas. Respecto a su comportamiento, Luis Alayza y Paz Soldán, en el libro “Mi país (4.ª serie: ciudades, valles y playas de la costa del Perú)”, dieron a entender que las que usaban estas prendas eran infieles. “Las ciudades tienen sexo. (...) nadie confundirá la marcial arrogancia de Buenos Aires (...) con la devoción y donaire de Lima, que en las mañanas reza y comulga, y en las noches, disfrazada bajo la saya y el manto, escapa por la puerta secreta, para urdir intrigas de política y travesuras amorosas”, manifestó.
La situación de las mujeres en el Perú colonial
Durante el período colonial del Perú, la situación de las mujeres estuvo influenciada por los rígidos sistemas de estratificación social impuestos por la Corona española. Las indígenas vieron sus vidas transformadas drásticamente, no solo enfrentando la pérdida de antiguos sistemas de organización social que les otorgaban diversos roles, sino también siendo sometidas a sistemas de trabajo forzoso y explotación. Las féminas de ascendencia española mantenían ciertos privilegios de clase, aunque sus vidas estaban considerablemente limitadas por las normas patriarcales que restringían su participación en la vida pública y económica.
Respecto a los privilegios que tenían las mujeres españolas, podemos señalar la educación que recibían; sin embargo, esta se limitaba al ámbito doméstico y religioso. Sobre este tema en cuestión, Claudia Rosas escribió el artículo “Educando al bello sexo: la mujer en el discurso ilustrado”, el cual fue publicado en el libro “El Perú en el siglo XVIII. La era borbónica”.
“La educación dirigida hacia las mujeres tenía un solo objetivo: convertirlas en mejores esposas y madres, abnegadas, sumisas, débiles, pero también bellas y seductoras, factor importante en la representación de la mujer destinada al deleite masculino”, sostuvo.
En esa línea, Sara Beatriz Guardia escribió lo siguiente en su libro “Mujeres peruanas el otro lado de la historia”: “Durante los siglos XVI, XVII y comienzos del XVIII primó la hegemonía del pensamiento escolástico y el dominio de la fe sobre el pensamiento racional, con una educación orientada a la instauración de colegios y universidades destinados a los hombres de la élite, influida por la sociedad europea y la cultura barroca”.
“En el siglo XVII prosperaron importantes colegios como San Ildefonso, San Martín, El Cercado, Santo Toribio, San Antonio, San Marcos, San Felipe, nuestra Señora del Monte Carmelo y, sobre todo, la Universidad de San Marcos. Para las mujeres solo hubo dos opciones, el matrimonio o las casas de recogimiento y los conventos”, agregó.
Por otro lado, en el virreinato del Perú, el matrimonio concertado era una práctica habitual, utilizada para consolidar alianzas, reforzar vínculos entre la élite y garantizar la transmisión de propiedades y poder de una generación a otra. “Las mujeres españolas, sometidas a la potestad paterna eran entregadas por el padre al futuro esposo. Dos actos constituían el matrimonio: los esponsales, que era un contrato firmado por el padre y el futuro esposo con la entrega de la correspondiente dote de la novia, y la boda religiosa”, se lee en otra página del libro “Mujeres peruanas el otro lado de la historia”, de la investigadora Guardia.
Cabe señalar que para contraer matrimonio se requería del consentimiento paterno antes de los 25 años. Luego de que una pareja se casara, la mujer quedaba bajo la protección legal del marido.
En el Perú colonial, la situación de las mujeres era crítica. Las españolas y criollas, si bien gozaban de ciertos privilegios sociales, estaban confinadas a roles domésticos y de sumisión dentro de una rígida estructura patriarcal que limitaba sus derechos y libertades. Por otro lado, las indígenas sufrían una desvalorización y explotación. Además, la marginación y la pobreza empujaban a muchas féminas, independientemente de su origen, hacia la prostitución, que se convertía en uno de los pocos medios disponibles para subsistir.