A pesar de que cada vez más personas se muestran en contra de esta práctica a la que consideran como un acto barbárico, lo cierto es que desde tiempos inmemoriales, las corridas de toros han sido una de las tradiciones más arraigadas en la cultura peruana.
Sin embargo, pocos conocen su origen y la evolución que han experimentado a lo largo de los siglos, desde sus humildes comienzos hasta sofisticada actividad que es hoy en día.
Influencia española
Contrario a lo que muchos creen, las corridas de toros no son una herencia directa del antiguo Imperio de los Incas. Su origen se remonta a los primeros años de la colonización española, cuando los conquistadores trajeron consigo esta tradición que pronto se arraigó en la sociedad peruana.
Fue durante el gobierno de los primeros virreyes que las corridas comenzaron a ganar popularidad, celebrándose ocasionalmente para conmemorar eventos importantes o para entretener a la población.
Uno de los primeros registros de corridas de toros en Lima data de 1538, aunque la exactitud de esta información es motivo de debate entre los historiadores.
Algunos sostienen que la primera corrida se llevó a cabo un lunes 29 de marzo de 1540 con motivo de la consagración de un nuevo obispo para la ciudad de Lima. Desde entonces las corridas se convirtieron rápidamente en una parte integral de la vida colonial en el Perú, atrayendo a personas de todas las clases sociales.
Su avance en el tiempo
Durante el siglo XVI, las corridas de toros estaban marcadas por la rivalidad y la intriga entre los conquistadores españoles, que luchaban por el control del territorio.
Sin embargo, a medida que la estabilidad política se fue afianzando, las corridas se volvieron más frecuentes y elaboradas. Bajo el gobierno del virrey Andrés Hurtado de Mendoza (1556-1560), se establecieron normas y regulaciones para las corridas, y se asignaron recursos para su organización.
A lo largo del siglo XVII, las corridas de toros siguieron siendo una parte importante de la vida social en el Perú. Se celebraban regularmente en la Plaza Mayor de Lima, donde la población se reunía para presenciar las habilidades de los toreros y disfrutar de la emoción del espectáculo.
Se organizaban corridas para conmemorar ocasiones especiales, como el nacimiento de un príncipe o la beatificación de un santo, y eran ocasiones de gran pompa y esplendor.
La primera plaza de toros
En el siglo XVIII, las corridas de toros experimentaron una serie de cambios significativos. Se construyó la primera plaza de toros de madera en Lima, y se introdujeron nuevas técnicas y estilos de toreo. Los toreros peruanos comenzaron a destacar en la escena taurina internacional, y se hicieron populares entre los aficionados españoles.
Sin embargo, con la llegada de la Independencia en 1821, las corridas de toros sufrieron un declive temporal, ya que muchos toreros españoles abandonaron el país y las suertes de pica y banderillas desaparecieron temporalmente.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, las corridas de toros experimentaron un renacimiento en el Perú. Se construyeron nuevas plazas de toros, como la de Acho en Lima, y se introdujeron nuevas técnicas y estilos de toreo.
Los toreros peruanos, como Ángel Valdez “El Maestro” y José Gómez Ortega “Gallito”, alcanzaron fama y reconocimiento internacional, y atrajeron a grandes multitudes a las corridas.
A lo largo del siglo XX, las corridas de toros siguieron siendo una parte importante de la cultura peruana, y se convirtieron en una actividad popular y emocionante para personas de todas las edades.
En la actualidad, las corridas de toros siguen siendo una parte integral de la cultura peruana, y continúan atrayendo a grandes multitudes de aficionados. Aunque la práctica ha sido objeto de controversia en los últimos años, con críticos que argumentan que es cruel e inhumana, muchos peruanos siguen defendiendo las corridas como una tradición arraigada en su historia y cultura.