El fin de toda política pública debe ser el beneficio a la población. Mejorar oportunidades, generar empleo, elevar la productividad y los ingresos de las familias, y, qué duda cabe, reducir la pobreza. La administración pública debería enfocarse en atender aquellos puntos débiles o aspectos de mejora que se presentan en innumerables sectores o actividades económicas, y así asegurar un crecimiento y desarrollo sostenible.
Toda aquella consecuencia que escape a los objetivos primigenios de la política pública, solo serán una anécdota que poco o nada le interesaría al ciudadano que busca mejoras en su bienestar, en su calidad de vida.
En los últimos días, el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) difundió una información, donde no solo compara los resultados de Perú y Chile en materia de exportaciones agrícolas, sino que también estima que exportaríamos más que el vecino país del sur hacia 2027, luego de superar los US$ 12,000 millones. Asimismo, señala que en algunas categorías de productos ya hemos superado las exportaciones chilenas, como es el caso de las uvas y los arándanos.
Si bien es importante trazarse objetivos, cuando hablamos del sector agroexportador peruano, o más aún del sector agrícola en general, “superar a Chile” pasa a un segundo o tercer plano, teniendo en cuenta los problemas estructurales que arrastra por años y que limitan su crecimiento, como por ejemplo el acceso a riego o la informalidad.
De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria 2022, solo el 36.3% de la superficie agrícola tiene acceso a riego, mientras que el 63.7% depende exclusivamente de las lluvias. Al respecto, existen grandes proyectos de irrigación entrampados o pendientes por años, por distintas razones, muchas de ellas ligadas a la ineficiencia y falta de sentido de urgencia en el aparato estatal. Chavimochic III, Chinecas, Alto Piura, Majes Siguas II, entre otros, que ampliarían la frontera agrícola de exportación hasta en 200,000 hectáreas.
Por otro lado, según la Encuesta Permanente de Empleo Nacional (EPEN), la informalidad en el sector agrícola es del 93.5%, con mejores resultados en departamentos agroexportadores como Ica (39.3%), Lambayeque (78.1%), Lima (83.3%), Piura (84.7%) y La Libertad (85.8%). Así, el trabajo del Ejecutivo, ojalá liderado por el Midagri, debe ser generar los incentivos para fomentar la formalidad en el sector, incluso porque de ello depende mucho la generación de mayores ingresos para las familias. De acuerdo con la EPEN, el salario promedio en el sector agropecuario formal es de S/ 2,153; mientras que en el informal es de S/ 683.
No obstante que esta problemática se repite de manera general a nivel nacional, si de promover el desarrollo y crecimiento del sector se trata, no basta con que las 2,600 empresas que exportaron alimentos hacia 2023, según datos de la Sunat, amplíen su oferta año tras año, sino que más productores y empresas se sumen al comercio exterior. Cabe mencionar que, de acuerdo con el Censo Nacional Agropecuario de 2012, existen casi 2.3 millones de productores agrarios.
Igualmente, si bien hemos superado a Chile en envíos de uvas y arándanos, con US$ 1,769 millones y US$ 1,676 millones, respectivamente en 2023, según cifras de la Sunat, tengamos en cuenta que el vecino realizó ventas al exterior por estos productos desde mucho tiempo atrás. En 2013, de acuerdo con datos del Banco Central de Chile, sus envíos de uvas y arándanos sumaron US$ 1,569 millones y US$ 440 millones, respectivamente; mientras que las exportaciones peruanas de tales productos solo eran de US$ 442 millones y US$ 17 millones. Y, un dato adicional, en 2023, las exportaciones chilenas de cereza alcanzaron un valor de US$ 2,337 millones.
Flaco favor nos hacemos como país comparándonos con terceros, más aún con países con los que compartimos una política de apertura e integración con el mundo, y que seguramente nos lleve, en un futuro no muy lejano, a consolidar envíos en conjunto. Si queremos mayores resultados, debemos corregir los problemas estructurales que arrastramos por años, debemos superarnos a nosotros mismos y no pensar en el vecino.