Investigadores peruanos han creado una iniciativa para proteger al tiburón ballena en la costa nacional. Este pez no solo es el más grande que circula en aguas peruanas, sino que también es considerado el de mayor tamaño a nivel mundial.
De acuerdo a un informe de la revista Forbes, determinar la cantidad actual de ejemplares es complicado debido a que migran distancias que corresponden a miles de millas.
Sin embargo, eso no es obstáculo para Alejandra Mendoza Pfennig, conservacionista marina, ingeniera pesquera, e investigadora asociada de la ONG peruana EcoOceánica. Según su testimonio para el mismo medio, gracias al esfuerzo del equipo que integra, este pez logró ser la primera especie protegida en el país, desde el inicio de las actividades, en el 2017.
¿Cómo salvar al tiburón ballena?
Desde el 2016, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN por sus siglas en inglés), agregó a este animal a su lista roja de especies amenazadas, es decir, que se encuentra en peligro de extinción. En este caso, su más grande depredador es el ser humano y su caza indiscriminada.
“Cuando llegué a las comunidades pesqueras, me dijeron que veían tiburones ballena, pero les tenían mucho miedo (...). Los pescadores pensaban que cuando los tiburones ballena golpeaban sus botes, lo hacían a propósito para volcarlos y poder comérselos... no sabían que eran inofensivos filtradores”, comenta Alejandra Mendoza a Forbes.
Cuando notaron esta perspectiva negativa, los investigadores comenzaron a trabajar en cambiar el enfoque de la comunidad, visitando casas y hablando con los pescadores, quienes ahora se han convertido en sus principales aliados. De esta manera, con la cooperación de los trabajadores, se pudo conocer la primera agregación de tiburones ballena en el distrito de Canoas de Punta Sal, ubicado en la provincia tumbesina del Contralmirante Villa.
“Esta área es utilizada por los tiburones ballena para alimentarse cada año, entre septiembre y diciembre (...). Durante ese tiempo, hemos dedicado viajes de investigación para recopilar información sobre la biología y ecología de la especie con el fin de mejorar las regulaciones y fortalecer las medidas de conservación en Perú”, indica la especialista.
En el contexto internacional, también hay un grupo de investigadores que ha logrado identificar a otro grupo de 500 tiburones ballena en el océano Índico, en la costa de Madagascar, en África.
“Las poblaciones alrededor del mundo tienen características diferentes, por ejemplo, diferentes tasas de crecimiento, diferentes presas objetivas, diferentes características en sus zonas de agregación (oceánicas asociadas a plataformas petrolíferas, islas, zonas costeras poco profundas, cerca de manglares, etc.)”, afirma. Por ello, agrega, “es importante conocer sus características para establecer pautas para su protección”.
¿Cómo nació el interés por los tiburones ballena?
Alejandra Mendoza contó a la revista que creció en Lima, muy cerca del océano pacífico, por lo que desde muy pequeña tuvo contacto con los pescadores y de la fauna marina.
“Mi papá iba a ayudarles a sacar los barcos del mar, desenredar los peces y don Víctor, mi amigo pescador, siempre tenía la paciencia de enseñarme todos los nombres y luego darme un pescado para mi desayuno”, relata.
De esta manera, a través del “juego y aprendiza”, se empezó a forjar un respeto por el mar y una especial curiosidad por saber qué había en este manto azul que ocupa la mayor cantidad de superficie del planeta.
Así, Medoza decidió estudiar ingeniería pesquera en la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM) Perú. Es en esta reconocida casa de estudios donde descubrió su pasión por los tiburones.
Su relación con ecOceánica, empezó en el 2013, cuando ingresó como pasante, para luego, dos años después, empezar a estudiar a los tiburones ballena de Baja California, en México.
Posteriormente, en el 2023, recibió una beca del Fondo de Acción para la Conservación Marina del Acuario de Nueva Inglaterra gracias a su trabajo que realizaba sobre esta especia.
“Creo que en nuestros países, con toda la riqueza que aún tenemos, aún tenemos un largo camino por recorrer en términos de investigación y gestión”, sostiene.
“Como científicos basados en estos ecosistemas importantes, necesitamos generar información para promover la explotación sostenible, asegurar la seguridad alimentaria y el bienestar de las comunidades que dependen completamente de estos ecosistemas (...). Para mí no es solo una responsabilidad puramente ecológica, sino también social”, adañe.